orge A. Amaral / La Voz de Michoacán En la conferencia mañanera salió a relucir la solicitud que el gobierno de México hizo al de Austria en torno al penacho de Moctezuma, como se le conoce a esa pieza de arte plumario. El presidente López Obrador recordó la actitud grosera de la gente de Austria hacia su esposa, Beatriz Gutiérrez, quien en 2020 fue en representación del gobierno mexicano para conseguir el penacho, si no devuelto, al menos prestado para ser exhibido en México. López Obrador habló con gran pesar de la negativa austriaca, pues los europeos, sin querer escuchar más sobre el tema, argumentaron que la pieza no aguantaría el traslado dada su antigüedad. Como parte del adoctrinamiento nacionalista de la posrevolución, hasta los últimos años del viejo PRI se nos educó en el rencor a los europeos. Se nos enseñó, así, en ese chocante uso de la primera persona del plural, que los españoles vinieron a saquearnos, que antes éramos bien chingones pero los conquistadores nos dieron espejitos y se llevaron nuestro oro, nuestras riquezas, dejándonos sólo enfermedades y esclavitud. Prueba de ello es que aún hay gente, sobre todo mayores de 30 años, que lo entienden así, sobre todo si fueron formados en el sector público de la educación. A los mexicanos se nos educó con una simbología enfocada a exaltar una gloria precolombina, recordar con odio el sincretismo producto de ese tremendo choque que fue la Conquista y que se afianzó durante 300 años de colonialismo político, económico y militar (porque el cultural no se ha detenido hasta el momento en que escribo esto). Esa serie de símbolos han servido para que el régimen adoctrine a los ciudadanos según sus intereses. Ya en otras entregas he hablado del maniqueísmo cultural mexicano, esa historia plagada de buenos y malos: los españoles malos conquistando a los pueblos nativos buenos, los insurgentes buenos luchando contra la Corona mala, los liberales buenos contra los conservadores malos que querían un emperador austriaco malo, que por fortuna fue defenestrado por un oaxaqueño bueno. Luego llegó el régimen porfirista malo hasta que entró en escena el Madero bueno, secundado por revolucionarios buenos, lo que dio pie al gobierno revolucionario bueno, que necesitaba afianzar una identidad nacional, pero ya no desde el afrancesamiento malo del Porfiriato, sino rescatando el indigenismo bueno. Así ha sido hasta ahora, y durante el gobierno de López Obrador ese maniqueísmo se recobró con más fuerza para mantener el control de las conciencias. Por eso a AMLO le ha interesado tanto entretenerse en lo que para cualquiera pueden parecer idioteces, como exigir una disculpa del gobierno español por los abusos de la Conquista, o bien, recuperar el supuesto penacho de Moctezuma. El gobierno de AMLO, como los regímenes del viejo PRI, necesita esos símbolos para fomentar el nacionalismo y, de pasadita, el oficialismo; es decir, que el pueblo respalde al régimen al sentirse representado, al menos en los viejos rencores con que fue educado. El supuesto penacho ni siquiera es seguro que haya pertenecido a Moctezuma, aunque el Weltmuseum Wien, donde se encuentra, sí lo reconoce como el objeto más valioso de su colección, pero lo llama “penacho del México antiguo”. El penacho data de 1515 y es el único en su tipo conservado hasta hoy. Popularmente se le conoce como “penacho de Moctezuma” por la teoría más extendida sobre su origen: que fue un regalo del gobernante mexica (1502-1520) a Hernán Cortés, el líder de la expedición española que conquistó México en 1521. Con esto se va por tierra la idea de que esta pieza haya llegado a Europa como parte del saqueo y rapiña españoles. “Es obvio que durante la Conquista hubo saqueos, pero en este caso no podemos hablar de un robo porque fue parte de un obsequio con un propósito muy específico”, señala en entrevista con BBC Mundo Iván Escamilla, catedrático del Instituto de Investigaciones Históricas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). “La idea de que esto se tenga que recuperar para hacer, de alguna manera, ‘justicia’, no tiene tanto sentido en este caso", dice el investigador experto en historia colonial, ya que aunque Moctezuma se lo hubiera regalado a Cortés como gesto de amistad, no es garantía de que el tlatoani lo hubiera utilizado. Basados en las características del penacho, expertos en el tema señalan que lo más probable es que ese penacho hubiera sido usado por sacerdotes. “No hay ninguna indicación escrita o visual que indique que Moctezuma usara ese tocado en concreto. Citarlo como si fuera un bien personal de él es un error”, señala Escamilla. Pero somos un pueblo al que le encantan los símbolos, quizá esto debido a que desde la época prehispánica se adoraban ídolos, que luego fueron violentamente sustituidos por crucifijos, santos, santas y vírgenes, y a partir de ahí se ha construido toda una iconografía religiosa que, sumada a la política, conforma el imaginario social. Por ese sentir precisamente es que en Morelia, personas que se asumen como indígenas toman cuerdas y mazos y derriban un monumento que no hace sino estar nada más ahí, donde lo pusieron. Pero a ellos les molesta porque dicen que representa el racismo y la explotación que sufrieron los pueblos indígenas durante la Conquista y el periodo colonial. El monumento destruido en Morelia lo único que representaba era la edificación del Acueducto, esa obra que salvó a la ciudad. Pero los paladines del indigenismo la consideraban ofensiva y la derribaron, y hubo hasta quienes dijeron que así irían tumbando cualquier vestigio de los españoles. Hasta ahora no los he visto cincelando la Catedral ni las capillas e iglesias de sus ranchos. Al final, queriendo ser muy iconoclastas sólo quedaron como “iconolatras”. Volviendo al tema del penacho, AMLO lo necesita para erigirse como el gobernante que logró lo que ningún otro había conseguido: traer de regreso la reliquia que representa el despojo, con lo que una deuda histórica quedaría saldada. Recordemos que a López Obrador, como buen político formado en la vieja estructura del PRI, le gustan los símbolos, el culto a los próceres buenos, y que además tiende a ser demasiado radicalista en sus posturas. Ahora bien, si el gobierno austriaco no quiere devolver el penacho, ni prestado siquiera, mire usted, que se lo metan en su museo. Una diadema de oro con plumas de quetzal no define al pueblo mexicano, no dice lo que somos como sociedad. La historia de este país no pierde gloria si el penacho regresa o se queda allá o si se desintegra. La riqueza cultural de México no está en un fetiche, está en las lenguas originarias que aún se hablan, en la cosmovisión de los pueblos originarios, en la música, en cómo convivimos con el pasado y el presente, en cómo hablamos, en la cocina de cada región, vasta en sabores, colores, texturas, aromas. Un penacho no nos hará sentir más mexicanos ni más orgullosos de lo que somos, porque la sociedad se construye, deconstruye y reconstruye todos los días. Pero para un gobierno de símbolos y cultos es difícil de entender, y mientras el país está sumido en la narcoviolencia y la crisis económica, él está metido en su culto a la historia patria; mientras su gobierno se sume en el descrédito por sus propios errores y por los embates de la derecha, que aprovecha cualquier recurso, el mandatario añora una diadema con plumas que, seamos francos, más allá de ser materia de estudio, no nos sirve para nada. Proyecto 2024 Recientemente salió a la luz un video en el que miembros del Cártel de Jalisco Nueva Generación reclaman a Alfredo Ramírez Bedolla el apoyo que su gobierno y el Ejército brindan a Cárteles Unidos, la asociación delictiva conformada por células locales para enfrentar a los de Jalisco. Ese video no gustó en la administración estatal. Lo que dice el video no es nuevo, es bien sabido que las incursiones militares y policiacas son sólo contra el CJNG, manteniendo intocados a Cárteles Unidos y sus cabecillas, como los Sierra Santana o El Abuelo. Si hay o no un acuerdo y sobornos entre estos grupos y el gobierno estatal y municipales, no podemos asegurarlo hasta tener la evidencia en la mano, pero hay delincuentes que llevan años operando, que las autoridades saben dónde están y no hacen nada. El caso es que si ese video no gustó fue por algo más que Alfredo Ramírez Bedolla. Fue como la censura que se quiso hacer ahora que los de la CNTE se agarraron a catorrazos con la Policía Michoacán. No fue para evitar que los policías locales se vieran como lo que los obligan a ser. No, todo va más allá, hacia 2024. El año 2024 será crucial para la cuarta transformación pues será una prueba de fuego con un AMLO ya de salida, el partido dividido entre su propio sectarismo, producto de su herencia perredista; con la sociedad polarizada, los embates de la derecha, que ha sembrado más odio en torno a Morena y el presidente. A eso habrá que sumar si el candidato de Morena para 2024 es del agrado o no de los votantes y a quien sin duda los grupos de derecha le van a sacar hasta si alguna vez quedó a deber envases en la tienda. Todo eso pone en peligro la continuidad del morenismo en la Presidencia, y por eso se procura cuidar la imagen (de por sí desgastada) del partido y sus representantes. Esto, creo, va más allá de Ramírez Bedolla. Se trata de la sucesión presidencial. Al tiempo. Por cierto, y antes de cerrar este changarro, ¿y Raúl Morón? La gente anda platicando que él está detrás del relajito que trae la CNTE, pero esa es mera especulación.