Jorge Manzo / La Voz de Michoacán Morelia, Michoacán. En Michoacán se acentuó el tránsito y la residencia de centroamericanos y caribeños que intentan cruzar el país con el sueño de encontrar mejores condiciones de vida. La abogada y activista María Elena Mireles, junto con Hortensia Ríos, sostienen económicamente un refugio –quizá el único que hay en el estado– para darles cobijo a las personas indocumentadas en donde se le da techo y comida a haitianos que quedan varados tras salir de su lugar de origen y son dejados a su suerte. El refugio, que no es lo mismo que albergue, es un espacio en donde se acomodan las personas en donde hay lugar, ha llegado a darles asilo a 68 personas. En estos momentos siguen 14, pero la cifra de migrantes que duerme en donde les dé la noche puede ser aún mayor. Las activistas hacen lo que está a su alcance y con donativos y aportaciones propias mantienen la estancia de las personas que se enfrentan a una serie de dificultades, entre ellas, la xenofobia. Mireles, quien forma parte del Colegio de Abogados, recordó que el éxodo de haitianos ocurrió a partir de la crisis política que ha vivido su país, así como los fenómenos naturales que les han pegado, y buscando nuevos lugares para ponerse a salvo emigraron a Brasil, Chile o Ecuador, y otra gran cantidad arribó a la frontera de México, en Tapachula, propiciando un movimiento muy fuerte de personas en plena pandemia. Admitió que los gobiernos no están listos para enfrentar este fenómeno. Reveló que a su llegada a Tapachula los migrantes fueron recibidos por la delegación del Instituto de Migración en donde se implementó el programa de visas humanitarias. Ahí se les dieron fichas y después se tuvieron que desplazar a otras ciudades para obtener los documentos, sin embargo, en ese tránsito fueron abandonados; había personas que no tenían ni para viajar, ni cubrir necesidades básicas. La abogada reclamó más responsabilidades a los gobiernos, pues se avientan la pelota para asumir tareas de atender a personas en condición de migrantes. “Sólo se ponen a pensar en lo que ocurre en la frontera norte, y no se fijan en lo que está ocurriendo en el sur”, dijo la especialista, tras confesar que recientemente el padre Alejandro Solalinde visitó su refugio. Dijo que la Secretaría del Migrante en lo único que les ha apoyado ha sido consiguiéndoles un autobús para desplazar a los refugiados, mientras que el DIF Morelia con algunas despensas. Juntan dinero por cooperaciones o donativos para comprar el gas, la comida, medicamentos y lo que se vaya ocupando para que a los migrantes no les falte lo mínimo. La labor comenzó el 19 de diciembre. “Creíamos que cuando acudíamos a ayudarles que iban a tomar el autobús a otra ciudad, pero la sorpresa era que se quedaban aquí, porque aquí los habían dejado”, narró y detalló que el principal obstáculo al que se enfrentan es al idioma pues la mayoría habla francés. “¿Qué hicimos?, organizarlos, recibirlos, darle refugio, conseguir donativos para sus pasajes a la frontera y el refugio comenzó a operar con 19 personas entre mujeres, niñas y hombres. Tuvimos apoyo de la Secretaría de Salud para que los revisaran, para que los vacunaran”; compartió que incluso la Secretaría del Migrante daba los datos de referencia para que ahí acudieran a pedir apoyo. “Había momentos en que no hallábamos la puerta”. Al principio eran 20 organizaciones, después se mantuvieron dos, y en este momento, solo dos mujeres son las que sostienen ese espacio. “Hay albergues para indigentes, para niños maltratados, para mujeres y ancianos, pero lo que falta es que se generen espacios para migrantes”, concluyó.