Columna VERTEBRAL Erandi Ávalos / La Voz de Michoacán La invasión a Ucrania y lo ocurrido en San José de Gracia, Michoacán, son dos terribles sucesos con antecedentes, características e impactos diferentes, pero unidos por un elemento común: el lado oscuro de la naturaleza humana. Son muchas las razones por las que se pueden cometer actos atroces; somos seres complejos, llenos de contradicciones internas y externas que a nivel colectivo crean una red intrincada, caótica y en ocasiones brutal. Los eventos mencionados propician reflexiones que tienen una relación con el arte por el simple hecho de que el arte tiene relación con todo. En primera, pensar la guerra como mecanismo intencional de destrucción del patrimonio cultural. Desde las invasiones europeas al continente que ahora llamamos América, las guerras mundiales, los conflictos armados en África, la antigua Yugoslavia, Siria y muchos otros; los ejércitos han utilizado tácticas bélicas para eliminar identidades culturales de aquellos considerados “enemigos”, sin aceptar que es una pérdida que daña a la humanidad en general. A pesar de que existen tratados internacionales de protección al patrimonio cultural de zonas en conflicto, lo cierto es que no se cumplen cabalmente. Además de las afectaciones directas que están viviendo artistas de la región -algunos rusos por su exclusión en eventos internacionales, los ucranios por razones evidentes- existe el riesgo de daños al patrimonio, que ojalá sean nulos o mínimos al igual que las pérdidas de vidas humanas y de otras especies. Por otro lado, el arte es inmortal y se levanta para ser un testigo y dejar constancia de lo ocurrido. Lo vemos claramente en la serie “Los Desastres de la Guerra”, del gran Francisco de Goya; en las primeras vanguardias como anunciantes de una crisis ineludible; en la literatura un ejemplo simple es el relato autobiográfico “Tempestades de Acero”, de Ernst Jünger. Las segundas vanguardias, relacionadas íntimamente con la Segunda Guerra Mundial, y miles de ejemplos creativos como epítome de periodos conflictivos de todo tipo. Habrá también que estar atentos a las obras de arte que surjan a partir de esta guerra, que seguramente serán poderosos testimonios estéticos. Tan grande es la importancia del arte, que su destrucción y obstaculización es una de las más efectivas estrategias para dañar a un pueblo. La segunda reflexión es sobre la responsabilidad de los gobiernos de México y Michoacán en materia artística y cultural, y tiene relación indirecta con lo ocurrido en San José de Gracia. ¿Qué opinaría el historiador Luis González y González al saber que su Pueblo en Vilo, por fin tuvo resonancia internacional? Lástima que no sea por sus hermosas piñas de barro vidriado. Si bien el arte no depende de ninguna institución para existir, el desarrollo y armonía social en gran parte sí, y es el arte una de las más poderosas herramientas para ello. Como escribió Sun Tzu, en el tratado chino El Arte de la Guerra “Quien sabe resolver las dificultades, las resuelve antes de que surjan”. Vamos tarde, tal vez demasiado tarde, para resolver de fondo las complicaciones que hoy tenemos. Hay una deuda histórica, durante décadas el Estado no ha tenido suficiente interés por los artistas, artesanos, gestores culturales, ni por la riqueza tangible e intangible de pueblos y pequeñas ciudades. A excepción del General Lázaro Cárdenas, ningún gobernador ha tenido la visión necesaria para entender la importancia de cuidar e impulsar las fortalezas culturales, ni para ver los beneficios económicos y sociales que conlleva el fomento artístico como estrategia sólida de bienestar social y no como una actividad menor. Eso no significa que ser un artista o tener contacto cotidiano con el arte convierta automáticamente a alguien en una buena persona, pero sí significa que esa persona tendrá un espectro mucho más amplio para decidir cada una de sus acciones. Baste el trillado ejemplo del doble rechazo de Adolf Hitler, por parte de la Escuela de Bellas Artes de Viena, para valorar si el arte puede o no tener influencia en alguien y hasta qué punto la oscuridad del alma puede iluminarse con el simple hecho de ejercer una elevada inteligencia y una necesidad de reconocimiento en un entorno creativo y no destructivo. Cabe mencionar que no únicamente se debe ampliar sustancialmente el presupuesto para cultura; es necesario escuchar y tratar dignamente a los agentes culturales interdependientes, que son los que mejor conocen las necesidades y oportunidades para impactar fuertemente en la sociedad a través del arte, evitando el paternalismo anacrónico y los añejos problemas de pago de nóminas que devoran el presupuesto sin significar un beneficio real, directo y permanente. No es necesario inventar el hilo negro, solo escuchen y consideren a los expertos en el tema. El arte propicia el despertar de conciencias y hoy desde Moscú hasta San José de Gracia, urge que se encienda con más fuerza, tanta, que alcance a iluminar las tinieblas de todos los corazones ensombrecidos.