La golpiza sin muertos

Horrorizados, observamos en las pantallas de la televisión y de otros medios las imágenes de cuerpos desnudos que permanecían inertes mientras otros jóvenes…

PUNTO NEURÁLGICO

PUBLICIDAD

Luis Sigfrido Gómez Campos

Hace diez días se enfrentaron los “grupos de animación” de los equipos los Rojo y Negros del Atlas y los Gallos Blancos del Querétaro. Que no, que no son grupos de animación sino “barras” que se organizan para apoyar a sus equipos. Como quiera que se les llame (como si eso fuera importante), no son otra cosa que lo que antes conocíamos como “porras”, nomás que mejor organizadas o, mejor digamos, patrocinadas y auspiciadas por las mismas directivas de los equipos u otros organismos que actúan desde el anonimato.

Pero no, no podemos decir que estos grupos se enfrentaron, un grupo, el representativo del equipo Querétaro, agredió salvajemente a todo aquel que portaba una camiseta roja y negra como si fuera su enemigo de guerra, o peor, porque hasta en la guerra existen reglas que prohíben ese tipo de salvajismo de vejar al caído.

PUBLICIDAD

Horrorizados, observamos en las pantallas de la televisión y de otros medios las imágenes de cuerpos desnudos que permanecían inertes mientras otros jóvenes, la mayoría con camiseta azul y blanca, en el paroxismo de la violencia inaudita, todavía se ensañaban sobre la humanidad de esos jóvenes inertes.

Noticiarios internacionales (ya sabe usted como son de alarmistas) dieron cuenta de la existencia de varios muertos en el estadio de La Corregidora de Querétaro, y las autoridades mexicanas negaron de manera inmediata la existencia de muertos, “no hubo ni uno solo”, dijeron tratando de minimizar la gravedad del asunto.

Y sí, el parte oficial habló de puros heridos y ningún muerto, pero, ante la evidencia de las crudas imágenes que circularon por todo el mundo, pocos lo creen, aunque sea cierto.

El gobernador de Querétaro se dijo muy apenado y ofreció aplicar todo el rigor de la ley a esos agresores que no merecen estar en los estadios violentando un espectáculo que debería ser para toda la familia. Pues sí, es cierto, se trata de un espectáculo donde los grandes consorcios informativos y otros grandes inversionistas han multiplicado sus ganancias, porque el futbol no es otra cosa que un gran negocio.

Lo han convertido en un fenómeno de masas porque han descubierto que la gente, entre otras muchas carencias, tiene una gran necesidad de ese tipo de espectáculos. ¿En dónde se refugia el humilde trabajador que cansado culmina su jornada laboral? Decía un sabio comentarista deportivo, conocido como el filósofo del futbol, que el hombre del pueblo acude cada domingo al estadio para tratar de obtener, mediante el apoyo a “su equipo”, ese triunfo que la vida le niega durante toda la semana.

Y sí, no podemos negar que la frase Pan y circo para el populacho, que en su versión original romana decía “pan y espectáculos del circo” ha servido para mantener a la plebe apaciguada. Ese era el original sentido que le daba el poeta Juvenal en su décima sátira, él decía que el pueblo había perdido su interés en la política y solamente deseaba con avidez dos cosas: pan y juegos de circo.

La pasión futbolera se está desbordando y lo que pasó en el estadio del Querétaro, de algún modo, no es más que reflejo de una realidad violenta que nos está consumiendo.

Nunca me ha gustado jugarle al sociólogo de masas, pero siempre me pareció sospechoso que, en nuestro golpeado país, en las entidades federativas que llegaron a tener incrementos en sus índices de violencia o graves conflictos políticos, subieran equipos a la primera división. Es el caso de los Bravos de Ciudad Juárez, que llegó a ser considerada una de las ciudades más violentas del mundo; el equipo de los Cholos de Tijuana; los Dorados en Sinaloa, actualmente en segunda división; los Jaguares de Chiapas que surgieron después de la revuelta zapatista que, una vez apaciguada la región, entre comillas, su franquicia fue adquirida por el actual equipo de los Gallos Blancos del Querétaro, lugar donde todo mundo pensábamos que era un estado pacífico, pero ya vemos que no es así. ¿Puras coincidencias? No lo creo. Y si hay un poco de razón en lo que digo, Michoacán está pidiendo a gritos que le devuelvan a su equipo de primera división.

¿Y las sanciones? Más allá de algunos chivos expiatorios que paguen todas las culpas de los desmanes queretanos, el mundo del futbol parece un mundo aparte. Es un negocio que no se toca. Y es que las grandes corporaciones ahí tienen fincados sus intereses. El mundo del entretenimiento masivo, el gran circo, sigue y seguirá inalterado porque lamentablemente tenemos que reconocer que, de algún modo, está apuntalando un sistema político que lleva muchos años en grave crisis.

La golpiza aterradora que sufrieron los aficionados del equipo Atlas de Guadalajara no debería quedar impune, pero la sanción no debe recaer solamente en los miembros de la porra del equipo contrario. La sanción debe alcanzar a los grandes directivos deportivos que se enriquecen a costa del pueblo sin implementar las medidas de seguridad elementales para que no ocurran este tipo de hechos de salvajismo y deshumanización en su máxima expresión. luissifrido@hotmail.com