Mateo Calvillo Paz Caminamos por la orilla del río de la muerte. El monte está infestado de criminales, asaltantes y asesinos, no hay nadie que tenga piedad de nosotros y nos proteja. Todos los días caen muertos nuestros muertos hermanos. No sabemos cómo hemos sobrevivido. No hay autoridad ni fuerza pública ni ley ni orden. Y no hay nadie que pueda ayudarnos, que mandé fuerzas del Estado a proteger nuestra vida. No tenemos a dónde ir para protegernos. ¿Cómo es que sobrevivimos? ¿Qué esperamos para organizarnos y defendernos y restablecer el orden? Hay abundante sangre derramada, salpica a todos. Los criminales atacan en el corazón de la colonia, en medio del día. Se pasean con descaro, tienen las armas y toda la facilidad para herir, destruir y privar de la vida. ¿Qué esperamos que no despertamos y, ante la gravísima situación, imposible, no hacemos algo para protegernos, salvar nuestra vida y restablecer el orden público destruido? En la colonia Isaac Arriaga, asesinan a un hombre de 29 años. Se metieron a su casa, ahí lo mataron. Matan a autoridades, empresarios, periodistas, personas humildes. Lo mismo se puede afirmar de las demás colonias, ninguna está segura, sin sangre derramada. A veces hay balaceras y se fusila a muchas personas a la vez. Así sucedió en Zinapécuaro y en muchos pueblos más, ninguno está seguro, es el país de las sombras, los espantos, el terror, el paisaje donde se pasea la muerte. Los enemigos sanguinarios, armados están en todas partes, a todas horas y las fuerzas del orden que se supone que nos cuidan han creado el vacío, la gente siente que no hacen nada, está desamparada. Algunas autoridades responden en una retórica. Arrogante y mentirosa: se aplicará todo el peso de la ley, iremos hasta las últimas consecuencias. En un país con estado de derecho se supone que los policías siempre vigilan y actúan inmediatamente, apresan o abaten, toman medidas eficaces para restablecer el orden y detener la sangría. ¿Qué, ya nos acostumbramos al terror, ya nos resignamos y vamos a dejar que nos maten sin reacción, sin defendernos, como zombis o insectos indefensos y embrutecidos? ¿Ya perdimos nuestra dignidad, estamos anestesiados y vamos a morir sin luchar, sin dignidad, sin grandeza de alma? ¿Somos fatalistas, dejamos que el destino nos aplaste, nos creemos impotentes y condenados a morir cobardemente? ¿Ya se perdió el honor y la grandeza de espíritu y la fe en la victoria? La luz de lo alto Hay mandatarios que no escuchan, son cabeza dura, de piedra. Tiene los ojos, la mente y el corazón cerrados a la dura realidad, el dolor y angustia del pueblo. El pueblo es asesinado, está famélico y moribundo y ellos siguen tan ocupados en defender sus intereses mezquinos, políticos y clientelares. No les importa el pueblo ni el bien de la persona, de los ciudadanos humildes. Tienen grandes intereses facciosos, traen sus ideas y lo extraídas de sus ideologías miopes y sesgadas, defienden su cuota de poder y de riqueza material y sacrifican el bien del pueblo humilde, el bien común de México, su bienestar y su futuro digno, tranquilo. Después del niño ahogado llegan a lugares de la muerte y del cadáver y la sangre vertida pretenden tapar el pozo con grandes declaraciones. Pero ni siquiera tapan el pozo. Nos quieren enrolar en su evasión con una gran capacidad de decir grandes palabras y proferir interminablemente palabras vanas. Nos llevan al país bananero de sus mentiras, construyen la República de las falacias. Profieren palabras que suenan bonito y que pintan maravillas, pero son castillos en el aire. Es el reino de la mentira, son muy hábiles para armar frases que "envuelven” a la gente. Todo está bien, perfecto pero la República de su imaginación, y la retórica chapucera y hábil. Han perdido contacto con la realidad dolorosa y desastrosa y le pintan a la gente un país de riqueza y honestidad, que el país soñado y perfecto, pero sólo en su retórica e imaginación, sin verdad, sin realidad. Así maquillan el fracaso, de las crisis cada vez más profundas, la caída en el vacío, y los malos y pésimos pronósticos de las agencias que si califican en la realidad. Para ellos, llegar hasta las últimas consecuencias es llegar a la impunidad. Los criminales saben que derraman la sangre y no pasa nada. Igual todos los delincuentes. Estamos expuestos al crimen, a todos los peligros y la muerte, el gobierno mira a otro lado y no sirve para nada. Para quien tiene criterio y sensibilidad la situación es desesperante y el país se debate en la descomposición social, sinónimo de muerte. Urge salir del letargo, despertar y levantar la cabeza, recuperar la conciencia, tu fuerza y levantarse para desafiar la ola de descomposición y las contingencias. Despierta y recupera tu conciencia, eres señor de las cosas creadas. Eres artífice de tu vida y de la historia. Dios te dio el poder de administrar las criaturas y de crear historia. No podemos seguir agachados, sumisos para que vivales y manipuladores se impongan y nos destruyan por su capricho e intereses mezquinos. Dios puso en el corazón del hombre la energía ingente para conducir la historia venciendo la maldad y la mentira, la opresión y las insidias de los dictadores falsos y autoritarios.