Bernardo León “La experiencia es aquí extremadamente inequívoca. La democracia poliárquica sólo ha existido en países con predominio de economías de mercado capitalista y nunca (o como mucho brevemente) en países con predominio de economías que no eran de mercado” Robert Dahl Durante casi todo el siglo XX (desde 1929 hasta el 2000) México tuvo exclusivamente presidentes de un solo partido (PRI), por eso los politólogos -como Sartori- lo clasificaban como un sistema de partido hegemónico. Adicionalmente entre 1929 y 1989 solo hubo gobernadores del PRI y hasta 1991 la Cámara de Senadores solo tuvo priistas, la de Diputados y muchos congresos locales sólo tenían legisladores de ese partido, aunque poco a poco y de manera muy marginal fueron teniendo diputados de otros partidos. El primer congreso local sin mayoría priista fue el de Baja California en 1989 y en la Cámara de Diputados la oposición sólo tuvo mayoría hasta 1997. Este sistema de partido hegemónico era muy antidemocrático y muchas veces para mantenerse en el poder recurría – en su estrategia más burda – al fraude electoral, pero no exclusivamente. Precisamente por ser un partido hegemónico, otorgaba todos los empleos públicos (incluyendo los del poder judicial lo que inhibían su independencia) y todas las concesiones, las obras y lo servicios públicos. En mucho más de un sentido toda la vida pública giraba en torno del partido hegemónico. Por si esto fuera poco, además de controlar Pemex (que era un monopolio) también controlaba a la CFE (que también era un monopolio), en la época del “estatismo” llegó a controlar más de mil empresas paraestatales (como Telmex, por ejemplo). En su informe de 1982 el Banco de México señaló: “El déficit financiero del sector público, como proporción del producto interno bruto, fue 16 por ciento, aproximadamente. Esta proporción no tiene precedente”. A partir de los años ochenta, la crisis económica provocada por el “estatismo” permitió que la oposición – en particular el PAN– ganara algunos gobiernos municipales y luego la gubernatura de Baja California, más adelante la sociedad civil logró la autonomía del órgano electoral (1996-7) y diferentes partidos llegaron al poder en elecciones libres. En esta lógica la autonomía del Poder Judicial se fortaleció y ya se requería ser miembro de un partido para trabajar en el gobierno, el control de los medios de comunicación disminuyó y con sus problemas se empezó a respirar un aire de libertad y democracia en México. El gran defecto de la democracia mexicana entre 1997 y 2018 fue el no haber controlado la corrupción de las élites políticas y empresariales que no sólo mantuvo en la pobreza a muchos mexicanos sino también permitió un exponencial crecimiento de la criminalidad. Esa negligencia ha costado muy cara y está provocando el regreso del partido hegemónico ahora protagonizado por Morena. Mientras escribo este artículo se lleva a cabo el proceso de revocación de mandato que solicitó el presidente y su partido. Apenas el miércoles se llevará a cabo la discusión sobre la reforma constitucional en materia eléctrica que busca regresar al “estatismo” y posteriormente empezará la discusión sobre una reforma electoral que busca eliminar la imparcialidad del árbitro electoral. El INE. Morena quiere ser el nuevo partido hegemónico y López Obrador su caudillo. Todas sus políticas van en esa dirección. Los ciudadanos deberíamos evitarlo. Como en los ochenta, este es un llamado a la acción, deberíamos organizarnos en comités en las secciones electorales del país para articular un proyecto de defensa de la democracia pluripartidista y obligar a la oposición a abrirse para postular líderes ciudadanos en 2024. Sólo así podremos derrotar a Morena y sus ambiciones hegemónicas. Con sus defectos, la libertad solo existe en la democracia pluripartidista por eso hay que defenderla. Otra vez y como siempre los ciudadanos organizados tendremos la palabra. Twitter:@bernardomariale