Luis Sigfrido Gómez Campos Cuando recientemente un periodista le cuestionó en una mañanera al presidente respecto a qué respuesta se les podía dar a los padres de los menores desaparecidos, ya que un informe del Comité contra la Desaparición Forzada de la Organización de las Naciones Unidas ONU refiere que en nuestro país desaparecen 14 menores diariamente, el primer mandatario respondió que se les podía decir: “que estamos trabajando… todo el tiempo, todo el tiempo estamos trabajando para garantizar la paz, enfrentando a los intereses del antiguo régimen, y enfrentando campañas de desprestigio como las que lleva a cabo, entre otros medios, el que conduce Carmen Aristegui…” y por ahí continuó argumentando en contra de la parcialidad con que conduce su programa periodístico esta informadora; es decir, evadió el tema central de la pregunta, centrando su respuesta en “la campaña de desprestigio” en la que están metidos los detractores de la 4t. No soy proclive a ser un opositor por sistema respecto de todo lo que diga y haga el presidente de la República. Creo que en estos tiempos de animadversión política requerimos de la lucidez necesaria para discutir el fondo de los grandes temas nacionales sin que los sectarismos empañen la lucidez que se requiere para enfrentar los verdaderos retos. Tampoco considero apropiado adoptar la postura de defensor de oficio de todas las cusas de la 4t; “partidizar” las acciones de un gobierno es coadyuvar a la fragmentación de la unidad nacional que creo, debe prevalecer. Un partido, cuando llega al poder, debe gobernar para todos. En el caso que nos ocupa, el de la desaparición forzada de menores en nuestro país, el presidente López Obrador optó por no dar una respuesta directa a lo que se le estaba preguntando. Es posible que se deba a que se trata de un tema demasiado escabroso y a que el primer mandatario fue sorprendido para responder a botepronto a algo que, en sí, es un grave problema y uno de los compromisos sin solución de este gobierno. No pongo en duda la buena fe del presidente de que ponga todo su empeño en levantarse temprano todos los días a trabajar para acordar con el gabinete de seguridad los reportes y las acciones a seguir en materia de seguridad para tratar de “garantizar la paz”, pero sí dudo, y lo digo con todo respeto, que logre resolver este grave problema “enfrentando a los intereses del antiguo régimen” o confrontándose con campañas de desprestigio con los diversos medios de información como el de Carmen Aristegui. Gobernar es difícil y resulta imposible que un solo hombre pueda tener todas respuestas sobre todos los temas. De esta manera, el formato de las mañaneras es una navaja de doble filo. Lo mismo le ha servido como estrategia de un estilo muy particular de gobernar al presidente López Obrador que lo ha mantenido en altos niveles de aceptación popular, que lo puede colocar en un dilema para que sus detractores se aprovechen de sus erratas y respuestas improvisadas que lo hacen vulnerable. Es muy probable que lo escabroso del tema se deba a cuestiones de fondo y no solamente a campañas de desprestigio, resolver asuntos como el de la inseguridad pública, y particularmente el de las desapariciones forzadas en nuestro país, es un problema escabroso muy difícil de atender; tan difícil, que es muy probablemente no pueda resolverse en este sexenio. Es un problema tan enmarañado que se requiere de toda la energía, disposición y buena fe para revisar una y otra vez, y las veces que sea necesario, las estrategias a seguir y/o corregir para enfrentar este cáncer que lacera las entrañas de nuestra patria. Ahora bien, el asunto de inmiscuir en esta campaña de desprestigio a la periodista Carmen Aristegui, es otro asunto que también se presta a discusión. Dice el presidente López Obrador que “mucha gente fue engañada pensando que (el de Aristegui) se trataba de un medio de información profesional, objetivo, independiente, equilibrado...” pero que se trata de “simulación” porque, bien manejado, genera audiencia; ahora que estamos viviendo un proceso de transformación, todo mundo está enseñando el cobre y hay que definirnos. Es decir, porque estamos en un proceso de transformación debemos asumir que “o estás conmigo, o estás contra mí”, sin medias tintas. Toda crítica es vista con sospecha. Sé de personas de buena fe, partidarios del presidente López Obrador, que coinciden en que Carmen Aristegui dejó de ser una periodista objetiva e independiente y ahora no la toleran, cuando antes la alababan; pero también sé de personas que, en el pasado, consideraban a la periodista como una furibunda crítica, falta de objetividad, de los pasados regímenes panistas y priistas, y que ahora la adoran. Yo considero, empeñando mi buena fe, que la periodista Carmen Aristegui sigue siendo la misma de siempre, profesional, objetiva e independiente, pero, sobre todo, una periodista que no concibe el ejercicio periodístico sin ese ingrediente fundamental que es la crítica. Hay quien tiene la concepción de que el periodismo es crítico o no lo es. El periodismo crítico es uno de los contrapesos más efectivos del poder político y no puede concebirse un régimen democrático sin la libertad de expresión y sin un periodismo crítico e independiente. Un periodismo crítico profesional debería servir al mandatario como vigía de las acciones de sus subalternos y como guía para la acción. luissigfrido@hotmail.com