Luis Sigfrido Gómez Campos “La historia la escriben los vencedores” dice una máxima que sugiere que la versión de los vencidos resulta intrascendente en el momento inmediato posterior a la batalla. De ahí la importancia de que la historia desentrañe la verdad de lo acaecido en los hechos del pasado. La historia de México generó toda una corriente de pensamiento que posteriormente se escribió en los libros de texto y sirvió para la formación de la unidad nacional necesaria para el funcionamiento de un sistema necesitado de reafirmar sus valores patrios. De esta manera se diseñó un país cuyos habitantes fuimos adoctrinados con un cierto grado de unidad ideológica nacionalista, la cual está todavía muy arraigada en la conciencia de la mayoría de los mexicanos. Resultado de esta labor pedagógico ideológica es la construcción de los grandes mitos de nuestra historia, así como el reconocimiento de ciertos valores y principios que el sistema emanado de la revolución mexicana demandaba para fomentar la unidad nacional tan necesaria para el funcionamiento de una patria desgarrada por las rencillas internas. En ese contexto es que se crea y fortalece un grupo hegemónico que acabaría convirtiéndose, después de varias décadas en el poder, en lo que se conoce como “el partido único de estado”, y que fue base del desarrollo y generador de los viciosque devinieron en lo que ahora somos. Es importante señalar que, en el último período de la preponderancia de este partido, se generó un cambio importante en cuanto a la línea ideológica tradicional que le había dado sustento al sistema nacionalista mexicano. A partir del gobierno de Miguel de la Madrid y, particularmente, del gobierno del presidente Salinas, se difundió la idea de que se requería urgentemente que México se incorporara a un sistema global de la economía en virtud de que nuestras instituciones se estaban quedando obsoletas; que teníamos un Estado patrimonialista, obeso e ineficiente, además de corrupto; que se requería incorporar al Estado a la modernidad mediante un proceso transformador que lo adelgazara; es decir, que se deshiciera de gran parte de las empresas que administraba para que los particulares realizaran esas funciones de manera más eficiente. Ese proceso de adelgazamiento del Estado no se realizó sin que hubiera fuertes resistencias de parte de la izquierda nacionalista tradicional, quienes acusaron a los nuevos gobiernos de ser herederos ideológicos de Milton Friedman, y de los Chicago Boys, que sugerían la aplicación de políticas globalizadas de no intervención del Estado en la economía. Este proceso de adaptación “necesaria” a la economía global tuvo que hacerse mediante un proceso legislativo intenso que modificó varios principios que se consideraban inamovibles del viejo sistema emergido de la revolución. Igualmente, esas reformas requirieron de algunas adaptaciones al sistema educativo nacional, las cuales tuvieron que hacerse en medio de grandes discusiones respecto del contenido de los libros de texto que habían servido de soporte ideológico para la formación de las nuevas generaciones de mexicanos. No estoy muy convencido de que el objeto de esas reformas tuviera la finalidad perversa de formar personas profesionales, ciudadanos, deshumanizados y egoístas, pero sí creo que obedecen a la necesidad de reformular una visión del mundo distinta a la ideología nacionalista surgida de la revolución mexicana. Todo movimiento transformador y/o revolucionario requiere adaptaciones a lo que Marx llamaba la superestructura ideológica, dentro de la cual forma parte importante el sistema educativo mediante en el que se refuerzan los contenidos en los que descansa todo el sistema. Ahora bien. En la mañanera del pasado martes el director de Materiales Educativos de la Secretaría de Educación Pública (SEP), Max Arriaga, dio a conocer un nuevo plan educativo que pretende cambiar el actual sistema en virtud de que se considera que sus contenidos refuerzan el sistema neoliberal y no están acordes con la visión transformadora del gobierno de la 4t. Obviamente surgieron fuertes críticas a la implementación de este nuevo plan educativo. Se dijo que es más ideológico que pedagógico y muchas cosas más. Toda reforma de esta naturaleza tiene, necesariamente, grandes resistencias. No se puede modificar el contenido del libro de texto único y gratuito sin que se dé una gran discusión nacional. Existen tantas formas de pensar que resulta ingenuo creer que no va a causar gran revuelo un programa que pretenda cambiar los contenidos de lo que se va a enseñar en las escuelas a los niños. El envío de la propuesta de la reforma electoral al Congreso de la Unión por parte del Presidente de la República, que pretende realizar modificaciones constitucionales y cambios importantes al sistema electoral, quitó de los reflectores al plan educativo dado a conocer el pasado martes, pero resulta inevitable que, llegado su momento, se instaure un gran debate nacional en torno de los contenidos y cambios en del modelo educativo nacional. Pero no podemos dejar de apuntar que, en el fondo de toda transformación, está latente ese famoso principio que refiere que la historia la escriben los vencedores. luissigfrido@hotmail.com