Luis Sigfrido Gómez Campos A doña Emma con todo mi amor Mi madre solía ponerme VapoRub en el pecho y arroparme cuando escuchaba que estaba enfermo de los bronquios. Ese bálsamo que huele a eucalipto y a mentol era la poción maravillosa que aliviaba todos mis males. Las suaves manos de mi madre sobre pecho y espalda reconfortaban mi alma y solían tener un efecto mágico sobre mi cuerpo necesitado de su cariño. Éramos muchos hijos y tenía que repartir pedacitos de su amor en muchas porciones que, a fin de cuentas, constituían un inmenso amor hacia toda su familia. Fue una madre que intentó ser equitativa y supo darse en la medida de sus posibilidades. Cuando mi mamá vivía,yo solía lisonjearla cantándole la canción “Madrecita” del compositor cubano Osvaldo Farrés, que entre otras cosas dice: “Tu cariño es mi bien, madrecita; en mi vida tú has sido y serás el refugio de todas mis penas y la cuna de amor y verdad…” y en una segunda parte viene la aclaración innecesaria (por obvia), pero muy halagadora:“Y aunque amores yo tenga en la vida y me llenen de felicidad, como el tuyo jamás madre mía, como el tuyo no habré de encontrar”. A las esposas, novias, parejas, amantes u lo que sea, suele no gustarles esta obviedad: por muy intenso que sea el amor pasional, no existe medida de comparación con el amor de una madre, porque se trata de un tipo de amor totalmente distinto. Pero dejemos de momento esta disquisición. Decía que le cantaba con mucho amor a mi jefecita la canción “Madrecita” de Osvaldo Farrés, la cual solía interpretar con maestría el gran José José; pero mi hermana, menor en edad y con un gran corazón e inteligencia, literalmente ¡me la mató! Por ese entonces surgió esa bella canción “Señora, señora, señora”, de la compositora Denise de Calafe, que expresa las cosas más hermosas que se pueden decir a una madre en el ámbito de la música popular. Mi hermana Rubí de María se la llevó a doña Emma Campos Castilla y la solíamos escuchar el día de las madres. Dice Denise de Calafe en su canción: “A ti que me diste tu vida, tu amor y tu espacio; a ti que cargaste en tu vientre dolor y cansancio; a ti que peleaste con uñas y dientes, valiente en tu casa y en cualquier lugar; a ti rosa fresca de abril a ti mi fiel querubín. A ti te dedico mis versos, mi ser, mis victorias; a ti mis respetos señora, señora, señora; a ti mi guerrera invencible; a ti luchadora incansable; a ti mi amiga constante, de todas las horas”.¿Qué más se le podía decir a esa mujer amorosa guerrera invencible que fue mi madre? Es difícil superar a Denise. También por esos años, el día de las madres, mi hermana Adriana le recitaba a doña Emma “El consejo maternal” del vate brasileño Olegario Víctor Andrade, un poema triste en el que la madre advierte los ojos llorosos de su hijo y lo llama para decirle que él oculta una pena, pero él ignora que hasta la madre más sencilla sabe leer en el alma de sus hijos cuando tienen un profundo dolor. Y después le dice: “¿Quieres que te adivine lo que sientes? Ven para acá, pilluelo, que con un par de besos en la frente disiparé las nubes de tu cielo. Yo prorrumpí a llorar. Nada, le dije, la causa de mis lágrimas ignoro; pero de vez en cuando se me oprime el corazón, y lloro... Ella inclinó la frente pensativa, se turbó su pupila, y enjugando sus ojos y los míos, me dijo más tranquila: llama siempre a tu madre cuando sufras que vendrá muerta o viva: si está en el mundo a compartir tus penas, y si no, a consolarte desde arriba. Y lo hago así cuando la suerte ruda, como hoy, perturba de mi hogar la calma, invoco el nombre de mi madre amada y, entonces, siento que se me ensancha el alma”. Y, como mi hermana Adriana solía recitar con desmedida pasión esos versos, se nos llenaban los ojos de lágrimas por esos días de las madres. Yo, hace poco tiempo, seguramente inspirado por todas esas vivencias y por el inmenso amor que le tuve a mi madre, escribí una canción, de la cual me permito referir algunos versos: “Desde que latí en tu vientre sólo recibí ternura, tu alimento mi hizo fuerte y desgasté tu hermosura; al dar mis primeros pasos, en mis primeras caídas me tomaste entre tus brazos y curaste mis heridas… … Me prometiste una tarde, que siempre estarías conmigo, porque el amor de una madre nunca abandona a sus hijos; hoy que ya estás en el cielo que tanto te necesito, siempre me das tu consuelo, siempre te llevo conmigo. Siempre me das tu consuelo, estás tú siempre conmigo”. Existen diferentes formas de expresar el amor a una madre. No todas las personas cantan, escriben o recitan. Todas mis hermanas y hermanos le expresaron su amor a doña Emma de diferente forma, muy a su manera; mi madre contó, afortunadamente, con la reciprocidad y el cariño de toda su familia. Mañana es 10 de mayo, día de las madres. En cada rincón de la geografía de nuestra patria, cada familia, cada hijo, suele mostrar de la mejor manera, de acuerdo a sus posibilidades, el amor a su madre. En mi caso, hoy que doña Emma ya está en el cielo, cuando sufro, no dejo de invocar su nombre y siento que siempre me da su consuelo. A veces, muy frecuentemente, su recuerdo me hace llorar. luissigfrido@hotmail.com