Opinión | Janitzio, la tragedia de Eréndira y Zirahuén

Emilio Fernández es Zirahuén y María Teresa Orozco es Eréndira, personajes que dan rostro y vida a una historia de amor y tragedia en el marco de la isla de Janitzio y el lago de Pátzcuaro.

Jaime Vázquez

Emilio Fernández tenía 30 años cuando obtuvo su primer protagónico como actor en el cine, en la película Janitzio, dirigida por Carlos Navarro en 1934. Enamorado de la ficción en la que envolvió también su propia biografía, Fernández, hijo del coronel español Emilio Fernández Garza y de Sara Romo, indígena kikapú, relataba con orgullo y a quien quisiera escucharlo sus andanzas como revolucionario delahuertista, el episodio de su encarcelamiento, la condena a muerte por los obregonistas y la manera heroica como se fugó de la prisión de Santiago Tlatelolco para huir a los Estados Unidos, en donde se ganó la vida en diversos oficios.

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Se dice que Emilio tenía 24 años cuando, por recomendaciones de Dolores del Río, modeló para la estatuilla que Cedric Gibbons, esposo de Dolores, preparaba para los premios que hoy conocemos como Óscar. Que fue Dolores quien lo apodó “Indio”. En la biografía que Fernández inventó modificaba los episodios, detalles y fechas de su vida para encontrar el guion que se ajustara a su gusto. Afirmaba haber conocido a Carlos Gardel y a Onassis. Que gracias a su arrojo evitó que se ahogara en un lago Olga Freud, la novia de George Nelson, el famoso gangster Baby Face quien, en agradecimiento, lo invitó a tomar unas copas en el Escuadra Beach Hotel de Chicago, donde conoció a Rodolfo Valentino, quien admiró su manera de bailar tango. Confesaba haberse enamorado de Dolores del Río y de Olivia de Havilland. La casa de Coyoacán en la que Emilio Fernández vivió hasta su muerte está en la Calle Dulce Olivia.  

Comenzó sus andanzas en 1925 en el cine hollywoodense como extra y doble de algunas luminarias, entre ellas de Douglas Fairbanks. Su primera película fue Torrente, de 1926, dirigida por Monta Bell y estelarizada por Greta Garbo y Ricardo Cortez. Ya en México y después de más de una decena rodadas en los Estados Unidos, Fernández participa en La buenaventura y Escándalo antes de encarnar al bandolero Toparca en Cruz Diablo, la ópera prima de Fernando de Fuentes, en 1934.

En noviembre de ese año, Cinematográfica Mexicana emprende el proyecto de filmación de Janitzio, sobre un argumento de Luis Márquez adaptado por Roberto O´Quigley y dirigido por Carlos Navarro. Emilio Fernández es Zirahuén y María Teresa Orozco es Eréndira, personajes que dan rostro y vida a una historia de amor y tragedia en el marco de la isla de Janitzio y el lago de Pátzcuaro. El cinefotógrafo Jack Draper, encargado de la fotografía de Janitzio, había llegado de Estados Unidos a México en 1933 para trabajar en la película ¡Viva Villa!, cinta estadounidense dirigida por Jack Conway y estelarizada por Wallace Beery como Pancho Villa. Draper encontró en el cielo de Pátzcuaro, en su horizonte lacustre, en los rostros indígenas, en los rebozos y en la inmensidad de la naturaleza en contraste con la pequeña dimensión humana, una profundidad fotográfica, una estética de que Emilio Fernández imprimió en muchas de sus películas como director, a través de la cámara de Gabriel Figueroa. La concepción del lenguaje visual le debe mucho a Luis Márquez, pionero en la cinefotografía. Está en las imágenes de Janitzio la impronta de ¡Que viva México!, del legendario Serguei Eisenstein, el cineasta ruso que nos visitó entre 1930 y 1932.

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Tenía 30 años cuando protagonizó Janitzio

Emilio Fernández, ya como director, emprendería dos proyectos más con la historia de Janitzio modificada: en 1943, con María Candelaria en los canales de Xochimilco, y en 1948 con Maclovia, con la que regresa al paisaje michoacano para relatarnos otra versión de la historia de Eréndira y Zirahuén, ahora con los personajes de Maclovia (María Félix) y José María (Pedro Armendáriz).

Quedan, entre las embarcaciones y el lago, las imágenes de Janitzio, que documentan la semilla estética de un modo de hacer nuestro cine.

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Jaime Vázquez es promotor y gestor cultural con una trayectoria de más de 40 años. Estudió Filosofía en la UNAM. Fue docente en el Centro de Capacitación Cinematográfica. Ha publicado: cuento, crónica, reportaje, entrevista y crítica en diversos diarios y revistas. Colaborador de la Enciclopedia de México. Conductor en Los Contertulios de Radio Educación, y en Amor por los libros para Puebla TV.  

@vazquezgjaime