Gonzalo Reyes De lleno ha comenzado la actividad de los jaripeos y desde hace algunos meses atrás, del año pasado, a excepción de la tregua enero-febrero 2022, por la persistencia de la pandemia, los espectáculos ya brillan con el mismo esplendor de antes de la pandemia: los grandes amigos ya están dispuestos a no dejar morir la tradición de los ranchos y en los mismos ranchos, donde aún en su esencia se practica la jugada de toros, ya sea en montas a cajón o con toros bravos y caballistas en la jugada, en donde los protagonismos no exceden a las incidencias en el ruedo. Los que le invierten para preservar con las acciones en el ruedo se han reactivado y quienes mantenían un reducto de ganado para estos festejos ya se encuentran fortificados nuevamente a pesar de las prohibiciones durante casi dos años en que solo mantuvieron en sus corrales lo elemental para no dejar sucumbir el gusto propio, a pesar de que seguimos trabajando e invirtiendo en las estructuras y con pérdidas y todo en contra le siguieron con sus explotaciones ganaderas. Da gusto encontrase de nueva cuenta con los amigos que con renovados bríos ahora invierten otra vez, para que el prestigio como criadores de toros para el jaripeo siga manteniendo viva la llama por el gusto e identidad más mexicano y más gusto da que los toros regresen de nueva cuenta a los ruedos, ahora con sus instalaciones llenas de ganado y en espera de hacerlos ver en toda su expresión causando emociones ante los publico que con expectación regresan de nueva cuenta a los escenarios donde se encuentra el regocijo y el gusto por las emociones fuertes. Fue una gran pena y daba tristeza el ver como durante el desarrollo de las prohibiciones impuestas por la pandemia, tuvieron que deshacerse de la mayor parte de ejemplares que fueron vendidos como carne para absorber las pedidas generadas y ahora las ganaderías se ven en armoniosa actividad con ejemplares nuevos y con los toros que conservaron y que venían dejando huella en los jaripeos que fueron suspendidos por causas ajenas a la voluntad. El trabajo ha regresado de lleno y los compromisos se han incrementado al grado de que ahora casi todos cuentan con agenda llena y con el gusto de verse en los espectáculos para dar las mayores satisfacciones a la gran afición que se ha desarrollado en todas las plazas de más de diez estados, sobre todo del centro del país, donde gustan y practican el jaripeo como alternativa para el esparcimiento: donde la adrenalina impulsa para jugarse la vida y así sin importar ponerla de por medio, los jinetes también con sus equipos tienen llenas las agendas de programas para en esta nueva oportunidad seguir dándole mayor proyección a los festejos que estuvieron limitados. El trabajo ha regresado y nadie se acuerda de las causas que originaron la tregua y nadie quiere acordarse de aquellos días funestos que nos hicieron vivir, ante el cumulo de informaciones mal infundadas en que nos hicieron creer que estábamos expuestos ante una catástrofe, que si lo fue, pero nunca en la magnitud de cómo nos la plantearon y que nos hizo vivir en la incertidumbre y con todos los temores del mundo ante la situación a la que nos enfrentamos: que si fue negativa, pero nunca como nos la proyectaron, cuando dijeron que todos nos íbamos a contagiar pero con resultados que podrían ser catastróficos y de aniquilación para el género humano. La realidad es que si fue grave la oleada de contagios, enférmanos la mayor parte de la población y si sufrimos; y muchos desafortunadamente, los más vulnerables por padecer algún trastorno degenerativo, no pudieron seguir contando entre los que ahora estamos para renovar la confianza y seguir adelante; los síntomas fueron graves y más se agravaron por la cuestión psicología y el estrés al que fuimos inducidos por las suposiciones de que se iba a arrasar con multitudes. Aquellos días de incertidumbre y de falta de trabajo para la gran mayoría de los que “realizábamos labores no esenciales”, ha quedado en el olvido y desde ese concepto de suspender “actividades no esenciales”, fuimos golpeados por la crisis en que un sistema globalizado cae cuando el engranaje de cualquier miembro es detenido. Cuando todo, pero todo es esencial para no detener el proceso de producción ya que todos necesitamos de todos; pero ahora ya de lleno en la nueva normalidad, regresamos con mayor ímpetu y con más deseos de hacer lo que nos fue denegado. De hecho, los que pertenecíamos al sector de actividades no esenciales, tuvimos que dedicarnos a otras labores y de cualesquiera formas seguíamos expuestos ante lo que se decía iba a ser un caos médico: la oleada de contagios no se detuvo y no se podía detener. Mientras algún miembro de la familia estuviera en actividad ante la presencia de semejantes, los contagios se dieron, pero lo bueno; y eso si está fuera de cuestión, lo es las medidas de prevención a que fuimos sometidos, ya que eso propició en alguna manera que la expansión de contagios se diera gradualmente y eso es lo que deberíamos seguir practicando, no es malo usar cubre bocas y sanitarse en cuanto sea posible, no es malo permanecer separados el mayor tiempo posible y menos malo es que quien se sienta con síntomas de algún trastorno se quede en casa. Al menos las molestias comunes como las gripes a las que estábamos habituados y otros contagios de contacto entre multitudes, han disminuido y la taza de padecimientos que antes eran estacionales y se daban constantemente, por lo menos ahora se han reducido y ya no es común encontrar a alguien que diga, “tengo gripa” para a los pocos días, los que estuvieron en contacto con esas personas padecer la enfermedad por el contagio adquirido al contacto, que anuqué ya estábamos habituados a ello, no mermaban. Para muchos las vivencias que comenzaron el 16 de marzo de 2020, fue una pesadilla plagada de incertidumbres, a la fecha el factor psicológico sigue afectando a los que fueron absorbidos por la tendenciosa mal información para enfrentar a la pandemia, que esta si fue real: afortunadamente la época en que nos tocó vivir, no tiene ninguna relación con las grandes pandemias que azotaron a la humanidad en tiempos del pasado, ahora con los avances científicos y tecnológicos, nuestros sistemas inmunes están más que reforzados para solventar cualquier contingencia y los modelos de investigación en un tiempo record dan con los paliativos que han de mermar los efectos de los contagios. En sí. el género humano es más resistente ahora, al saberse que origina los trastornos que en la simbiosis natural y biológica se cran en el entorno entre causantes de enfermedades y los humanos y hasta en los animales. Ahora casi al instante se identifica a los agentes ocasionales y se plantean las posibilidades de su procedencia y casi de inmediato se obtienen las teorías de cómo combatir a cualquier agente patógeno que nos intente causar daño y alteraciones. Ya no vivimos en aquellas épocas oscurantistas en que se suponía que las causales de epidemias eran castigos divinos, cuando los mismos que profesaban las formas de florecimiento poblacional que al menos en muchas civilizaciones eran los dirigentes de las cuestiones religiosas o de culto y que solo aceptaban de tajo que la divinidad era quien imponía y podía parar cualquier alteración; costó los más absurdos castigos y vidas abrir los ojos a la realidad ante el ocultismo que regía los interese de quienes dirigían el destino de los reinados ante sus súbditos; los métodos de progreso en todos los ámbitos han desarrollado una mejor calidad de vida y la apertura al conocimiento interno y externo, los modelos científicos superaron los modelos místicos y sin fundamento. Grandes mentes se revelaron a los dogmas impuestos por los antiguos dirigentes del mundo, creencias que imponían para el sometimiento sustentados en la fe, que ha sido la clave para la estabilidad o inestabilidad de las civilizaciones; muchos de aquellos seres iluminados, eso sí, por la divinidad cosmogónica, tuvieron que pagar con sangre la osadía por defender sus teorías liberales y aunque ante los tribunales de su época se tenían que retractar, con palabras inmortales daban seguimiento ante las afirmaciones metodistas y de sumisión de que eran objeto, al claudicar para poder salvarse de las injurias y tormentos al retractarse de los avances científicos que lograban por la iluminación que el omnipotente les planteaba, para abrirle los ojos a la humanidad. Y aunque para salvarse tenían que aceptar que la tierra era plana, un gran maestre les dijo “y sin embargo se mueve”, dejando con esas palabras constancia de su inagotable fuente de visión científica, que en nada está pelada ante la fe, porque “una fe bien encausada” es la llave para una vida mejor. Aquellos fueron tiempos borrascosos, como en la actualidad los cotos de poder lo intentan seguir maniobrando, pero ante otras situaciones de intereses de actualidad, como las informaciones tendenciosas que hacen cambiar la opinión pública y la manipulación de masas en forma drástica, lo estamos viviendo en el momento de hoy, tal como las informaciones mal infundadas del manejo de la pandemia que aún nos acecha y no solo en nuestro país, en todo el mundo el conflicto por el poder de los oscurantistas actuales se sigue manifestando al valerse del concepto emocional que sobre sus civilizaciones se siguen argumentando para trastornar la realidad y lograr sus cometidos. Pero el contexto es que ya vivimos “en la nueva normalidad”, la de la post pandemia y la única manera de no caer en el juego de la opulencia de los mandos actuales es informarse con certeza de los acontecimientos que rigen nuestras vidas, gozamos de libertad de creencia y pensamiento, aunque nos intenten manipular. Por fortuna ahora estamos ante la alternativa de una vasta diversidad de conocimientos y avances científicos, lo único es mantener nuestras convicciones y analizar las situaciones y echar un vistazo a los hechos del pasado para no caer como antes lo hacían sin informaciones fidedignas para las civilizaciones de la Europa Medieval. Ahora tenemos una amplia libertad de opiniones y de avances que son fácilmente de consulta, no ay que temer a un eclipse como antes se les decía que era un castigo divino y que les acarrearía desgracias; ahora ya sabemos que ocasiona un eclipse y el pensamiento generalizado es que así como viene va a pasar sin mayores alteraciones; a mí el gran eclipse de 11 de julio de 1991 me trajo lo mejor de la vida que he podido experimentar, lejos de una catástrofe, ese eclipse me trajo a mi primer hija y que ha contribuido para seguir sustentando a la humanidad con sus investigaciones que realiza a diario en los laboratorios donde le han dado la oportunidad de acrecentar el progreso para los semejantes. El punto es que lo mal intencionado si así fue, el manejo de la pandemia que se cursa aun, nos ha dejado una expectativa que en nada se parece a lo que se nos planteó cuando esta dio inicio, si causo mucho mal pero no al grado de hacernos desaparecer como hasta en algunos medios se manejaba. Gracias a los aportes de gente con preparación e iluminada por la divinidad vivimos una vida mejor y plena de conocimientos donde no deberíamos tener temor alguno ante la adversidad porque estas se superan: y la prueba es que ya podemos hacer lo que tanto nos apasiona y nos da sustentabilidad para engrosar el sistema globalizado en que por fortuna estamos inmersos en nuestro país. Por eso la mejor noticia es que ya podemos realizar con casi la misma libertad de antes lo que más nos gusta para integrarnos al sistema de producción; y ya podemos gozar a plenitud, como en mi caso de los jaripeos, donde contamos con nuestra gente con gran entereza y que no claudica como nunca lo hicimos y que a pesar de las prohibiciones seguimos trabajando desde atrás para no dejar caer la estructura en que se ha consolidado la fiesta más mexicana, que por fortuna ya se puede disfrutar como hace 2 años atrás antes de que iniciara la pandemia.