Postura personal sobre las corridas de toros

Si no existieran corridas de toros, entonces el último reducto de una especie que ha desaparecido para siempre el uro no existiría en las pequeñas reminiscencias de sangre que se conservan de ellos

Gonzalo Reyes

Las costumbres se hacen leyes y muchas de las veces no se necesita escribirlas ni firmarlas para llevarlas a cabo con puntualidad, pulcritud y rectitud: y eso ocurre precisamente cuando entre gente recta se establece el vínculo que dará carácter a la persona y en conjunto a una expresión que no requiere de estatutos para cumplir con los rituales ancestrales que por idiosincrasia se exponen, donde intervienen los más capacitados para manifestar el sentir de todo una población y eso es lo que acontece en caso concreto con el jaripeo y con todas las tradiciones que tienen relación con el uso y manejo del ganado donde se han forjado estándares para el entretenimiento producto del trabajo que en su medio de explotación para la subsistencia de la poblaciones se realiza en el campo como una forma de vida apremiante y además durante varios siglos.

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Hemos insistido que más de 500 años abarcan la historia de la ganadería en nuestro país y que le ha dado su forma de vida y carácter a la población, entre los que han practicado y desarrollado esta la única manera de subsistir, en que se han visto desenvuelto e involucrados entre bastos y casi todos los núcleos poblacionales en buena parte de la nación mexicana y de otros países afines que se vieron implicados con la conquista española y que trajo una cultura nueva que se amalgamó con mesclas de las formas de vida que se practicaban desde tiempos inmemorables en esta parte del planeta a donde introdujeron a los grandes mamífero que ya habían domesticado en el viejo mundo.

El ganado mayor, el mismo que marcó la transculturización de la nación mexicana, la de todos los que habitamos este, nuestro espacio territorial y que es el de algunos que por cuestionamientos de “tendencias modernistas” no toman conciencia de sus raíces;  ya que prácticamente  desconocen que desde se empezaba a forjar bajo el yugo de la corona española el México y Estado de Derecho que tenemos todos actualmente, se atreven a atentar desde una cámara legislativa, que les queda grande por cuestiones de raciocinio más que nada sobre  los grandes logros que durante 500 años se han conseguido derivado de actividades que permitieron el desarrollo de nuestro país y uno y de suma importancia lo fue y a la fecha ha sido una gran victoria que nos dio identidad por cierto, el hecho de que los naturales y mestizos de la colonia lograrán concesión para utilizar el caballo, que se dice fue el mayor instrumento de la conquista (lo fundamental para que cedieran los pueblos prehispánicos fue por el factor de la salud y enfermedades desconocidas).

Estos despistados legisladores, azuzados por intereses trasnacionales que solo sirven para la desestabilización, sin tomar conciencia de los riesgos que sus empeños prohibitivos de tradiciones implica: desconocen y no se instruyen en que una vez que sus antepasados lograron ante sus opresores, la merced de montar y manejar el ganado mayor, los naturales, nuestros ascendientes, superaron en cualidades a los que representaban a la corona; y por lo tanto también no quieren reconocer que por este hacho, así comenzó la tradición campirana, la tradición del jaripeo y las justas de entretenimiento entre el humano y el ganado mayor.

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Esto aconteció desde mucho antes de que nuestro territorio fuera llamado México, lo que en definitiva nos ha marcado, con el gusto por competir ante la fuerza bruta de los grandes mamíferos que inexorablemente tienen que ser destinados para el consumo de las grandes poblaciones, no solo en México, en todo el mundo, esta simbiosis de productividad ha dado lugar a tradiciones que previo al beneficio zootécnico que representa el manejo del ganado estabulado, se le ha encontrado otra función que ha servido para el esparcimiento de multitudes.

Llamémosle a una tradición derivada del trabajo ganadero y ahora alternativa para el espectáculo a las corridas de toros, que son el único motivo que tiene para existir la estirpe de Toros de Lidia: y es precisamente esta situación, si no existieran corridas de toros, entonces el último reducto de una especie que ha desaparecido para siempre el uro no existiría en las pequeñas reminiscencias de sangre que se conservan de ellos, ahora en los toros de lidia, ejemplares casi de culto, porque se les dedica más vida que dinero, las de sus criadores que se han empeñado en conservarlos y para mantenerlos en existencia pues se requiere esmero y empeño y se crían en más de 8 países del mundo que así contribuyen a que una raza y casi una especie se mantenga viva hasta nuestros días y que la  podamos gozarla en presencia y no en el recuerdo como otras tantas que han desaparecido porque nadie se preocupó por ofrecerles protección, ya que simplemente no tenían una función zootécnica que se pudiera aprovecharles para evitar su extinción y que en la cadena de esta supervivencia del toro de lidia, ha dado lugar al desarrollo ecológico de su entorno en donde se han beneficiado otras especies salvajes, que no revisten de interés zootécnico para que así sobrevivan bajo el amparo y cuidados que se les prodigan a las manadas de toros de lidia..

Ahora si algún legislador que pretenda seguir con el modismo tendencioso internacional que viene derivados de conceptos separatistas entre otros países que llevan reyertas internas, tras los hechos de su prohibición y humanización de especies animales, les informo, para que se  preocupen por instruirse de sus raíces y dejen de lado los puntos de vista carentes de argumentos de peso que exponen cuando intentan plantear la posibilidad de proscribir nuestras tradiciones desarrolladas del trabajo centenario, histórico y de subsistencia entre la simbiosis “humanos y grandes mamíferos”, me gustaría que se apasionaran y que se adentraran en lo grandioso e histórico de nuestras tradiciones pues el hecho de pronunciar la palabra jaripeo; si el jaripeo así como suena de bonito, es la expresión con que en la lengua purépecha definían las labores de campo y del ganado mayor con las cuales en intenso trabajo ganadero y agrícola daban (y dan) de comer a las poblaciones.

Se generalizó este vocablo tanto que cuando se llegaba la fiesta de cualquier lugar de la colonia, los más avezados exponentes de las faenas campiranas, que eran ellos, estos caporales, considerados uno de los grandes sustentos, como a la fecha lo son aún para la nación y para ellos mismos, si ellos  los que hoy pretenden proscribir actividades derivadas del trabajo de subsistencia, porque no creo que no requieran proteínas, vitaminas, minerales y todo lo que en la naturaleza de las explotaciones agropecuarias se logran para armonizar y cumplir un ciclo de vida, pues al no comer naturaleza, han intentado procesarla sintéticamente y los que consumen suplementos alimenticios adquieren graves trastornos que ya se ha visto y que rápido destruyen a los organismos que, de lo químico y no lo natural obtienen esos elementos de nutrición que se suministran en forma vegana, como es la tendencia actual que ha orillado a las prohibiciones zootécnicas y a la humanización de plantas y animales, cuando son el alimento natural y que da lugar a vidas hasta de más de cien años y a plenitud, al compararse con los estragos que causan los suplementos químicos que ocasionan otros trastornos anabólicos para convertirse en dolorosa agonía que  termina prematuramente con vidas.

Pues bien los criadores de vida, la gente del campo, los trabajadores de las explotaciones agropecuarias de hace 500 años a la fecha en nuestro país y en el mundo entero tenían por el gusto de hacerlo simplemente, que mostrar sus habilidades ante la población ya ubicándonos en las poblaciones de lo que es nuestro país y en un redondel donde sometían a las más poderosas vestías de sus entorno, llámense caballares o bovinos, les realizaban la faena, haciéndolos rodar al piso para tratarlos de lo que se necesitaba y después ya como travesura el más arriesgado hacia el intento de domar algún potro o le montaba a un toro y así como espectáculo nació el jaripeo.

Todo mundo se llenaba y a la fecha se llena de regocijo al contemplar tan maravillosas faenas de subsistencia ya en el tenor de entretenimiento; pasaron los años y los siglos y grandes personalidades estuvieron vinculados con el jaripeo, don Miguel Hidalgo, torero a pie y a caballo y criador y dueño de tres haciendas donde se criaban toros bravos que con tanto empeño el mismo cuidaba antes de lanzarse a nuestra emancipación: don Melchor Ocampo, criador de caballos y entre otras funciones filósofo y científico reconocido por su conocimiento autodidacta universal en la botánica y creador de la cura de la rabia con plantas que quien sabe por qué malos destinos sus investigaciones no se hallan llevado a profundidad: don Emiliano Zapata, el prototipo del charro mexicano y le paramos porque todos los grandes próceres de nuestra nación estuvieron vinculados con el jaripeo y las ahora proscritas corridas de toros, como estuvo una de las mentes más privilegiadas de la humanidad, el generalísimo José María Morelos y Pavón, que de niño trabajaba en las haciendas ganadera de toros bravos que se localizaban en las faldas del Cerro del Quinceo y que en su lucha clerical, de justicia y emancipación al forjar los sentimientos de nuestra nación y crear nuestro estado de derecho, siempre montó con gallardía a soberbios corceles.

Tanta historia de grandeza que a todos nos ampara con su transcurrir y que además nos marca en sus devenires podemos contar los mexicanos, en la simbiosis Animal Humanos, hasta que el señor presidente de la República Mexicana don Manuel Ávila Camacho, decretó a la charrería como el deporte nacional, mismo que no es otra cosa que el jaripeo en reglamento y una confederación que está avalada desde entonces por la constitución y las leyes que emanan de ella; la charrería que muestra la grandeza de la historia de México y no solo en cuanto al trabajo campirano con el ganado mayor, tiene que ver en otras cuestiones de nuestra identidad y valor de ser mexicanos.

Y que con orgullo mucho antes de que se fundaran las asociaciones, osados y expertos charros mexicanos mostraron la grandeza de su cultura en buena parte de Europa, dejando maravillados a españoles, franceses, portugueses y a quienes tuvieron oportunidad de ver la maestría con que los mexicanos manejan el ganado en las exhibiciones de jaripeo que bajo el nombre de la charrería fueron y han ido a mostrar al mundo entero, porque Sudamérica y el norte del continente así como en Asía ha brillado con luz propia el deporte nacional por excelencia y que identifica plenamente a la nación mexicana ”jaripeo o charrería”, que son las competencias derivadas del trabajo de explotación ganadera con que hemos comido y subsistido los mexicanos desde hace 500 años y que en el mismo contexto viene íntimamente con las corridas de toros. Que encierran otros patrones históricos y de tradición con que otras naciones han desarrollado armoniosamente su historia y su desarrollo que viene implícito y junto con tal manifestación que también hemos adoptado en nuestro México, como una identidad que abarca casi 500 años de historia y forma de vida.

Ahora un juez de la Ciudad de México ha logrado la cancelación provisional de las corridas de toros en aquella demarcación con muy pocos fundamentos y gran desconocimiento en la materia, donde se pretende trastocar los derechos de tan grande manifestación rica en historia, en forma de vida, en cultura y en tantas cosas más de los mexicanos, la congruencia debe imperar y sobre todo el respeto para millones de mexicanos que del mismo modo respetamos las posturas congruentes y fundadas  y que vivimos del y para el toro, se ha emitido el dictamen a la ligera, dejando sin empleo a cientos y quizás miles de personas que viven decentemente de estos espectáculos, sin siquiera observar todo lo histórico y económico que conlleva y que en pocas palabras está expresado líneas arriba: están trastocando nuestras libertad y nuestras historia está siendo mancillada, porque todos tenemos el estirpe y venimos marcados por los trabajos que le dieron y le siguen dando subsistencia a nuestra país; pienso y creo que el jaripeo, la charrería, los toros, los caballos, los gallos y todo lo que huela a surco y a tradición vivirán por los siglos de los siglos y de antemano los que respetamos las posturas analíticas, externamos las gracias a los diputados que si son congruentes y que retirarán tal barbarie que se quiere cometer en contra de todos los mexicanos y su grandiosa historia.