Jiquilpenses llevan la creación de máscaras artesanales más allá de las fronteras

Vicente Ceja, radicado en Estados Unidos, llevó este arte a California, donde su mayor mercado con estadounidenses

José Luis Ceja / La Voz de Michoacán

Jiquilpan, Michoacán. Durante años, la tradición de la elaboración de máscaras para la Danza de los Negros estuvo reservada para unas cuantas familias que eran las encargadas de la creación y la restauración de los rostros de madera.

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Al pasar los años y con la migración, la tradición se fue perdiendo y las máscaras talladas a cuchillo y pulidas a lija de agua fueron cambiadas por troncos metidos a esmeril y pulidoras para dar formas más occidentales que contrastaban con los rostros de facciones negroides de ojos profundos y gruesos labios que evocaban a los esclavos africanos afincados por la fuerza en las tierras de la Hacienda de Huaracha.

Los Ceja, conocidos también como los Correa, forman parte de este pequeño grupo de familias que, sin ser su vocación económica, sí tenían en la elaboración de las máscaras una sólida reputación. “Esto es más para mantener viva la tradición aunque una máscara de este tipo y de este tamaño se puede vender perfectamente entre los 300 y 500 dólares en el mercado de los anglos”, destacó Vicente Ceja, jiquilpense radicado en Estados Unidos.

El entrevistado recordó que meses antes del 24 de diciembre de cada año, la casa de Luis Ceja, su padre, era visitada por hombres que llevaban ocultas en costales de ixtle las máscaras de madera para ser arregladas con miras a los paseos del Niño de la Cofradía, por lo que ya radicado en Estados Unidos buscó recuperar la memoria artesanal de su ciudad de origen ahora labradas con mejores herramientas pero con la misma técnica artesanal de Jiquilpan. “Son más estilizadas y en algunos casos la tendencia a la africanización de los trabajos es notable, porque básicamente la Danza de los Negros de Jiquilpan es sobre los esclavos africanos que se radicaron en aquella región de Michoacán”.

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Las máscaras de los negros de Jiquilpan

Hechas de madera y pintadas de negro con vivos rojos, las tradicionales máscaras de los negros de Jiquilpan se caracterizan también por las burdas facciones en nariz, frente y mentón. “Muchas veces estas características eran exageradas a propósito por los mascareros y se le agregaban elementos que hacían referencia a los esclavos, como el caso del tocado de cuero de borrego, porque la danza habla del enfrentamiento entre los esclavos y los indígenas de esta región”.

La máscara de madera a menudo es adornada con una montera de cuero de borrego o becerro y un tocado de flores de Nochebuena y en las mejillas se les suele agregar franjas horizontales en color rojo como si de una pintura ritualista de guerra se tratara. Estos elementos se han venido estilizando en los trabajos de Vicente Ceja que, por cuestiones de celo de la comunidad indígena de Jiquilpan, no puede catalogar su trabajo como “máscaras de Los Negros, habida cuenta de que jiquilpenses radicados en ciudades de California trabajan en la integración de su propia Danza de los Negros y la elaboración de máscaras bajo los cánones que rigen actualmente a la comunidad indígena de Jiquilpan; es por ello que los trabajos del artesano Vicente Ceja no pueden ser comercializados con esa etiqueta.

“Sí es un problema porque la gente que adquiere mi trabajo, en la mayoría los americanos, son recomendados por gente de Michoacán que conoce esta danza, y ellos esperan encontrar una máscara según las reglas de la comunidad, pero encuentran máscaras de dos metros de madera que son más un adorno que para el uso cotidiano”.

El contexto de la danza entre la fe y la rebelión

En su oportunidad, el investigador del Centro de Estudios de las Tradiciones del Colegio de Michoacán, Álvaro Ochoa Serrano, destacó que, más allá del tema religioso, la Danza de los Negros se trata en realidad de una protesta social por la forma en que los esclavos de las haciendas eran utilizados para atacar los cultivos y los poblados indígenas. Para 1660 la Hacienda de Huaracha contaba con una población esclava numerosa para el servicio de 14 de las 22 casas en la hacienda y la mayor parte de los esclavos se ocupaba en la casa principal: “Mientras los hacendados, mayordomos y caporales se echaban ‘con alguna frecuencia en posesión de los terrenos’, los esclavos de San Juan Guaracha los perturbaban (a los pueblos indios) con mucha mayor frecuencia en la posesión de sus mujeres”.

A lo largo de los años y sin que exista todavía una fecha precisa, la danza de los negros se asoció al periodo del nacimiento de Cristo el 24 de diciembre y hasta la fiesta de la Virgen de la Candelaria en 2 de febrero con lo que adquirió un matiz religioso alejado del contexto original de esta manifestación artística y cultural.