Hacienda de Guadalupe | Tarímbaro, con lugares que albergaron eventos trascendentes en la historia

En 1821, Agustín de Iturbide, ya como líder del ejercito Trigarante, utilizó la Hacienda de Guadalupe como campamento militar durante el asedio de la ciudad de Valladolid.

Dante Bernardo Martínez Vázquez

Muy cercano a la capital michoacana, se encuentra el vecino municipio de Tarímbaro. Lugar que es famoso principalmente por su carnaval con los toritos de petate, su representación de la semana santa y por supuesto su pulque. No obstante, Tarímbaro es mucho más que lo anteriormente mencionado, es un lugar que a pesar de lo poco que se conoce y difunde sobre su historia, está lleno de lugares que albergaron eventos de gran trascendencia en la historia de Michoacán, y uno de estos lugares es precisamente la Hacienda de Guadalupe, que se encuentra en la comunidad que también porta dicho nombre, pero como “Exhacienda de Guadalupe”; que subsiste de la actividad agrícola principalmente, y que se encuentra muy cercana a las laderas del guardián de Morelia, el volcán del Quinceo. En dicha comunidad, aún de pie y muy bien conservada, se encuentra la mencionada hacienda, uno de los monumentos estéticamente más bellos de Tarímbaro, pero también uno de los más importantes hablando históricamente, sobre todo por quienes han sido sus dueños.

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Pero antes de proseguir hablando sobre la Hacienda de Guadalupe, es importante mencionar sobre el papel de Tarímbaro a lo largo de la historia de Michoacán, comenzando por el hecho de que no siempre ostentó ese nombre, pues antes de la llegada de los castellanos a Michoacán, el valle de Tarímbaro se llamaba “Hetoquaro” (lugar de sal en Purépecha) y fue una de las ciudades más importantes del antiguo imperio Purépecha, al grado de que inclusive un cacique de nombre Chapa quien, era hijo del cacique de Curinguaro: Chansori, poseyó un fragmento del dios Curicaueri (deidad más importante de los Purépechas prehispánicos) e hizo su asiento en Hetoquaro (Tarímbaro), con lo cual comenzó una serie de conquistas a los pueblos aledaños. Posteriormente Hetoquaro fue reconquistado por los sobrinos de Taríacuri: Hirepan y Tangaxoan, quienes anexaron la población al naciente reino dominado por el linaje Uacúsecha.

Después de dichos acontecimientos, la importancia de Hetoquaro (Tarímbaro) no fue menos, pues a la llegada del conquistador Cristobal de Olid en 1522 a Michoacán (que por cierto, este año se cumplen 500 años de su arribo), este pasó por la población de Hetoquaro en donde le esperaban 8 mil soldados dirigidos por Tashauco (Huizizilzi) hermano de Don Pedro Cuinierangari, quien, sin embargo, recibió la instrucción de otorgarle el paso a Olid y sus huestes hacia Tzintzuntzan. Una vez que se consumó la conquista de Michoacán, Hetoquaro cambió de nombre; en las fuentes tempranas del XVI ya se le conoce como Ystapa (Ixtapa que es igualmente lugar de sal, pero en Náhuatl), para que posteriormente fuese llamado como San Miguel Tarímbaro, cuyo nombre significa: lugar de sauces.

Dicho pueblo de Tarímbaro, se le otorgó en encomienda a Cristóbal de Valderrama, quien fue esposo de Doña Leonor de Moctezuma, una de las hijas del celebre emperador Mexica, Moctezuma Xocoyotzin; fue así que de la unión de ambos nació Doña Leonor Valderrama de Moctezuma quien desposó a Diego Arias de Sotelo, y así tuvieron por hijo a Fernando Sotelo de Moctezuma, tercer encomendero de Tarímbaro, y con quien inicia la historia de la Hacienda de Guadalupe, pues fue en el año de 1585 cuando solicitó un permiso para una estancia de ganado menor en Tarímbaro, que llevó por nombre “Santa María de Guadalupe” y es el punto de partida del surgimiento de dicha hacienda.

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Para el año de 1625, la estancia fue heredada al hijo de Fernando Sotelo de Moctezuma, un joven llamado Diego Arias de Sotelo y Cervantes; aunque para ese momento ya no era estancia, sino que ya recibía el nombre de Hacienda de Santa María de los Ojos de Agua. Fue hasta el año de 1647, cuando la hacienda dejó de pertenecerle a los Moctezuma, para pasar a manos de Diego Andrés Ruíz de Chávez, quien también era descendiente de la nobleza indígena, pero de Michoacán, pues estaba emparentado con el linaje de la antigua cacica de Ihuatzio: Doña María Inaguatzin. De ahí en adelante, la hacienda tuvo diversos dueños, destacando a Joseph Ruíz de la Rabia, comerciante vallisoletano quien la adquirió en 1743 y realizó importantes obras de infraestructura hidráulica, como represas, canales y acueductos que hoy todavía son visibles si uno visita la hacienda.

Pero fue en el año de 1801, cuando la hacienda fue comprada por el gran comerciante vallisoletano: Isidro Huarte, quien es conocido principalmente por haber sido el padre de Ana María Huarte, esposa del primer emperador de México: Agustín de Iturbide. No obstante, Huarte falleció nueve años después de haber comprado la hacienda y se la dejó como herencia en 1810 a su hijo José Antonio Huarte, quien le tocó lidiar con la guerra de Independencia, en donde Tarímbaro tuvo una participación destacada, pues ahí en 1811 hubo una batalla en donde Torcuato Trujillo se impuso a las fuerzas insurgentes en un evento que se le conoce como “el desastre de Tarímbaro”. Sin embargo, para 1821, Agustín de Iturbide ya como líder del ejercito Trigarante, utilizó la Hacienda de Guadalupe como campamento militar durante el asedio de la ciudad de Valladolid, que terminó por ser exitoso.

Huarte fue dueño de la hacienda hasta 1836, cuando se la vendió al exgobernador de Michoacán, Onofre Calvo, quién al fallecer, se la cedió a Soledad Antía y Luis Gonzaga Sámano y Carrasco, y fue dicha familia (Sámano) quien administró la hacienda hasta su disolución en 1935, durante el reparto agrario propiciado por el presidente Lázaro Cárdenas.

En la actualidad, la hacienda aún preserva gran parte de su infraestructura, empezando por la denominada “casa grande”, un bello edifico de cantera compuesto por un patio central, varias habitaciones y una fachada que muestra siete arcos de cantera y un campanario. Todavía se preserva la capilla de la hacienda, y la casa del “capataz” en donde se encuentra intacto el molino que construyó José Antonio Huarte en 1832. En los alrededores son visibles varias obras de infraestructura, como: puentes, canales, acueductos, y represas que siguen en su mayoría funcionando, pues Tarímbaro en la actualidad, se sigue dedicando a la producción agrícola, especialmente de maíz y hortalizas.

El paisaje agrícola que se aprecia desde la hacienda, es algo imperdible, pues los mosaicos de diversos colores formados por las parcelas del valle, son un ejemplo excepcional de la actividad agrícola que tanto caracteriza al estado de Michoacán.


Dante Martínez Vázquez, es licenciado en Arqueología por la Escuela Nacional de Antropología e Historia. Colaborador de los proyectos PAPAPCSUM y REPIMTAR del centro INAH, Michoacán. Actualmente cursa la maestría en Historia en la facultad de Historia, de la UMSNH.

Email: Dante_dalton@outlook.com Academia.edu / Dante Martínez Vázquez