l:

‘Cuando te mencionan cáncer piensas en muerte, pero ¡estoy viva!’

Las siguientes dos historias muestran el gran valor que tienen las mujeres para enfrentar a lo que se convierte uno de sus más grandes miedos. Ambos testimonios resaltan la importancia de que la paciente sea acompañada de sus familiares y amigos durante el tratamiento.


Por Juan Carlos Huante/La Voz de Michoacán
Comparte

Morelia, Michoacán. Cuando le hicieron la mastografía y el ultrasonido, Mónica, por la cara del radiólogo, auguró malas noticias, pero tenía la esperanza de que solo fuera una bolita de agua o un quiste benigno. Un día después, el oncólogo le dijo lo que nadie quisiera escuchar: positivo a cáncer de mama.

Hace tres años, con 39 años de edad, Mónica Flores H., mientras estaba recostada en su cama, revisó sus senos, lo que no hacía a menudo, y en el derecho detectó un bultito y grande, por eso acudió al médico, quien le ordenó realizarse estudios, era la primera vez que se sometía a este tipo de exámenes, pues la recomendación era hacérseles a partir de los 40 años.

Tras la confirmación del padecimiento, inició para Mónica la prueba más difícil de su vida, se sentía atravesada por la muerte.

“Sin embargo, a pesar de que lloré, sufrí, pensé mucho en mis hijas, en mis padres y mi familia, y me dispuse a enfrentar lo que me tocara y sentirme bien, aun con todo lo que se veía venir (la cirugía)”.

El tumor medía 5 centímetros y ya tenía tres ganglios infectados, los cuales fueron extirpados en su totalidad.

Después vinieron ocho quimioterapias, 30 radioterapias, medicamentos, citas al médico y secuelas hasta la fecha, pero no se rindió.

Mónica tiene dos hijas, en ese entonces contaban con la edad de diez y ocho años, respectivamente, quienes entendieron su proceso y no les importó que cuando fuera por ellas a la escuela sus amigos la vieran sin cabello.

“Cada una de ellas explicó en su salón que su mamá tenía cáncer de mama y todo lo que estaban viviendo; eso me dio aún más fuerza y valor para no rendirme y a veces también para llorar a escondidas, lo cual sucedió muy seguido”.

A Mónica también le ayudó mucho el haber conocido a una persona que ahora se ha convertido en su amiga y que estaba pasando por la misma situación. Le agradece a Emma, ya que verla entera y con mucha fuerza pudo sentirse más reconfortada, acompañada y a no perder la fe.

ESTOY VIVA

“Cuando te mencionan ‘cáncer’ piensas en muerte, pero ¡aquí sigo!”, manifiesta Mónica, a quien la enfermedad la hizo una mujer resiliente, fuerte y valiente.

Mónica decidió afrontar el proceso y lo sobrellevó para sanar, pese a todo lo que implica: llanto, dolor, vómitos, caída de cabello, náuseas, estreñimiento extremo, diarrea; dolor en todo el núcleo familiar, miedo…

Aceptó su padecimiento, lo sobrellevó y le cambió la mirada, le cambió la vida entera, con secuelas, pero viva. “Estoy viva”, pondera.

“Ya no pienso ‘¿por qué a mí?’, lo cual me preguntaba en un principio y no tenía respuestas ni las tendré. Ya no me lamento ni quejo del proceso, porque sé que todo tiene un ‘para qué’. El cáncer me ayudó a bajar las revoluciones en todos los sentidos de mi vida, hoy mi frase favorita es ‘un día a la vez’; vivo sin prisa, siendo más franca, me libera, encontré un sentido a la vida”.

“ENTENDÍ QUE EL CÁNCER NO PODRÍA CONMIGO…, YO QUERÍA VIVIR”

Yahaira se encontraba en el octavo mes de embarazo, después de tanto tiempo de estar esperando a su bebé por fin la tendría en sus brazos, pero el resultado de un diagnóstico fue devastador.

Hace cuatro años Yahaira Díaz, que hoy tiene 33 años de edad, se encontraba en la casa de su cuñado cuando detectó una bolita en su seno izquierdo; al día siguiente acudió a que la revisaran, le hicieron un ultrasonido mamario y resultó ser un tumor.

Le tomaron una biopsia, pasaron los días y su preocupación y miedo iban creciendo hasta que llegaron los resultados: es cáncer, fue devastador. En lo primero que pensó fue en su pequeña: “¿Qué va a pasar con ella?, ¿ella está bien?, ¿qué debo hacer yo como madre para que esté bien?, se cuestionó.

La bebé debía nacer ya, le explicó el médico por el tipo de cáncer y porque era urgente que comenzara con la quimioterapia lo más pronto posible.

“Nunca pensé que en esos momentos de felicidad pudieran pasar este tipo de cosas, en ese momento me enfrentaba a dos situaciones, la primera era que por fin después de tanto tiempo estar esperando a mi bebé la iba a tener en mis brazos, y la segunda, era que tenía que comenzar mi batalla contra esta enfermedad”.

Y Sofía nació, fue la mujer más feliz del mundo. “Ese día no pensé en nada más que en lo feliz que era tenerla conmigo”, recuerda Yajaira.

Sin embargo, a una semana de nacida Sofi comenzó el tratamiento de quimioterapia, pero todos los malestares tras el tratamiento se iban por una razón: su hija, y entendió que debía ganar la batalla.

“Fue algo cansado, duro y sobre todo muchos cambios físicos: la pérdida de mi cabello, el aumento de peso, las náuseas…, pero había un aliciente, todos esos malestares se iban cuando yo llegaba a casa y podía abrazarla. Yo tenía que estar bien para poder cuidarla, ese día entendí que el cáncer no podría conmigo, que yo era más fuerte que todo esto; yo quería vivir, disfrutar a mi familia, ver crecer a mi hija”.

Yahaira se sincera y confiesa que antes veía a los pacientes con tristeza, ¡qué equivocada estaba!, reconoce. Ahora los ve con respeto y admiración, porque no es fácil recuperarse de un tratamiento tan invasivo, no es fácil recuperarse de una cirugía, dice.

“¿Tienes miedo?”, recuerda que alguien se lo preguntó. –Claro que sí, respondió. “Estaba aterrada, era madre primeriza y tenía muchas cosas que aprender y aparte tenía que lidiar con todos los efectos que me estaba ocasionando la quimioterapia”.

El apoyo de los suyos, vital

Yajaira se dio cuenta de lo valioso que es el apoyo de su esposo, de sus palabras de aliento, del abrazo de su madre cuando sentía desesperanza. “Es tan importante el amor que nos dan nuestros seres amados en esos momentos”.

El día de la intervención quirúrgica llegó y con él la esperanza de pronto terminar el tratamiento. “Es duro verse al espejo después de una cirugía, pero una mujer no solo es un seno”, afirma.

Luego inició el tratamiento de radioterapia, pero el día que lo concluyó se sintió libre, “libre de tanto dolor, angustia, desesperación”.


De mujer a mujer: “Prevenir es vivir”

Para Yahaira todo lo que ha padecido no termina aquí. Creyó que por ser una mujer joven no le podría pasar algo así y “claro que pasa”, reconoce.

“Por eso es que todas necesitamos revisarnos, conocer nuestro cuerpo, para darnos cuenta cuando hay algún cambio, prevenir es vivir”.

Ahora, con Sofi a su lado y creciendo, y el apoyo de su familia, también agradece a todo el personal de Oncología por su valiosa labor, “porque gracias a ellos nosotros como pacientes salimos adelante. Gracias por todos esos amigos y familiares que siempre estuvieron”.

Y sentencia: “La vida nunca te puso obstáculos, te puso oportunidades para hacerlo diferente”.