El Universal/La Voz de Michoacán El poeta Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, mejor conocido como Pablo Neruda, nació el 12 de julio de 1904 en la comunidad de Parral, en Santiago de Chile. Su vida quedó plasmada a través de su obra pero también de las anécdotas que vivió junto a otros escritores e intelectuales de su época tales como Federico García Lorca, Miguel de Unamuno, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda y Carlos Fuentes, entre otros. Uno de los capítulos de su vida más recordados es su afiliación al Partido Comunista, el cual lo designó a la presidencia de Chile en 1970 pero declinó la propuesta para apoyar a Salvador Allende, cuyo gobierno fue derrocado en 1973 con el Golpe de Estado orquestado por el general Augusto Pinochet. En el marco de su 114 aniversario de natalicio recordamos a Pablo Neruda con cinco de sus poemas. - "Amor" Mujer, yo hubiera sido tu hijo, por beberte la leche de los senos como de un manantial, por mirarte y sentirte a mi lado y tenerte en la risa de oro y la voz de cristal. Por sentirte en mis venas como Dios en los ríos y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal, porque tu ser pasara sin pena al lado mío y saliera en la estrofa -limpio de todo mal-. Cómo sabría amarte, mujer, cómo sabría amarte, amarte como nadie supo jamás! Morir y todavía amarte más. Y todavía amarte más y más. - "Bodas" De qué sirve un ciervo sin cierva, de qué sirve un perro sin perra, una abeja sin su abejo, una tigresa sin su tigre, o una camella sin camello, o una ballena sin balleno o un rinoceronte soltero De qué sirve un gato sin gata, un ruiseñor sin ruiseñora, una paloma sin palomo, un caballito sin caballa, una cangreja sin cangrejo, un agujero sin raíces A casarse, peces del mar, pumas de la pumería, zorros de cola engañosa, pulgas hambrientas de provincia. ¡A procrear! dice la tierra con una voz tan invisible que todos la ven y la tocan y todos la oyen, y esperan. - "Arte poética" Entre sombra y espacio, entre guarniciones y doncellas, dotado de corazón singular y sueños funestos, precipitadamente pálido, marchito en la frente y con luto de viudo furioso por cada día de vida, ay, para cada agua invisible que bebo soñolientamente y de todo sonido que acojo temblando, tengo la misma sed ausente y la misma fiebre fría un oído que nace, una angustia indirecta, como si llegaran ladrones o fantasmas, y en una cáscara de extensión fija y profunda, como un camarero humillado, como una campana un poco ronca, como un espejo viejo, como un olor de casa sola en la que los huéspedes entran de noche perdidamente ebrios, y hay un olor de ropa tirada al suelo, y una ausencia de flores -posiblemente de otro modo aún menos melancólico-, pero, la verdad, de pronto, el viento que azota mi pecho, las noches de substancia infinita caídas en mi dormitorio, el ruido de un día que arde con sacrificio me piden lo profético que hay en mí, con melancolía y un golpe de objetos que llaman sin ser respondidos hay, y un movimiento sin tregua, y un nombre confuso. - "La muerte" Pueblo, aquí decidiste dar tu mano al perseguido obrero de la pampa, y llamaste, llamaste al hombre, a la mujer, al niño, hace un año, a esta Plaza. Y aquí cayó tu sangre. En medio de la patria fue vertida, frente al palacio, en medio de la calle, para que la mirara todo el mundo y no pudiera borrarla nadie, y quedaron sus manchas rojas como planetas implacables. Fue cuando mano y mano de chileno alargaron sus dedos a la pampa, y con el corazón entero iría la unidad de sus palabras: fue cuando ibas, pueblo, a cantar una vieja canción con lágrimas, con esperanza y con dolores: ¡vino la mano del verdugo y empapó de sangre la plaza! - "Barrio sin luz" ¿Se va la poesía de las cosas o no la puede condensar mi vida? Ayer -mirando el último crepúsculo- yo era un manchón de musgo entre unas ruinas. Las ciudades -hollines y venganzas-, la cochinada gris de los suburbios, la oficina que encorva las espaldas, el jefe de ojos turbios. Sangre de un arrebol sobre los cerros, sangre sobre las calles y las plazas, dolor de corazones rotos, podre de hastíos y de lágrimas. Un río abraza el arrabal como una mano helada que tienta en las tinieblas: sobre sus aguas se avergüenzan de verse las estrellas. Y las casas que esconden los deseos detrás de las ventanas luminosas, mientras afuera el viento lleva un poco de barro a cada rosa. Lejos... la bruma de las olvidanzas -humos espesos, tajamares rotos-, y el campo, ¡el campo verde!, en que jadean los bueyes y los hombres sudorosos. Y aquí estoy yo, brotado entre las ruinas, mordiendo solo todas las tristezas, como si el llanto fuera una semilla y yo el único surco de la tierra. - "Esclava mía" Esclava mía, témeme. Ámame. ¡Esclava mía! Soy contigo el ocaso más vasto de mi cielo, y en él despunta mi alma como una estrella fría. Cuando de ti se alejan vuelven a mí mis pasos. Mi propio latigazo cae sobre mi vida. Eres lo que está dentro de mí y está lejano. Huyendo como un coro de nieblas perseguidas. Junto a mí, pero dónde? Lejos, lo que está lejos. Y lo que estando lejos bajo mis pies camina. El eco de la voz más allá del silencio. Y lo que en mi alma crece como el musgo en las ruinas.