Miami.- Una noche de 1992, Roberto Ramos abandonó Cuba en una embarcación rumbo a Estados Unidos con nada más que sueños de oportunidad y una colección de obras de arte escondidas en el barco. Hoy, 25 años más tarde, es el director del Museo Cubaocho y Centro Arte cubano enclavado en el corazón del barrio de la Pequeña Habana, un nuevo concepto de negocio que mezcla obras de arte de antes de la Revolución de Fidel Castro y la música cubana. “Salí de Cójimar una playa de La Habana por la noche y después de cinco días perdido en el mar ya sin agua, sin comida y ya listo para morir un guardacostas de Estados Unidos me salvó la vida”, recuerda Ramos en entrevista con Notimex. “El guardacostas me dijo que tenía que hundir el bote como una regla, pero le dije aquí esta mi colección de arte y un oficial me dijo nunca he visto un balsero coleccionista”, apuntó Ramos cómodamente sentado en su local de la céntrica Calle 8. Ramos contó que su afición por el arte surgió cuando él y su hermano Carlos quisieron vender un cuadro que un señor les regaló al hacer una mudanza en Cuba. Al no poder venderlo investigaron y resulta que era un cuadro nada más y nada menos que del pintor Carlos Sobrino y resulta que para su sorpresa descubrieron que el gobierno cubano había desaparecido casi un siglo de la Historia del Arte popular de su país. El denunciar el hallazgo, según cuenta, le valió varias entradas a la cárcel de Cuba, hasta que decidió abandonar la isla en 1992. Ya establecido en Miami, donde vive la mayor comunidad de exiliados cubanos en Estados Unidos, Ramos emprendió una arriesgada cruzada a Cuba para recolectar libros viejos de historia del arte y buscar cuadros de pintores famosos. Con esto llegó a completar una colección de más de 600 obras, muchas de las cuales hoy se pueden encontrar en Cubaocho. Junto a esto Ramos y su hermano crearon “Grandes Maestros del arte cubano (1800-1958)”, un libro que abarca la historia del arte en su país antes de la llegada del gobierno de Fidel Castro y que es un texto de consulta requerido por algunas universidades estadunidenses. Así es como surge en 2008, Cubaocho, un lugar único donde una obra puede costar entre dos mil y dos millones de dólares y en una buena noche se pueden escuchar a los grupos de moda de la música cubana, mientras se disfruta de un tradicional “mojito” en el bar. En el lugar que luce como una galería se venden las lámparas y los muebles antiguos, pero también se pueden encontrar obras de los grandes maestros como Leopoldo Romana, Antonio Sánchez Araujo, Amelia Peláez, Portocarrero y Cundo Bermúdez, entre otros. “Pero también por aquí han pasado figuras de la música cubana como la Orquesta Aragón, el Septeto Nacional, Ignacio Pineiro, Issac Delgado y músicos internacionales como Caetano Veloso y El Sigala”, subrayó Ramos. “En Cubaocho hay una mezcla cultural en la música, pero la pintura es totalmente cubana”, concluyó.