Alberto Ugalde Buenfil / La Voz de Michoacán Morelia, Michoacán. Este año, hemos sido testigos de una lluvia de noticias insólitas relacionadas con los “fenómenos anómalos no identificados”, en el pasado conocidos como OVNIs. En los círculos gubernamentales proliferan historias de luces en el cielo y supuestos contactos extraterrestres que muestran un renovado interés en el tema. Por otro lado, las reacciones sociales parecen frescas o chacoteras, más de Santo, el Enmascarado de Plata vs. la invasión de los marcianos (Alfredo B. Crevenna, 1967) que de la histeria provocada por Orson Welles en 1938 tras leer La Guerra de los Mundos de H.G. Wells en la radio de los EEUU. ¿Qué pasaría si hacemos contacto? Aunque algunas figuras, como el astrofísico Stephen R. Hawking (1942 - 2018), han advertido del peligro de establecer contacto con civilizaciones extraterrestres, los pioneros en analizar la coexistencia de múltiples mundos, como los Epicúreos del siglo IV a.C., con esto reflexionaban los orígenes de nuestro ser y, posiblemente, la relación de los fenómenos naturales con la fe. Estas inquietudes rondaron mi cabeza tras disfrutar del cortometraje de animación AKRYON, de Fernando Llanos (Ciudad de México, 1974), que forma parte de la Sección Michoacana del FICM 2023 y es presentado junto a un llamativo cómic homónimo, también diseñado por Llanos. En el trabajo, el realizador exhibe su habilidad en el dibujo, el cómic y el storyboard para en dos minutos presentar primero su “conversión” a la creencia OVNI, una estela de claroscuros ligados al progreso y, finalmente, a la figura de Manón. Se trata de una mujer en sus cuarentas, simpática, amable y aparentemente normal, pero también parece una especie de Zodiaco personificado dadas sus supuestas cualidades: es una sanadora y un puente para que el extraterrestre AKRYON, del Paralelo Z22, se comunique con los humanos. En efecto, la animación llega al terreno de las creencias, pero evade los dogmas y narra una historia de ciencia ficción singular, que ocurre en la rutina. AKRYON comienza su relato décadas atrás, mediante un flashback en el que un joven Fernando salta la barda de su casa para irse de fiesta y es deslumbrado por unas luces siderales. Es cuando experimenta una revelación y cree en la conciencia de las luces. Observamos esto mediante un destacado montaje y juego de luces, trazos y personajes animados, colores morados, grises, negros y blancos iniciales, geometrías y formas populares (incluso la voz de Jaime Maussan) y transiciones en un trayecto que llega a nuestros días. Fernando hoy es un padre de familia con dolencias físicas crónicas que un día conoce a Manón, quien, como en una película de Hollywood, le ofrece la ayuda de AKRYON. ¿Qué pensaríamos nosotros y cómo cambiarían nuestras vidas si dialogamos con un ser extraterrestre que casi cae del cielo? El astrónomo Carl Sagan, un personaje de Star Trek o un Epicúreo posiblemente lo pensarían como un oráculo y una fuente de sabiduría en beneficio de la humanidad. Suena genial, pero parece complicado comunicarse o viajar al Paralelo Z22 y recibir las bendiciones de AKRYON. No obstante, si las estrellas más lejanas tienen los mismos elementos químicos que la Tierra y que uno mismo, en nuestro entorno podrían existir puertas, personas y situaciones que ayuden a canalizar nuestro potencial. Es una de las lecturas de AKRYON, una casi iniciática y que nace de una coincidencia parecida a cualquiera: un día Fernando Llanos se mudó a una nueva ciudad, se asomó a la puerta contigua y conoció a su vecina, a Manón.