Yazmin Espinoza/ La Voz de Michoacán Morelia, Michoacán. -En un tiempo y un espacio no especificados, un chico y una chica deambulan por el campo durante su cortejo. Al avanzar la narración, los recuerdos de su pasado se funden con el presente. Mientras el cortometraje explora la premisa de que los recuerdos de un individuo pueden ser lo que lo definen, nuestra protagonista es invadida por recuerdos diáfanos, sin percatarse que lo que ella vive es un espejo de lo vivido por su abuela. En entrevista para La Voz de Michoacán, Bruno Aroesty comparte un poco sobre el proceso de producción de este cortometraje que nació de una propuesta experimental de imagen, y terminó en un audiovisual lleno de poesía. Cuéntame sobre la historia que podemos encontrar en “Entre las luces” Ocurre durante el cortejo de una chica y un chico rodeados de un paisaje rural sin mucho contexto de la época. Los recuerdos de la protagonista se van mezclando con el presente, estos recuerdos son los que tiene de su abuela. El corto juega entonces con muchos paralelismos que tiene la historia de su abuela con su amante, y lo que ella vive con su propio amante. Algo que me llamó mucho la atención es que está narrado en purépecha. Sí, eso fue una de las partes más divertidas de rodarlo porque yo no hablo purépecha, pero los actores sí. El cortometraje no iba a ser puramente purépecha, tenía muchas partes en español, pero fueron desapareciendo durante la edición. En realidad, el purépecha era más como un recurso de idiosincrasia de los personajes, pero conforme la película fue adquiriendo este formato cada vez más ensayístico, con esta narración de voz en off, nunca dialogan en cámara, así el purépecha se fue manifestando con esta nueva versión, diferente a la que escribí. Con mi amigo con el que hice la música estábamos haciendo un primer armado, y me dijo que por qué no quitaba las partes en español, que en purépecha era mucho más bonito. Yo me resistía porque se suponía que el purépecha era el idioma de ella y el español de él, pero al llegar a la edición me di cuenta de que tenía que soltar este control. Y siempre me gustó cómo suena el purépecha, cuando escuché el corto ahí me di cuenta que era mucho más cercano a lo que yo quería sentir con la historia. ¿Cómo fue que elegiste comenzar a trabajar una historia como esta? Hay estas imágenes azules en el cortometraje y es la cianotipia, que es una técnica de impresión fotográfica muy viaje. El corto empezó porque yo quería averiguar si podía hacer una cianotipia en movimiento. Imprimir fotograma por fotograma, digitalizar cada uno y ponerlos en el mismo orden, y acabaron siendo mil 800 fotogramas, así que fue pesada la postproducción. Empezó entonces como un acercamiento muy plástico y formal, porque no existía ninguna historia así, pero luego vino la muerte de mi abuela y creo que eso influyó mucho porque volví a escribir para mí y escribí este texto un poco en prosa, no era in guion cinematográfico al principio. Después por la pandemia, aunque había estado fuera de Pátzcuaro, volví estando en luto con mi abuela y me reencontré con el paisaje. Siento que todo se cruzó e hizo que se convirtiera en un producto audiovisual. ¿Cómo fue entonces este reto de la cianotipia? La imagen absorbió mucho de mi mente durante la preproducción porque partió todo de un proyecto fotográfico. Luego volverlo narrativo y al lenguaje cinematográfico con diseño sonoro, es decir, al volverse un proyecto en forma, decidí a invitar a mi amigo cinefotógrafo, Diego Cruz. Él me dijo que la cianotipia era uno de sus sueños y ahí nos encontramos. Fue adentrarnos mucho en el material, no solo sobre encuadres, sino que acabamos trabajando en 16mm y mezclamos materiales, teníamos pruebas de laboratorio, de impresión, en fin. ¿Cuánto tiempo te llevó la post producción de un proyecto con estas características? Pues mira, yo filmé en diciembre de 2021. No fue tanto, pero se sintió mucho porque fue fuerte. El hecho de que una parte de tu material tuvieras que ir a imprimirlo, eso por si mismo implicó mucho trabajo. Anotábamos de qué plano a qué plano era cianotipia, íbamos a un taller de edición de los análogos para todas las tiras de celuloide llevarlas después al taller de cianotipia. Luego fue otro trabajo averiguar cómo digitalizarlas para generar la cianotipia en movimiento. Fue una etapa angustiante por meses, pero lo logramos. ¿Cómo te sientes de ser parte de la selección del FICM con un proyecto tan personal? Estoy muy feliz porque crecí en Pátzcuaro y viví toda mi adolescencia en Morelia, entonces como que, si siento que este es mi festival, o sea no es mío, pero es de casa. El corto ha sido aceptado afortunadamente en otros lugares, pero esta era como la proyección que me importaba más. Conozco el festival desde hace mucho, pero se siente muy difícil estar de este lado. Estoy muy emocionado.