El Universal/La Voz de Michoacán. México. La década de los 10 del siglo XXI llega a su fin y en el ámbito cultural han ocurrido cambios importantes en el mundo y en México. En particular en el país, el evento más grande y grave fue el daño al patrimonio cultural como consecuencia de los sismos de septiembre de 2017. En cuanto a la transformación del sector Cultura, sin duda la noticia más importante fue la creación en 2015 de la Secretaría de Cultura. 2017, el año que cimbró al país Los sismos del 7 y 19 de septiembre de 2017 afectaron 2 mil 340 inmuebles catalogados por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH): zonas arqueológicas, templos y edificios históricos, ubicados en 11 estados: Oaxaca, Chiapas, Tabasco, Puebla, Estado de México, Morelos, Guerrero, Tlaxcala, Hidalgo, Veracruz y Ciudad de México. Las afectaciones crearon además una gran crisis institucional porque, como lo han declarado los propios funcionarios, hubo un caos administrativo para acceder a los recursos del Fondo para Desastres Naturales y para cobrar las pólizas de seguro, y, ante la magnitud, se enfrentaron al poco personal especializado en restauración. Salvador Camarena, coordinador operativo de la Oficina de Sismos del INAH, indicó que hasta el 20 de junio de este año, el INAH ya había restaurado 895 inmuebles, pero a inicios de este mes, Arturo Balandrano, titular de la Dirección General de Sitios y Monumentos del Patrimonio Cultural de la Secretaría de Cultura, declaró que ya habían sido restaurados mil 18 inmuebles. Diego Prieto, director del INAH, dijo que la restauración de los inmuebles dañados por los sismos de 2017 concluirá en 2021, aunque señaló que sólo quedarán pendientes “algunos templos, los más dañados y que necesitan mayor cuidado”, los cuales implicarán grandes retos en materia de ingeniería, restauración y seguridad. Estela de corrupción La década comenzó con la conmemoración del centenario del inicio de la Revolución Mexicana y el bicentenario de la Independencia. Para ambas efemérides, el gobierno encabezado entonces por Felipe Calderón organizó el programa conmemorativo. Como publicó EL UNIVERSAL en 2013, finalmente los festejos costaron 4 mil millones de pesos, y en el ejercicio de esos recursos hubo grandes irregularidades de acuerdo con la Auditoría Superior de la Federación (ASF). Tan sólo el monumento de la Estela de Luz tuvo sobrecosto de 192% y en total implicó una inversión de mil 304 millones de pesos. Esa escultura, que muchos llaman la “suavicrema”, ha pasado a la historia de la última década como el monumento a la corrupción. Además, la ASF señaló otras irregularidades en el Fideicomiso para los Festejos del Bicentenario. Por ejemplo, se autorizaron 4 millones de pesos para la elaboración de El Coloso de las fiestas patrias, que finalmente desapareció. También se colocaron 34 relojes del Bicentenario, uno por cada entidad federativa, y dos adicionales en la capital del país y en Guanajuato, a un costo de 11 millones 726 mil pesos, cuyo destino se ignora. Secretaría de Cultura En diciembre de 2015 se consiguió uno de los logros más importantes de la década en materia cultural: la creación de la Secretaría de Cultura. Sin embargo, tras la muerte de su primer secretario, Rafael Tovar y de Teresa, ocurrida en diciembre de 2016, los especialistas en materia cultural han señalado que la sectorización de la cultura no ha garantizado, hasta ahora, más recursos y a cuatro años se continúa con su consolidación. La designación de Tovar fue para muchos un gran acierto por tratarse de una de las figuras claves de la política cultural de los últimos 30 años; para otros fue un símbolo de continuidad. Al morir, fue sustituido por María Cristina García Cepeda, quien tuvo que enfrentar los daños al patrimonio por los sismos de septiembre de 2017, tragedia que postergó una amplia revisión de la nueva Secretaría de Cultura. En diciembre de 2018, la titularidad fue asumida por Alejandra Frausto, quien ha dicho que ha tenido que hacer un análisis de la dependencia. Otro de los logros en materia de política cultural que destacan es la expedición de la Ley General de Cultura y Derechos Culturales, que regula el derecho a la cultura que tiene toda persona. Una conquista que fue calificada como un paso relevante para consolidar el marco jurídico y que se leyó como el resultado del compromiso del Poder Legislativo con el desarrollo de este sector, pero también generó controversias por sus deficiencias como no garantizar un presupuesto que sea acorde con las necesidades del sector cultural. El presidente de la Comisión de Cultura y Cinematografía de la Cámara de Diputados, Sergio Mayer, ha planteado en diversas ocasiones que la Ley de Cultura debe ser revisada y, de ser necesaria, modificada. Recientemente indicó que es necesario integrar las artes escénicas para que actores de teatro, bailarines, magos, titiriteros, cirqueros, músicos y productores tengan las prestaciones de seguridad social y garantías laborales, una lucha que inició en 2011 con María Rojo. De lo analógico a lo digital Otro de los grandes cambios fue el paso de lo analógico a lo digital, cambio en el que es esencial lo ocurrido con la literatura y el arte en general. A lo largo de estos años surgieron formas distintas de creación literaria como la llamada “tuiteratura”, la “posficción” y la “instapoesía”, entre otras maneras de los escritores de contar historias aprovechando las redes sociales como Twitter, Instagram, Facebook, Wattpad y blogs que dieron paso de la lectura en papel al eBook. Se popularizaron soportes o plataformas para la lectura digital y la producción de libros digitales en México se incrementó aunque no desapareció el libro impreso como se vaticinaba. Los últimos datos de la comercialización de libro digital en México muestran que sólo 1.8% del total de facturación corresponde a ediciones digitales; sin embargo en las encuestas de lectura, centradas en el Consumo de Medios Digitales y Lectura entre Jóvenes Mexicanos confirman que en este siglo se lee de una manera distinta y que en el acceso a distintas formas de leer ha sido fundamental el teléfono celular. Una gran apuesta del gobierno de México fue la Agenda Digital de Cultura, cuyo objetivo es digitalizar el patrimonio cultural y las expresiones artísticas de México como una forma de acceso universal a la cultura, a través de herramientas digitales. Se permite el acceso al patrimonio histórico y artístico de museos, bibliotecas, espacios culturales y centros de documentación del INAH e INBA y surgieron proyectos como Mexicana, experiencias en realidad virtual, museos en gigapixel y recorridos virtuales. Duelo en las artes y la cultura La década que concluye estuvo marcada por la pérdida de un grupo de intelectuales mexicanos nacidos entre los años 20 y 30, varios de ellos integrantes de la llamada Generación del Medio Siglo. Sus muertes marcaron el fin de una época. Hablamos de escritores que fueron grandes protagonistas de la literatura del siglo XX y XXI, como Gabriel García Márquez, Carlos Fuentes, José Emilio Pacheco, Sergio Pitol, Carlos Monsiváis, Fernando del Paso, Emmanuel Carballo, que fallecieron en la última década y que con su muerte se fue una parte de la intelectualidad mexicana. El mundo de la cultura también despidió a creadores plásticos como el artista y activista Francisco Toledo; y al arquitecto Pedro Ramírez Vázquez. Este año que termina —cuando inician las conmemoraciones por los 500 años de la llegada de los españoles a México— también la cultura despidió a una de las figuras que hizo algunos de los más notables aportes al conocimiento y estudio de nuestra historia: Miguel León-Portilla, filósofo, historiador y lingüista, autor de obras fundamentales para el país como La visión de los vencidos. Arte mexicano gana mercado Si bien en 2006 la pintura Raíces de Frida Kahlo había impuesto un récord para una obra de arte latinoamericana, fue en la última década cuando hubo nuevas y mucho más altas marcas en el mercado del arte en cuanto a obras de creadores mexicanos. A la fecha no es Frida Kahlo la que tiene la marca de ventas, sino Diego Rivera. En los últimos años, el pintor ha sido el mejor vendido tanto en subastas como en ventas privadas. En 2016, Baile en Tehuantepec, de 1928, de Diego Rivera, se convirtió en la pintura mejor vendida; el empresario y coleccionista de arte argentino Eduardo Constantini pagó la suma de 15,7 millones de dólares. Baile de Tehuantepec, pintura de Diego Rivera, cuya venta en 2016 marcó un récord para una obra mexicana. En 2018, otra pintura de Rivera fue vendida en Nueva York, en una subasta, por 9,76 millones de dólares, el precio más alto pagado por una obra de arte latinoamericana en una subasta. Además de Rivera, otros mexicanos con grandes ventas en los últimos años son Frida Kahlo, Rufino Tamayo y Remedios Varo.