INAH identifica modelo miniatura del universo en faldas del Iztaccíhuatl

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Foto: Agencias. Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), responsable de la investigación arqueológica.

Notimex / La Voz de Michoacán

Ciudad de México. La existencia de un tetzacualco (adoratorio) en medio de un estanque natural y el efecto óptico que se produce en el espejo de agua sugiere un modelo miniatura del universo en el Nahualac, sitio ubicado en las faldas del volcán Iztaccíhuatl, en el municipio de Amecameca, Estado de México.

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Así lo señala la arqueóloga Iris del Rocío Hernández, de la Subdirección de Arqueología Subacuática (SAS) del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), responsable de la investigación arqueológica de alta montaña en el lugar ubicado a tres mil 870 metros sobre el nivel del mar

“La intención de que el agua rodeara elementos arquitectónicos rituales específicos parece haber sido una parte importante dentro del pensamiento mesoamericano, lo vemos en Tenochtitlan, o en la Ciudadela, en Teotihuacan, como lo reportaron recientemente Julie Gazzola y Sergio Gómez”, apuntó la especialista.

Recordó que a partir de una denuncia de destrucción del sitio, en 2015, se creó el Proyecto Arqueológico Nahualac y un año después un equipo multidisciplinario emprendió una temporada de excavación en la que se recuperaron numerosos fragmentos cerámicos, materiales líticos, lapidarios y restos orgánicos.

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Precisó que Nahualac consta de dos áreas. La primera y principal es un estanque estacional dentro del cual se construyó en la época prehispánica un templo rectangular de piedras apiladas sin ningún tipo de cementante conocido como tetzacualco (de 11.5 x 9.8 metros).

La segunda área se localiza a 150 metros al sureste de la estructura, sobre un amplio valle donde brotan manantiales. Ahí se han hallado piezas cerámicas con elementos decorativos asociados a Tláloc, deidad de la lluvia.

“En esa área se identificaron materiales cerámicos en superficie, algunos de ellos identificados del tipo Coyotlatelco (750-900 d.C.), Mazapa (850 a 900 d.C.) y Complejo Tollan (900-1150 d.C.). En conjunto, las evidencias arqueológicas abarcan un área aproximada de 300 por 100 metros”.

Actualmente, los materiales líticos y lapidarios recuperados se encuentran en proceso de análisis con la colaboración del doctor Emiliano Melgar, del Museo del Templo Mayor, a través del Proyecto Estilo y Tecnología de los Objetos Lapidarios en el México Antiguo.

Agregó que las piezas corresponden principalmente a navajillas prismáticas de obsidiana, fragmentos de artefactos de pizarra y algunos objetos de esquisto gris y rosa, en los cuales se examinan las huellas de uso y procedencia de materias primas.

Sobre los restos orgánicos, indicó que serán estudiados por la doctora Aurora Montúfar, del Laboratorio de Paleobotánica de la Subdirección de Laboratorios y Apoyo Académico del INAH. Se trata de sedimentos en asociación con carbón y fragmentos de un material esquistoso pulido color rosa, recuperados del interior de varios cajetes trípodes dispuestos como ofrenda.