Redacción / La Voz de Michoacán Morelia, Michoacán. Hace tres décadas, durante trabajos de introducción de drenaje en la colonia Llanos de Canícuaro, municipio de Tacámbaro de Codallos, se localizó la escultura de un hombre-coyote posado sobre una especie de trono, una representación común dentro de la escultórica tarasca, pero que se distinguía por sus dimensiones a escala natural. Ahora, esta pieza única ha sido recuperada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), luego de que permaneciera durante ese lapso en posesión de un particular. Los pormenores de la ardua labor de gestión jurídica que permitió su recuperación fueron dados a conocer en una conferencia de prensa organizada por el Centro INAH Michoacán. Su director, Marco Antonio Rodríguez Espinosa, hizo hincapié en que especialistas de la institución realizarán un dictamen del estado de conservación de esta pieza prehispánica, toda vez que presenta una serie de fracturas y faltantes, producto del paso del tiempo y quizá de su arrastre con maquinaria pesada, al momento de su hallazgo. La escultura, reivindicada como propiedad de la Nación, es de factura uacúsecha y está hecha en basalto a escala natural: 1.08 m de altura por 45 cm de ancho. Foto: Samuel Herrera Jr. El presidente municipal de Tacámbaro de Codallos, Artemio Moriya Sánchez, agradeció a la familia Hernández la entrega de este bien propiedad de la Nación, la cual lo resguardó en su casa. Una vez que el INAH defina y ejecute el proyecto de conservación de la pieza, esta podrá integrarse y tener un lugar de honor dentro de la colección arqueológica del museo comunitario del ayuntamiento, para el conocimiento y el disfrute de propios y extraños. Respecto a la gestión, el jefe del Departamento Jurídico de la representación estatal del INAH, Roberto Castillo Ceja, indicó que el pasado 19 de enero se firmó la carta de entrega-recepción de la escultura, con lo cual concluyó el reclamo sobre este bien mueble propiedad de Nación, del cual la familia Hernández no contaba con concesión de uso, trámite mediante el cual se permite su custodia, según lo estipula la Ley Federal sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos. En el encuentro con los medios de comunicación, el cual fue transmitido por las redes sociales del INAH, estuvo el agente de la Guardia Nacional, Johan Daniel Flores García, quien comentó que este cuerpo cuenta un Batallón de Patrimonio Cultural dentro de la Dirección General de Servicios Especiales, cuyo personal es capacitado para dar seguimiento y atención a procesos de investigación en esta materia, y aplicar protocolos de actuación para detectar, orientar y canalizar, de manera responsable, las denuncias de los delitos cometidos en torno al patrimonio cultural, entre ellos su tráfico ilícito. Hombre-coyote, pieza monumental Sobre la importancia de la escultura del hombre-coyote, el arqueólogo José Luis Punzo indicó que fue hallada en Tacámbaro, en la Tierra Caliente de Michoacán, donde se asentó una de las principales ciudades del Irechequa o área de dominio de Tzintzuntzan, el gran señorío tarasco. Este imperio, que rivalizó con el mexica del centro de México, tuvo su mayor concentración en el actual territorio michoacano en el periodo Posclásico Tardío (1400-1521 d.C.), pero también abarcó parte de los estados de Jalisco, Colima y Nayarit, Guerrero, Sinaloa, Guanajuato y el Estado de México. El investigador del Centro INAH, quien desde 2016 dirige un proyecto de investigación en Tacámbaro dada la importancia de este cacicazgo en época prehispánica, señaló que la escultura es de factura completamente uacúsecha, es decir, parte del señorío tarasco y está hecha en basalto a escala natural: 1.08 metros de altura por 45 centímetros de ancho, de modo que solo es superada en tamaño por los chacmoles descubiertos en Ihuatzio. Foto: Samuel Herrera Jr., La Voz de Michoacán. “Se han encontrado representaciones de coyotes y una decena de figuras de hombre-coyote en Tzintzuntzan e Ihuatzio, muy parecidas en su factura a esta de Tacámbaro, pero de menores dimensiones, que van de los 40 a los 50 centímetros, una de ellas fue llevada por el etnógrafo noruego Carl Lumholtz a Europa y actualmente se encuentra en un museo de Berlín, en Alemania. “Sabemos que los últimos señores de Tzintzuntzan, quienes escribieron la Relación de Michoacán, eran los llamados uacúsecha, el ‘linaje del águila’. Junto a esta se encontraba otra gran ciudad del Lago de Pátzcuaro, Ihuatzio, que quiere decir ‘lugar de coyotes’, donde se han localizado la mayor parte de estas esculturas. Viendo las piezas, en términos estrictamente arqueológicos, los coyotes son mucho más importantes en la cultura tarasca, pues hasta ahora no se han encontrado señores-águila. “Una de las hipótesis es que las esculturas de hombre-coyote podrían representar una dinastía que gobernó este lugar, incluso antes de que se escribiera la historia uacúsecha. Ahí hay un punto que solo la arqueología y futuros trabajos de investigación podrán responder”, concluyó el experto. La escultura del hombre-coyote de Tacámbaro se encuentra en las instalaciones del Centro INAH Michoacán, donde es resguardada para su restauración e investigación.