Víctor E. Rodríguez Méndez / La Voz de Michoacán Alejandra Díaz-Ortiz es —según sus propias palabras— una mexicana que nunca le ha dicho que no a nada y que siempre le ha entrado a la vida con muchas ganas y curiosidad. Abandonó muy chica su casa familiar (“cuando irse de casa era sinónimo de libertad”, dice) y entonces tuvo que empezar a trabajar en México. Desde hace más de diez años radica en España, después de hacer una carrera profesional en el cine, la gestión cultural, la producción musical y de espectáculos en general. Durante más de diez años fue la representante en México de Joaquín Sabina y Luis Eduardo Aute, y con su empresa también produjo después varios espectáculos y giras para Jaime López, Enrique Guzmán, Nacha Guevara, Pablo Milanés y Silvio Rodríguez, entre otros. Nos vemos un domingo al mediodía en la Calzada Fray Antonio de San Miguel, en medio de un ambiente de aire fresco y mucho relajamiento. Se la ve bien, disfrutando el momento, sobre todo porque le gusta respirar el aire citadino de la ciudad con la que tiene una liga de al menos treinta años, producto de que parte de su familia radica en la capital michoacana. “Morelia siempre ha estado presente en mi vida”, dice Alejandra en la entrevista, “tiene muchas resonancias en mi vida”. La primera vez fue con su hermana Laura, que llegó como profesora del CEDART, con lo que empezó a conocer gente de Morelia. “Mi primer trabajo aquí fue traer al Ballet Nacional de Cuba con Alicia Alonso, y a partir de eso hay muchas cosas que me anclan con Morelia. Es como mi segunda casa; aunque nací en la Ciudad de México (en los sesenta) y toda mi familia es del norte, todos hemos coincidido aquí”. Por eso, apunta, le provoca mucha alegría que una editorial de Morelia publique su reciente libro. Después de los tres libros que ha realizado en España, ahora da a conocer Esta boca es tuya. Micromemorias de la última groupie (Arquera Ediciones, 2024) que presentará hoy jueves 26 de septiembre en la Tercera Feria Internacional del Libro y la Lectura de Morelia, en el Ágora principal a las 17:00 horas. Foto: Víctor Ramírez Una historia de vida en los espectáculos Alejandra Díaz-Ortiz forma parte de una familia ligada al mundo del arte y la cultura, por lo que tuvo la suerte de que mucha gente le echara la mano en su posterior periplo de vida fuera del nido familiar. En la CDMX trabajó de inicio en el cine club de Bellas Artes, luego como ayudante en una productora en la que estaban directores como Arturo Ripstein (de quien aprendió a ser exigente en el trabajo, “a ir siempre por delante de las cosas”, nos cuenta), Sergio Olhovich, Jorge Fons y Julián Pastor, entre otros. En los Estudios América fue guionista e hizo películas con Alfredo Gurrola y los hermanos Almada (su última película fue Pedro Navaja, en 1984). Se mudó después a España —“por amor”— durante casi cinco años; tuvo una hija y regresó a México a trabajar con Alejandro Pelayo en el gobierno de Tlaxcala. Luego vino, a finales de los años ochenta del siglo pasado, su encuentro con el cantautor español Joaquín Sabina y, entonces, dice ella, “se abrió otra de sus vidas que es en la música”. Respecto a Esta boca es tuya. Micromemorias de la última groupie, la escritora asegura que no se trata de sus memorias ni tampoco es una autobiografía, ni mucho menos la historia de cuando era más joven. El libro habla, concretamente, sobre lo que era ser mánager de grandes artistas en el México de los años 90, una década importante en la que se dio la apertura a los grandes conciertos y al movimiento de rock en tu idioma. En la presentación del libro, Yazmín David escribe: “No importa el género al que pertenezca, Esta boca es tuya es ante todo un libro que gustará a quien busca leer con frescura una literatura que precisa la pluma desenfadada, arrojada y voraz, con todo y las contradicciones de su artífice”. Foto: Víctor Ramírez Para Alejandra, “hay muchas historias para contar detrás de bambalinas”. Recargada cómodamente en la banca de la famosa Calzada moreliana, reflexiona sobre las intenciones de su libro: “Sobre todo, es contar lo que nos pasaba a las mujeres que trabajamos en ese ámbito. Yo decía que era mánager, pero en realidad era una «nánager». Imagínate, solíamos viajar un equipo de unas 25 personas, entre el equipo español y el equipo mexicano, y entre esas 25 personas sólo estaba la chica que le hacía coros a Joaquín (Olga Román) y yo como mujeres; el resto eran chicos y cada uno con sus peculiaridades, y en medio Joaquín que era el artista. Yo tenía que andar peleando entre los que te querían ligar y los que no te tomaban en serio, los que se reían de ti y etcétera. En todo ello la responsable era yo. Sin embargo, fue una gran lección y logré ganarme el respeto de todos en esa época. Yo me divertí mucho, pero como mujer sí fue un trabajo bastante durito”. De su relación con Sabina, señala, se dio casi como un accidente divertido para luego empezar a trabajar juntos, tal como lo cuenta al inicio del libro. “Fue muy productiva nuestra relación, tanto para él como para mí, y él solía referirse a mí como una groupie”, de ahí el subtítulo de su libro. En perspectiva, Alejandra se ve a sí misma como una mujer valiente, según dice: “Porque le entré bien —no me gusta utilizar palabras así—, pero le entré bien a los madrazos y salí invicta; hubo cosas que hice muy bien, hubo cosas que hice fatal, y ahora sí, como dicen, si hice daño fue involuntariamente. Creo que en ese momento hice cosas valiosas, y veo que detrás de mí han venido otras chavas”. Pongamos que hablo de… Después de su experiencia en el espectáculo de la música Alejandra se fue de vacaciones a España y conoció al hombre con el que se casaría. Y apareció la escritura, ya entrado el nuevo milenio, como una nueva búsqueda creativa. Si bien trabajó como guionista y hacía colaboraciones con algunos periódicos, nunca se propuso escribir un libro. Su primera publicación de microrrelatos fue Cuentos chinos, en 2009, con un prólogo del pintor, poeta, cineasta y cantautor Luis Eduardo Aute, su padrino en este terreno y quien es para Alejandra un referente importantísimo, según dice. Incluso, se atrevió con la poesía (Bisturí, 2024), un rubro que —reconoce ella— respeta mucho. Ha publicado dos libros más de microrrelatos (Pizca de sal, 2011, y No hay tres sin dos, 2014) que, más que un género para ella “es un sitio en el que me encuentro cómoda y que creo se me da bien, lo mismo que los aforismos y las historias cortas; no soy capaz de escribir una novela tradicional, larga —como mucho, una novela corta y con un formato un poco de microrrelato (Julia, 2023)—; el microrrelato lleva mucho trabajo para redondearlo y conseguir el objetivo, y es así: ¡un shot, como un disparo!”. Después, hace siete años, sobrevino el impulso por darle forma a lo que es ahora Esta boca es tuya. Micromemorias de la última groupie. “Es un libro muy trabajado”, señala, y abunda sobre su desarrollo: “Pasa que en reuniones de amigos contaba las historias y todo mundo me decía: «Es que tienes que escribirlo». A raíz de la pandemia, encerrada a cal y canto, fue que le empecé a dar forma; contacté con los cuates en México, a googlear fechas y tal, sobre todo para situar cronológicamente las historias, porque la memoria te pone adelante cosas que están atrás, y ahí empezó a tomar vida en un formato de micromemorias, que me pareció muy divertido”. Por tanto, dice, el libro está escrito desde el cariño. “No ajusto cuentas con nadie ni cuento chismes, no cuento nada que no sepamos de aquella época; simplemente es mi historia, son mis anécdotas y punto”. Sabina, aclara Alejandra, es el hilo conductor del libro, “pero él se queda a la mitad del libro y la historia continúa, y en esa historia está Eduardo, básicamente”. La escritora hace constar que, si bien el acercamiento con Joaquín Sabina fue importante, su relación afectiva con Luis Eduardo Aute le es muy especial. “Eduardo para mí fue un amigo que se portó como un amigo de verdad, aunque quien me hizo la gran declaración de amistad fue Joaquín. Con Eduardo mantuvimos una relación muy estrecha hasta que cayó enfermo. Echo mucho de menos a ese amigo porque me centraba, me aconsejaba”. La escritura y Mallorca Hoy día, de vuelta a Morelia, a pregunta expresa Alejandra asegura verse como “una primeriza, como si no hubiese publicado nada”. Igualmente, se ve “muy afortunada porque he tenido la suerte de caer en manos de una editora maravillosa (Ivonne Solano) que tiene su joven editorial con un equipo de mujeres muy emprendedoras, así como un par de chicos que las apoyan también con mucho entusiasmo”. En suma, “la Alejandra de ahora está empezando de alguna manera una nueva vida, y la va a empezar en su país, en Morelia, concretamente”. Foto: Víctor Ramírez Al momento se dedica a la escritura porque ya se ha hecho mayor, dice, “y seguir una gira es muy cansado”. Agrega: “Se necesitaba juventud en ese momento, ahora no. Es verdad que cada vez que voy a un concierto me da mucha envidia porque me digo: «Yo podría estar ahí». Pero lo cierto es que estoy viviendo en Mallorca, donde llevo una vida contemplativa, porque en esa isla sólo puedes contemplar paisajes maravillosos, como Robert Graves, que vivió ahí, la descubrió y escribió grandes obras”. —¿A dónde quieres ir, literariamente hablando? —A ningún lado. Mi primer libro fue producto de un blog en El País, pero a mí me daba mucha pena y yo no decía que era escritora. Luego vino el segundo libro, un tercero, llegó un cuarto y estoy en el quinto… No sé si va a haber un sexto, no quiero ganar el Nobel. Yo escribo porque me divierto, lo hago de manera honesta, natural, y a la gente le gusta, se lo pasa bien con mis libros. Víctor Rodríguez, comunicólogo, diseñador gráfico y periodista cultural.