Amalia Mendoza “La Tariácuri”, canciones y películas

El Trío Tariácuri, integrado por Jerónimo, Juan y Norberto, hermanos de Amelia, guarda un sitio de privilegio en la canción mexicana.

Jaime Vázquez / La Voz de Michoacán

Nacida en Huetamo el 11 de julio de 1923, Amalia Mendoza García fue la décima hija de una familia entregada a la música. El Trío Tariácuri, integrado por Jerónimo, Juan y Norberto, hermanos de Amelia, guarda un sitio de privilegio en la canción mexicana; Juan Mendoza, “El Tariácuri”, tiene su propio sitio en nuestro cancionero.

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Los hermanos tomaron como nombre artístico el del fundador del imperio purépecha, el “viento impetuoso”, el torbellino que expandió el horizonte michoacano: Tariácuri.

Amalia, que de niña lloraba mientras cantaba tangos, no tardó en seguir los pasos de sus hermanos y formó varios duetos con sus amigas. En 1938, a los quince años de edad, Amalia debutó como cancionera, acompañada de sus hermanos, en la XEW.

Formó un dueto con su hermana y otro más con una amiga (Perlita y la Tariácuri) antes de crear con su hermano Juan el Dueto Tariácuri.

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Amalia y Juan, en caminos separados, se abrieron paso en el cine.   

En la feria popular el mariachi recorre los puestos de antojitos. La música abre paso a la voz de Amalia Mendoza, “La Tariácuri”, que canta con su tono potente y cristalino Grítenme piedras del campo, de Cuco Sánchez. Son escenas iniciales de Vivir a todo dar (1955), de Gilberto Martínez Solares, con Antonio Espino, “Clavillazo”.

En un rol similar en Mi influyente mujer (1955) de Rogelio A. González, Amalia y su inconfundible voz y estilo canta en esta cinta estelarizada y escrita por Gloria Lozano (Jiquilpan, 1925).

En 1954 Amalia había prestado su voz a la argentina Rosita Quintana para que cantara con Miguel Aceves Mejía en A los cuatro vientos, de Adolfo Fernández Bustamante. Una voz fresca, potente, pura.

En un acto de magia frecuente en el cancionero mexicano, el tango Pa´que sientas lo que siento del argentino Marcelo Salazar Bonilla se viste de canción vernácula, y acompañada del mariachi Amalia la interpreta con ardor en Fiesta del corazón (1958) de Jaime Salvador, con Tony Aguilar, Flor Silvestre, Fernando Casanova y la alicantina Sonia Furió.

Mauricio Magdaleno adapta El niño de la bola del escritor español decimonónico Pedro Antonio de Alarcón para Una cita de amor (1956), de Emilio Fernández. Amalia es Genoveva, empleada en la Hacienda Bellavista del tiránico Don Mariano (Carlos López Moctezuma). Cargando añejos males de amor, le canta a la hija del hacendado (Silvia Pinal) una de esas canciones que “parecen un grito de sangre”: A los cuatro vientos, de Tomás Méndez.

Jaime Salvador dirige la comedia ranchera Yo el aventurero (1959); a Amalia con el corazón desgarrado lucha simbólicamente con Rosa de Castilla por el amor de Tony Aguilar.

En Los laureles (1960), de Jaime Salvador, es Doña Leonor. Comparte créditos con Demetrio González, el “charro español”, la extremeña Elvira Quintana, Maricruz Olivier, Armando Silvestre y los infaltables Soler, Domingo y Andrés.

Canta a trío con sus amigas Lola Beltrán y Rosita Quintana las aventuras y desventuras en ¿Dónde estás, corazón? (1959) de Rogelio A. González.

La canción de su autoría, La primera caricia, forma parte de la banda sonora de Sol en llamas (1962), historia de Edmundo Báez y Alfredo B. Crevenna, drama situado en la revolución, con Antonio Aguilar, Maricruz Olivier, Irma Dorantes y Fernando Soler.

En recuerdo y homenaje a Jorge Negrete por su fallecimiento, Rafael E. Portas dirige el documental El charro inmortal (1955). Cantando el corrido de Federico Curiel Adiós a Jorge; Amalia Mendoza acompaña a Luis Aguilar, Amanda del Llano, Antonio Badú, Demetrio González, José Alfredo Jiménez, el Trío Los Calavera y varios más.

El 11 de junio de 2001, a los 77 años de edad, muere Amalia Mendoza “La Tariácuri” en la Ciudad de México. Sus cenizas fueron esparcidas en el Lago de Pátzcuaro.

En las tertulias, reuniones familiares, la escuchamos en una de las canciones emblema de nuestra identidad: Amarga navidad, de José Alfredo Jiménez. Amalia, como cuando era niña y cantaba tangos, derrama con nosotros algunas lágrimas.