Yazmin Espinoza Sara Uribe me ha roto el corazón. El pequeño libro blanco que tomé entre mis manos y devoré en poco más de una hora me llenó de desolación. Y es que, hay tantas Antígonas y tantos Tadeos en este país, en este mundo. En el contexto de la actual guerra en México, una mujer, Antígona González, intenta narrar la desaparición de su hermano menor. Antígona González es un texto conceptual: una máquina escritural basada en la apropiación, intervención y reescritura de la Antígona de Sófocles; El grito de Antígonade Judith Butler; La tumba de Antígona de María Zambrano; Antígona furiosa de Griselda Gambaro; Antígona o la elección de Marguerite Yourcenar; Muerte, poema de Harold Pinter, así como en fragmentos del blog del proyecto colectivo Menos días aquí, y en notas periodísticas: una conjunción de palabras, voces y testimonios que integran un texto vivo, orgánico. “Un vaso roto ya no es un vaso”, dice Antígona González, y ése es el pretexto para narrar, desde la poesía y su alcance subversivo, su pérdida. Y justo la poesía, es lo que me parece que lleva a otro nivel toda la información sobre desaparición forzada que Sara pone en las páginas del libro, que me parece un medio a través del cual busca visibilizar estos casos, romper el silencio y acabar con la impunidad que ampara esa violencia atroz. La absurda, la extenuante, la impostergable labor de desenterrar un cuerpo para volver a enterrarlo. Para confirmar en voz alta lo tan temido, lo tan deseado: sí, señor agente, sí, señor forense, sí, señor policía, este cuerpo es mío”. Cabe destacar que, además, en el libro hay una intervención y confluencia de varias voces, testimonios, notas periodísticas y citas de otros textos que Sara recopila y presenta de una manera sumamente poderosa para que cada página nos deje sin aliento. Justo esto hace que no se trate de un poemario en el sentido tradicional e, incluso, en una nota final, la autora lo define como “una pieza conceptual basada en la apropiación, intervención y reescritura”. En esta nota la autora explica que su trabajo poético fue nutrido de un ejercicio de curaduría en el que pudo buscar, recopilar y ensamblar docenas de testimonios de fuentes muy distintas, en su mayoría procedentes de periódicos y blogs, cuya inmediatez permite medir la urgencia de estos materiales, para plasmar la experiencia de sobrevivir a los desaparecidos. El efecto final de las partes ensambladas como un todo es sobrecogedor: ya no se está frente a un poema, sino delante de un documental de voces vivas y vibrantes. La experiencia personal, subjetiva, se diluye en la experiencia colectiva de las otras antígonas, mexicanas y latinoamericanas. Porque desde luego que a una se le desaparezca un hermano no es motivo de incapacidad. A una le dicen en la sala de maestros cuánto lo siento, ojalá que todo se resuelva, me apena mucho tu caso. Una es comidilla de uno, o dos, o tres días, tal vez hasta una semana. Pero luego ese chisme se vuelve viejo. La vida nunca detiene su curso por catástrofes personales”. Para mí, Sara se encargó en este libro de poetizar todo este horror que vemos en el día a día no para convocarlo, sino para denunciarlo y así, levantar la voz y asegurar que así no se puede vivir. Y, cuando parece que el libro ha terminado, en su última página, en la parte informativa con datos de su reedición en 2019, podemos leer el siguiente mensaje: “Al cierre de esta edición, después de nueve años de que Antígona González apareciera por primera vez, aún hay mañanas con filas inmensas de personas que buscan a sus familiares. Esta edición, al igual que sus predecesoras, está dedicada a todas las Antígonas y Tadeos, a los miles de desaparecidos en una guerra injusta y, por supuesto, inútil. Sin justicia no hay decanso posible. Ni remanso alguno”. Un libro que desearía que todo el mundo leyera. Instagram: @historiasparamama