Víctor E. Rodríguez Méndez, colaborador de La Voz de Michoacán Con mucha paciencia y optimismo, cada domingo un grupo de artistas se asienta en la cantera rosada de uno de los espacios más emblemáticos de Morelia. Envueltos siempre en una sonrisa amable y, sobre todo, con la convicción y el temple artístico a cuestas, cada domingo se los mira a ellos y ellas en los pasillos del jardín ubicado entre el andador El Nigromante y las calles Santiago Tapia y Guillermo Prieto, ofreciendo sus pinturas y esculturas de variados estilos y formatos: óleo, acrílico, grabado, pastel y acuarela, así como trabajos en bronce y chatarra metálica, entre otras técnicas. A esta muestra artística al aire libre se le conoce ahora como Jardín del Arte de Las Rosas, que nació un 3 de agosto de 1982, hace 41 años, bajo la idea de Salvador Mora Villalpando —ex titular de Difusión Cultural de la Universidad Michoacana—, Eugenio Altamirano Gamiño, David Aguilar Ramírez, Juan Vázquez Corona y José Magaña Huerta. Estos cinco artífices iniciaron la aventura de este “museo” público y callejero, conformado en la actualidad por 22 artistas plásticos, cuya oferta artística se ofrece semanalmente a la vista y a la venta con su temática general sobre costumbres, paisajes, tradiciones y personajes de Michoacán, con exposiciones colectivas especiales en las fechas de Semana Santa, el aniversario de Morelia y el colectivo, y las festividades del Día de Muertos. Foto: Víctor Ramírez Eugenio Altamirano Gamiño, quien a sus 78 años es considerado el vocero del grupo artístico del Jardín del Arte de Las Rosas, dice de entrada: “Más que una asociación se trata de un grupo de amigos y compañeros que queremos hacer de este lugar un lugar de esparcimiento y un espacio para presentar nuestras obras al mayor número de personas”. El conjunto de obras pictóricas, escultura y fotografía de este grupo multidisciplinar se pueden apreciar todos los domingos desde las 9 de la mañana hasta las 3 de la tarde. Ahí se las encuentra, dispersas en acomodados lugares bajo la custodia estricta de Miguel de Cervantes Saavedra y Vasco de Quiroga, cuyas esculturas circundan el Jardín «Luis González Gutiérrez», nombre oficial de este carismático lugar, epicentro de la vida social y cultural de Morelia, ubicado a unos metros del Conservatorio de las Rosas, del Museo del Estado, de la sala de cines de Cinépolis del centro, del teatro «José Rubén Romero» y del Centro Cultural Clavijero (CCC), así como de una decena de concurridos cafés y restaurantes, además de otros edificios históricos de la Morelia colonial. “Hay galerías y otros lugares apropiados para presentar la obra”, dice Eugenio Altamirano, “pero vemos con tristeza que mucha gente no acude, se inhibe o no sé qué pasa, mientras que aquí en el jardín la gente pasa continuamente”. Estudiante de la Escuela Popular de Bellas Artes y egresado del extinto Instituto Michoacano de Arte, el pintor moreliano guarda vivos recuerdos de las cuatro décadas de esfuerzo y permanencia en el Jardín de Las Rosas. “Aquí siempre ha sido un lugar excepcional, primero por la belleza arquitectónica del espacio, y segundo porque es un lugar de una gran intimidad, de un recogimiento muy hermoso y muy romántico, diría yo, rodeado de edificios emblemáticos”. En sus inicios, rememora, el Conservatorio de Las Rosas fue puntual para fijar su espacio en el jardín, porque había la idea de hermanar al arte plástico con la música, “tanto así que en aquellos tiempos los muchachos que estudiaban música venían los domingos a compartir con nosotros y había música clásica junto con mesas de ajedrez y muestras de plastilina”. Foto: Víctor Ramírez Pese a la problemática que implica estar expuestos —artistas y obras— al aire libre, y en ocasiones a las inclemencias del viento, la lluvia o el frío, además del poco y relativo apoyo de las autoridades, Eugenio Altamirano asegura que el proyecto se consolidó “de manera muy agradable e interesante” entre los primeros integrantes y quienes se han ido sumando, porque la idea desde el inicio fue “compartir nuestras experiencias, resultados y anhelos”, al punto de que en conjunto han trascendido más allá de Morelia para llevar sus obras en exposiciones colectivas a otras partes de Michoacán y del país. En este sentido, el veterano pintor confirma que la idea principal del Jardín del Arte es “preservar en imágenes las tradiciones, las costumbres y el paisaje de Michoacán, sin que por ello se limite a nadie a expresar sus estilos e ideas”. Otras voces, el mismo ámbito Bernardo Villarreal de la Vega, de 73 años, realiza obras a lápiz y acuarela y actualmente ofrece trabajos de elaboración de heráldica. Mientras realiza ahí mismo su obra, la experiencia del Jardín del Arte para él ha sido “maravillosa, porque uno convive con mucha clase de gente, desde la que es muy conocedora del arte hasta gente que viene y pregunta”. El contacto con la gente es lo más importante, agrega el también actor. “El Jardín del Arte está abierto a todo el mundo y creo que es bien recibido por los propios morelianos, aunque, desgraciadamente, a veces no tanto por las autoridades. No entiendo por qué los artistas tenemos que pedir permiso para exponer nuestro trabajo, sobre todo cuando hay gente que hace cosas verdaderamente denigrantes y no hay quien les diga nada” Añade: “Mientras se pueda, hay que luchar por todos lados. El arte es el reflejo de un pueblo y México es un país muy artístico desde hace milenios; todas las manifestaciones artísticas de los ancestros ahí están, así que nosotros debemos continuar con esta labor y qué mejor que haciendo arte”. Por su parte, Mauricio Escalante Almanza, de 63 años, recién integrado al Jardín del Arte, expone primordialmente dibujos de carbón y lápiz de color, cuyo realismo y pulcra técnica son patentes en sus perfiles y retratos. Nos cuenta que su interés de pertenecer al grupo radica en su gusto por la pintura y por la oportunidad de mostrar su obra al público. De formación autodidacta, asevera que ésta ha sido “una de las mejores decisiones” de su vida, básicamente por la convivencia con personas que tienen la misma motivación y el mismo gusto, según dice. “El grupo en sí es unido y armónico, a pesar de que hacemos cosas distintas y eso también es muy bonito”. El Jardín del Arte es para Mauricio Escalante un espacio “de ésos que hacen falta porque el arte muchas veces no es valorado como debiera ser”. Resalta la experiencia compartida con la gente que se acerca al espacio artístico al aire libre: “Las personas que realizan cualquier tipo de arte están encaminadas de manera positiva, porque desarrollan la creatividad, y a las personas que les gusta apreciar el arte también experimentan algo de eso”. Iván Osvaldo Atilano Bravo, de 27 años, con dos en el grupo es de los artistas más jóvenes. Se especializa en pintura al óleo en estilo bravura, señala, aunque también ejercita el dibujo de tinta. Su obra se distingue por su desapego al estilo tradicionalista de la mayoría de quienes integran el Jardín del Arte. “Me gusta el tipo de ideas que manejo porque son más fáciles de usar como crítica social, aun cuando te muestra algo desagradable. Me gusta la temática un poco oscura, porque me da pie para hacer crítica social”. Respecto a su experiencia en el espacio artístico, Osvaldo Atilano resalta la posibilidad de “acercar el arte a la gente, especialmente los niños, porque ellos no tienen prejuicios con si mi arte es más oscuro o no. Lo mejor que puedo hacer es mejorar y vivir de esto, quiero intentarlo, aunque sea un sueño. Además, no hay otra cosa que sea más sencilla que ponerse a pintar en la calle”. Foto: Víctor Ramírez Y apunta: “Que el Jardín del Arte tenga 40 años aquí es de reconocerse, por mantener un lugar que acerca a la gente y a los niños a algo tan bonito como es el arte, así, al aire libre. Sabemos que muchas veces los museos tienen un estigma de que exhiben obras que no se entienden, pero si es adentro o afuera de un museo, no importa; lo importante es que la gente vea obras artísticas”. Joaquín Hernández Camargo, de 65 años, ofrece su trabajo de fotografía, disciplina que desarrolla desde hace más de cuatro décadas. A la experiencia de pertenecer al Jardín del Arte la califica como “muy agradable”, por la convivencia con sus compañeros pintores y porque le permite la exposición de sus obras al público. “Es una manera de que la gente conozca nuestro trabajo y eso es muy importante, porque desgraciadamente en Morelia las galerías no son suficientes y es muy complicado lograr un espacio”. Recalca la interacción con las personas y la capacidad de “salir a la calle” y mostrar su trabajo para que la gente lo conozca. “Es muy importante que la gente tenga un contacto directo con el artista, porque aquí llega la gente y te pregunta y se da una dinámica diferente. Eso es muy padre porque tú ves el interés de la gente que viene y se atreve, se arrima y te pregunta. Lo más importante es la convivencia con el público”. Eugenio Altamirano cree que lo mejor de todo es la cercanía con las personas. “Es lo más enriquecedor, lo que nos ha permitido evolucionar y entender muchas cosas. Nuestra intención básica es presentar el trabajo y compartirlo con la gente que no puede hacerse de una obra; procuramos que cada obra esté al alcance de la gente, y si no pueden comprarla, pues que cuando menos la disfruten o platiquen con nosotros y nos cuestionan y nos comenten. Es nuestra principal satisfacción”. Sintetiza esta experiencia de 41 años como “la cristalización de un sueño en un espacio en que compartimos nuestro quehacer con la ciudadanía moreliana y con la gente que nos visita”. Es, concluye, “poner un granito de arena en la idea de una Morelia culta y ponerla a disposición de la ciudadanía”. Además de los entrevistados, integran el colectivo Jardín del Arte de Las Rosas: David Aguilar, Erik Neyra, Alejandro Escalante Almanza, Alejandra Escalante, Bulmaro Piña, Guillermo Andrade, Giovana Mora, Evangelina Abonce, Juan Vázquez, Santiago Herrera, Francisco Ramírez, Sandra Garduño, Daniel Martínez, Jesús Garduño, Eduardo Alegre, Gilberto García y Adrián Méndez. Víctor E. Rodríguez Méndez, comunicólogo, diseñador gráfico y periodista cultural.