COLUMNA / VertebralErandi Avalos La importancia histórica y cultural de los mercados mexicanos es indiscutible. En ellos tienen lugar un sinnúmero de prácticas de interacción social que van más allá de la adquisición de alimentos y productos varios. Nuestros mercados suman la herencia de las civilizaciones originarias, lo europeo, asiático y africano; es decir: reúnen la riqueza de nuestra identidad regional y nacional. De los espacios públicos urbanos, los mercados son de los más necesarios, complejos y disfrutables. Todos nuestros sentidos se activan e involucran de distintas maneras, pudiendo ser una experiencia grata o desagradable dependiendo de las particularidades de cada lugar. A diferencia de los tianguis, que generalmente son ambulantes, los mercados son fijos y su infraestructura permite que se tengan mejores condiciones para realizar las actividades propias del lugar: ventas, reventas, compras, intercambios, entregas u otras. Pero si esta infraestructura se descuida, al ser un sitio de intenso movimiento y manejo permanente de mercancías, puede caer en un deterioro alarmante y llegar a la insalubridad y a lo grotesco. Foto: Pablo Aguinaco D.R. Hace varias semanas que en Pátzcuaro se ha gestado un conflicto —absurdo y lógico al mismo tiempo— sobre la posible construcción de un nuevo inmueble para el mercado municipal de esta importante ciudad de Michoacán. Sin duda este es un mercado en el que todavía existen rastros de los tianguis de antaño en días de plaza, esos maravillosos que vemos en viejas postales de tonos ámbar o blanco y negro; pero es evidente que requiere mejoras inmediatas o mejor aún: un nuevo mercado en otro lugar, que dé paso a la recuperación de ese lugar como espacio recreativo y área verde. Foto: Pablo Aguinaco D.R. Pero incluso si se construyera en el sitio donde está ahora, lo que extraña (y no) es la renuencia de algunos comerciantes al proceso que implica tener un nuevo mercado. Extraña, porque en general las personas buscan mejorar su calidad de vida y un nuevo mercado supone eso de facto si cumple con los requerimientos necesarios sin perder su diversidad y tradición popular —que por cierto no está peleada con la limpieza y la higiene, al contrario—. No extraña, porque esa renuencia probablemente es resultado de varios factores que no surgieron de un día para otro: es producto de décadas en las que muchos de los mexicanos hemos tenido difícil acceso a la educación superior, poco o nulo acceso a viajar, leer, a la educación artística, a enriquecernos con experiencias estéticas, a tener intercambio de saberes culturales diversos; y simplemente no logramos convencernos de que merecemos una vida mejor, más digna, porque nunca la hemos tenido y la mayoría no tenemos referencias de comparación. Es resultado de décadas de incompetencia de las instituciones culturales y turísticas, que no tienen un correcto entendimiento de cuál es su labor y que difícilmente han pisado alguna tenencia del municipio que cubren, privando a mucha gente de valorar su cultura y de cuidar de su patrimonio material e intangible. Producto de años de desconfianza en la autoridad, que deriva en recelo ante las propuestas de mejoras por temor a ser timados. Es resultado de muchos años de baja autoestima colectiva, de pensar que jamás seremos ciudadanos iguales a los holandeses o canadienses, que aquí necesariamente tenemos que conformarnos con infraestructura obsoleta porque así es y punto. Es producto de intereses mezquinos (propios o ajenos) que ni siquiera logramos identificar claramente y que no alcanzamos a cuestionar por miedo, por errónea convicción o por inercia. Foto: Pablo Aguinaco D.R. Foto: Pablo Aguinaco D.R. Sin embargo, nada justifica que se intente obstruir una acción que es claramente necesaria. Un mercado es por excelencia un catalizador cultural en el que se tejen relaciones sociales muy variadas, necesarias para la subsistencia y el adecuado desarrollo integral de la región. Es también un patrimonio de todos los mexicanos al encontrarse en un Centro Histórico tan relevante para México. Nadie puede decidir por toda una ciudad más que la mayoría de sus ciudadanos: la individualidad nunca debe estar por encima del bienestar de la colectividad. Foto: Pablo Aguinaco D.R. Esperamos que el asunto se resuelva de la mejor manera y que gobierno y ciudadanía trabajen en conjunto, sería un referente para mejorar muchos otros espacios públicos que requieren atención urgente no únicamente en Pátzcuaro sino en todo Michoacán. Erandi Avalos, historiadora del arte y curadora independiente con un enfoque glocal e inclusivo. Es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte Sección México y curadora de la iniciativa holandesa-mexicana “La Pureza del Arte”. erandiavalos.curadora@gmail.com