COLUMNA / Tait, escribiendo la palabra de mujeres en Michoacán

Escribir lo indecible. Poética y narrativa de la violencia sexual en Ethel Krauze

Fotografía: Ethel Krauze y Josefina Cendejas en Traspatio. Archivo de la autora.

Josefina María Cendejas

Es 25 de noviembre, día de la conmemoración de la lucha por la erradicación de la violencia hacia las mujeres. El auditorio de la Facultad está lleno de estudiantes, la mayoría mujeres quienes nos escuchan hablar a tres académicas “entre el erotismo, el derecho al placer, el poder y la violencia de género”. Extraña mezcla de temas, dirían algunos. ¿Erotismo y poder? ¿Derecho al placer y violencia de género? ¿Qué no vivimos ya en una época de liberación sexual, relaciones poliamorosas y géneros fluidos?

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Unos días antes del evento, compartí mis textos en el taller de poesía que dirige otra querida amiga, también dentro de la UMSNH. Cuando tocó el turno a las estudiantes, tres de ellas –en un grupo donde había siete mujeres– leyeron poemas cuyo tema era el abuso sexual en etapas tempranas de sus vidas. El tono de los poemas iba desde el lamento hasta la furia, pero en todos había la fragancia del dolor liberado. Al igual que en el conversatorio del 25 N, la idea que flotaba en el aire era que, tal vez, la verdadera libertad sexual de las mujeres consiste en poder decir no ante avances sexuales no deseados. Sin embargo, la realidad que arrojan los datos es abrumadora: siete de cada diez mujeres en el mundo declaran haber sufrido violencia sexual en alguna etapa de sus vidas. Así, la pregunta obligada sería: ¿cómo encontrar nuestro propio erotismo y ejercer nuestro derecho al placer, sumergidas como estamos en entornos que acechan nuestros cuerpos por todos los flancos y desde la más tierna edad? Parece más viable encontrar la piedra filosofal o la cuadratura del círculo. Quizá, la posibilidad está mediada por la escritura, por atreverse a expresar lo indecible que atraviesa nuestros cuerpos, para transformarlo en una historia propia, heroica en cuanto es capaz de transmutar el horror y el silencio en belleza y verdad.

Eso y mucho más es lo que logra la autora Ethel Krauze en su novela Dulce cuchillo (Jus, 2010) y en su poemario Oscura punta (UANL, 2023). Con estos libros, Krauze crea una puerta de dos hojas que se abre para dar paso a una historia terrible: la de una mujer que ha sufrido desde la pubertad los embates del sexo impuesto por un hombre que habitaba en su propia casa. Mientras que la novela expresa los hechos a través de una polifonía de voces –entre las cuales se asoma la desgarradora travesía de la víctima que lucha por no desbarrancarse en la locura o en la muerte–, el poemario constituye un profundo canto en el que la voz femenina va desgranando con extrema delicadeza los elementos de su ser que, pese a haber sido machacados y ensuciados por el abusador, vuelven a resplandecer bajo la mirada amorosa de la poeta convertida en la heroína de un viaje imposible.

La narrativa le permite a Krauze reconocer lo ocurrido como lo que fue, sin ambajes, racionalizaciones ni autoengaños. La verdad exige ser contada, aunque se cimbren los cimientos del hogar, aunque haya que ficcionarla. La personaje transita cada episodio como sobre el filo de un cuchillo, un vértice filoso que amenaza con aniquilarla a ella, a todo lo bueno y valioso que logra construir en su vida adulta. El combate no sólo es contra la negación, el silenciamiento, el estigma, sino (sobre todo) contra la deriva centrífuga del dolor, que parece llevarla hacia la desintegración con más y más fuerza mientras su vida avanza. En Oscura punta, escrito más de una década después, la herida se ha transmutado en oro. La poética ha operado una alquimia del todo improbable: lograr que aquello tan insoportable de recordar y de asumir pueda ser no sólo hablado, sino convertido en pura belleza. Dejo aquí una muestra de que la escritura sana, transforma y comparte a manos llenas:

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Alguna vez tuve un nombre / un lecho / y un jardín donde la albahaca daba su olor / como si fuera un remolino de dulzuras / verde-esmeraldas / esperándome en el limbo / para llegar al paraíso. / .../ Pero llegó el pepino / con su curvatura / y me ató los ojos / bocabajo / para que yo sólo mirara / su columpio de olas negras / crestas / espumas empinadas / en la costura de mi ombligo. / Llegó el pepino / y las albahacas se evaporaron / en un incendio de una noche, / aún conservo / su frasco de espesuras desmayadas / sólo el frasco / porque perdí el camino de regreso.

Josefina María Cendejas, escritora y académica michoacana. Autora de Transfiguración y otros relatos, Colección Tait.