Como de aire de Ada d´Adamo, los sentipensares más allá de los roles y los esquemas

Como de aire de Ada d´Adamo, los sentipensares más allá de los roles y los esquemas

Foto: Adriana Sáenz

Adriana Sáenz Valadez colaboradora de La Voz de Michoacán

Palabras que aman, que describen la desaparición del yo que se convierte en un nosotras, en un plural que borra las barreras de los vocablos. Caricias que se gozan en el abrazo, en la calma de la sonrisa que produce sosiego a la piel dolida. La descripción de la vida desde el cuerpo (en ocasiones, singular; en otras, plural) de la hija y la madre. Daria, desde un diagnóstico erróneo, necesitará quien la sostenga, la alimente, la acompañe, la transporte, la comprenda y le brinde posibilidades para existir con dignidad. La madre, desde el devenir de aceptar que su fortaleza, su cuerpo “adiestrado” y fuerte de bailarina, irá perdiendo su poderío y deberá alentar al corazón y al ánimo para asumir que su cuerpo está enfermo.

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Brisas de convivencia, sostenidas por el cordel de la ternura, que danzan con el viento, constituyen la autoficción Como de aire, escrita por Ada d´Adamo, publicada en 2024 por Lumen. Un fenómeno literario que, después de ser rechazado, ganó en Italia siete premios literarios. Es la carta de bienvenida, convivencia y del continuo narrarse de Daria y su madre. Una obra de realidades, de sentipensares que se aglutinan desde el amor, más allá de los roles, de los esquemas, de las imágenes acartonadas por flores rojas y regalos del día de las madres.

En los feminismos, existen diferentes posturas sobre las maternidades. Muchas veces me he cuestionado el festejo del día de las madres, por su uso político y económico. El primero, porque obnubila la fuerza política del espacio privado y sólo reconoce el buen cumplimiento del deber ser “madre” patriarcal. Del uso económico, basten los ejemplos de algunos productos culturales que edulcoran dicho rol y motivan a premiarlo con una licuadora, lavadora o freidora de aire.

Pero también lo podemos pensar como una oportunidad plural. Así, todxs los involucradxs estamos convidadxs a festejarnos por nuestro vínculo. A partir de este espacio, no natural, nos alegramos por los horizontes de escucha que se gestan en el acuerpamiento que esta relación puede ofrecer. La opción con la que me quedo es la de las maternidades que se eligen desde la consciencia y se desean desde la autonomía.

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Una maternidad así es la que Ada d´Adamo narra. Un maternaje sin cartabones, sin obligaciones del deber ser, sin la búsqueda de miradas de aprobación, consciente de que este ejercicio conlleva, en parte, el borramiento del yo, que se convierte en un nosotrxs. Una carta honesta, amorosa, que pronuncia lo difícil, lo indecible, aquello guardado en el lugar de la auto recriminación y el silencio, ése que está sostenido con la fuerza de los labios bien apretados, un acto impronunciable que duele en el recuerdo y en el cuerpo, que necesita ser nombrado para poder sentir el horizonte.

Daria nace con holoprosencefalia, una enfermedad que no le permitirá nunca caminar, gatear, ver, tener control de su cuerpo, comer por sí misma. Sí escucha y sonríe. A pesar de que la madre se practica los controles necesarios, el médico no detecta esta condición. A los pocos días del nacimiento de la bebé, la madre y el padre se enteran de este estado. A partir de la nueva realidad, inician un camino de aprendizaje, de cambios, de experiencias que trastocan todo su mundo.

Esta carta, narrada en primera persona, nos lleva desde la infancia de la madre hasta la fragilidad del cuerpo de la bailarina, derivada del cáncer que padece. Un escenario que podría parecer sombrío, se transforma en una epístola de vida. Un texto para que el padre narre a Daria y, desde ahí, reconozca a la madre. Un escrito de amor al sí mismo, de perdón, crecimiento conjunto y deseo.

Al inicio señalé que es un escrito que borra las barreras de las palabras. Daria no habla: sonríe y emite sonidos; en ocasiones, grita. Sus padres aprenden a leer esto. Generan hipótesis para descartar si es dolor neurológico, si le duele toda la piel, el estómago, o es por la menstruación. Aprenden a comunicarse con ella desde la observancia, la sonrisa, la caricia, la calma del cuerpo que reposa en su regazo, que se abraza a ellos en lo profundo del sentir, del tocar. Las palabras, al parecer, tienen una dirección. La madre está convencida de que no es así. Sabe que Daria las comprende, que algunos nombres la animan más que otros. Abuelo es una palabra que alegra a Daria. La madre entiende que la nieta mantiene una relación amorosa con él. Esa comunicación la da el vínculo entre dos seres que se aman y bailan en el abrazo de los vientos, que provocan los sonidos de las teclas del aire.

Esta carta nos abre una ventana al corazón de Ada, desde la honestidad de contar un secreto aparente. Deseaba ser madre, esto la lleva a elegir entre ser pareja o ser madre. Confiesa emociones que, desde una maternidad patriarcal, podrían ser causa de juicio: si durante el embarazo hubiera sabido de la enfermedad, habría decidido no tener a Daria.

Ada narra la dulzura de amar a pesar de las renuncias. Su yo, durante los dieciséis años de convivencia con Daria, se ha ido diluyendo para convertirse en un nosotrxs. Durante el relato, conocemos las muchas ocasiones que ha dormido al pie del hospital esperando los resultados a los tratamientos. De las intervenciones quirúrgicas que Daria ha tenido a causa de su sistema de alimentación. De las veces que Ada ha tenido que pelear para que el gobierno le brinde la ayuda de invalidez. De la molestia que siente por encontrar el lugar de aparcamiento para personas con otras movilidades ocupado por autos que no están acreditados para el uso de esos espacios. De las noches infinitas en que consuela a Daria, cantándole la canción que calma su dolor y le permite sentir el tacto de sus padres.

Este libro es para disfrutarse. Es un algodón de aire pintado de colores de azúcar. Un dulce con una textura que no se puede aprehender porque se deshace. Narra el gusto por la vida, por los deseos, por el lenguaje inscrito en el cuerpo, el amor que está más allá de la idea patriarcal de lxs hijxs trofeo. Nos presenta el gozo por la vida, por el baile que se produce en el encuentro del abrazo, por la importancia de comprendernos, contarnos y danzar al ritmo del aire. Encuentro de las palabras producidas en la luz del roce de las pieles que se confiesan ternura, gozo y alegría.

Es un puente al sentipensar, al baile amoroso entre Ada y Daria, entre la diversidad y la finitud. Vayan las risas de Daria a la cita con el viento, resuenen en el golpe de olas. Que su estruendo nos recuerde las posibilidades del encuentro amoroso que se puede dar en el maternaje. Que surjan nuevas risas y canciones que abracen a las infancias en los momentos difíciles y las acompañen para que muestren, como Ada, sonidos de afecto, de alegría, de amor.


Adriana Sáenz es doctora en Humanidades, trabaja en la Facultad de Filosofía de la UMSNH y usa toda trinchera para desestabilizar las opresiones: desde la academia, la calle, el pensamiento, el amor, la escritura, la irreverencia.