Adriana Sáenz ValadezEl texto literario periodístico Fruto es un trenzado de historias y voces. Los trabajos de cuidados que se muestran son un rebozo que abraza nuestro vivir. El entrelazado de hilos nos acuerpa, nos rodea, nos calienta, nos conforta y cuestiona. Las narraciones son un rebozo-cuidado, son el fruto del trabajo de mujeres que muestran su pericia, su alegría y su desgaste. El chal es la suma de sentires, labores y emociones que evidencian la trascendencia de cuidar. Escribo este texto que me proyecta, cuestiona y emociona, desde la consciencia de que la fragilidad nos habita y que el reconocimiento de ello nos fortalece y nos permite reconocer la necesidad de abrazarnos a la comunidad que nos soporta y nos acuerpa. En Fruto, a través de las voces de Avelina, Daniela, Laura, Rosario, Naira, Emilia, Betsy, Fernanda, Rosalba, Chami, Mariela, Mónica y Alejandra Daniela de la Rea nos presenta diversas formas de cuidar. Somos invitades a conocer la historia de los hijos que cuidan a su madre porque desea quitarse la vida, la de la niña a la que cuidan los abuelos ante la ausencia de los padres; del padre que cuida a las hijas para que la madre entreviste a otras mujeres. La hija que pone el cuerpo entre el hermano y el padre para recibir los golpes. De Laura, que cuida a las hijas de otra, para que “salga a trabajar”. Historias de cuidadoras que narran las contradicciones, el cansancio, la soledad, así como las alegrías que estas actividades conllevan. Las historias muestran la falacia que implica creer que somos individuos autosuficientes, que lograremos todo lo que queramos si nos esforzamos mucho. Que el asunto es dedicarnos a tiempo completo, con la frente en alto y el vértice claro hacia la meta. En compañía con las voces de Fruto, asumo que esta creencia borra la fragilidad, el grupo que nos acompaña, e invisibiliza la colectividad implícita en toda labor. “No todas somos madres, pero todas hemos cuidado y hemos sido cuidadas” (Rea, p. 74). Cuidar es una labor que se ha asumido aparejada al maternaje. Multiplicar a la especie, cuidar los primeros años de vida, acompañar durante la infancia, son labores de alta demanda que mayoritariamente realizamos las mujeres. Este trabajo es sustantivo para una sociedad. Los trabajos de cuidado son diversos. Todes, como señala la autora, hemos cuidado y hemos sido cuidades. Todes hemos sido cuidades, pero no todes hemos valorado esa labor. Cuidar es maternaje, alimento, escucha, silencio que proyecta, caricia, lavado, atención, limpieza, cuerpo en lugar del otro. Cuidar es acuerpamiento. Es mirar la vida del otro yo, valiosa en sí misma y que merece ser acuerpada, abrazada por el trabajo de quien acompaña. Como afirma Anna Jónasdóttir, es generación de amor y debe ser valorado. La voluntad y el trabajo de cuidar tiene varias caras. Por un lado, es necesario enfatizar que todes necesitamos ser cuidades. Reconocer esto es asumir la fragilidad que nos fortalece, en tanto conlleva advertimos como frágiles e integrantes de una comunidad. Por otro lado, no debemos olvidar que cuidar es un trabajo que desgasta; en ello, la insistencia de asumir el cuidado como una labor tanto hacia nosotres, como hacia la comunidad. Es la necesidad de reflexionar sobre nuestra participación como cuidadores, en la mira de que, para sobrevivir como especie, necesitamos aceptar que cuidar es una responsabilidad de todos, todas y todes. Fruto es un rebozo-narrativo que evidencia la necesidad de que las labores de cuidados sean consideradas como sustantivas para el sostenimiento de la vida. De ahí la relevancia de la participación de cada persona y de los gobiernos. La literatura de mujeres contemporánea, de corte reflexivo sobre los supuestos del patriarcado, ha puesto en la discusión temáticas sobre lo que las mujeres hemos realizado tradicionalmente, entre otros temas, las labores de cuidados. Dichos textos reivindican estos trabajos como valiosos y, a su vez, muestran su complejidad. Adriana Sáenz Valadez, es doctora en Humanidades, trabaja en la Facultad de Filosofía de la UMSNH y usa toda trinchera para desestabilizar las opresiones: desde la academia, la calle, el pensamiento, el amor, la escritura, la irreverencia.