Neftalí Coria “Ramo de tigres es el amor/ según recuerdo”, verso magnifico del poeta, que he tomado de su extenso poema “El tigre en la casa”, un gran poema. Murió Eduardo Lizalde, poeta mayor y con él su generación disminuye. Cuando muere un poeta que ha escrito poemas que nos dieron el oro de la música y los demás metales para aguantar la vida, nos morimos un poco más. Y aunque nos deja su obra, también va muriendo la voz de una generación que muchas veces las nuevas camadas de poetas ignoran o desdeñan. Eduardo Lizalde fue un poeta del tamaño de los mayores y su poesía del vértigo la leí siempre y donde pude se la enseñé a quien no lo conocía. Y es preciso que narre aquí una breve anécdota donde quedó pendiente mi encuentro personal con tan extraordinario hombre de las letras y el pensamiento: Alguna vez Arturo Rivera que fue su cuñado y amigo mío querido, le enseñó los poemas que escribí para la obra de mi amigo pintor y Eduardo Lizalde le pidió que me invitara a comer. Como tantas promesas de otros encuentros, aquel plan, nunca lo hicimos realidad, porque con Arturo nos peleamos y con el paso del tiempo –cuando nos reconciliamos–, no se dio aquella reunión, y aunque se lo recordé a Arturo, por una u otra razón, no volvió a suceder aquella comida, y vaya que yo tenía interés en conocerlo, porque siempre admiré su poesía y los comentarios sobre mis poemas que recibí por vía Arturo Rivera, me inquietaban de tan elogiosos. Más tarde murió mi querido Arturo y ahora ha muerto Eduardo Lizalde. El encuentro ya no podrá suceder, sino es cuando yo los alcance. Se entristece la poesía en México sin duda, porque Lizalde significa uno de los mayores astros en el firmamento poético de nuestra cultura y nuestra historia. La obra del poeta nos acompaña, es cierto, pero como a muchos que lo hemos leído y seguiremos haciéndolo, su muerte nos ha entristecido. La poesía de Eduardo Lizalde desde mucho antes, ya era un patrimonio nuestro y a la altura de la poesía de Sabines, de Paz, de Chumacero, de Bonifaz Nuño, entre otros. Y quizás, como lo dijo Oscar Wong, Lizalde está específicamente, entre la herencia de Sabines y Paz, lo que me parece un cruzamiento sorprendente. No hay que olvidar que cuando Paz conoció la poesía de Lizalde, la elogió con entusiasmo. Wong, apunta con precisión, y afirma que en la poesía de Lizalde, hay “una vertiente única, de sonoridad y significación, con acentos privilegiados, ácidos, sarcásticos, conforman un equilibrio inusitado en esta propuesta estética, en este contundente discurso”. Sus poemas, fueron escritos con las más duras uñas sobre la página; los poemas tienen esa fuerza profunda, que hurga en las entrañas del conocimiento de la oscuridad que vive por dentro de un hombre, y a un tiempo, sueña bestias que lo acechan en la soledad. Su poesía canta, pero también piensa. Poderosos son aquellos poemas de “La zorra enferma” y “El tigre en la casa” y más tarde me sorprendió un libro de prosas sobre las plantas donde recuerda que la hiedra grita cuando la arrancan, según Shakespeare. En “Cada cosa es Babel” se lee: “Cuando nací ya estaba creado el nombre, /mi nombre, /pero creció conmigo /como un zarzal de letras…” Un día –lo cuenta el propio lizalde en una entrevista que le concedió a Rafael Vargas, aunque sabemos que a él no le gustaban las entrevistas–, narró que cuando Marco Antonio Montes de Oca (que fue su “compañero de banca”), se autonombraba el mejor poeta de México, sólo comparable con Octavio Paz, Bonifaz Nuño le dijo a Montes de Oca, refiriéndose al poema de “El tigre en la casa”: “Ese poema está muy bien escrito, y no lo has escrito tú, es un poema como “Muerte sin Fin”, ¿eh? Hay mucho Valéry, hay mucho Góngora.” Tenía razón Bonifaz, “El tigre en la casa” es un gran poema, y yo con respeto y modestia, le hice un pequeño homenaje escribiendo mi poema “El tigre se marcha”. Pero Lizalde nos deja una obra en verdad majestuosa. Y aquí un verso más del poeta que ya nos dejó, pero nos hereda un país poético espléndido en nuestras manos: “Recuerdo que el amor era una blanda furia/ no expresable en palabras”. Descanse en paz Eduardo Lizalde.º