El derecho a hacer y deshacer

Si, los resultados son sorprendentes, pero se enfocan hasta el momento en una sola disciplina, y nos hacen perdernos el enriquecedor camino del proceso.

Imagen de Felipe Ehrenberg hechas con Inteligencia Artificial (Midjourney) por Mikel Ocejo, Guerrero, 2023.

Fernando Llanos

Son ampliamente conocidas las multiples disciplinas artísticas en las que aportó Felipe Ehrenberg a nivel nacional e internacional. La gráfica, la pluma crítica, el videoarte, la instalación, el performance, el arte sonoro, el mundo editorial, el cine experimental, etc. Todas estas exploraciones imaginativas pasaron del mito perpetuado por la tradición oral, a una documentación citable, impresa en papel, gracias a la publicación y exhibición retrospectiva que hicimos en 2008: Manchuria, visión periférica.[1] Han pasado quince años desde que aterrizamos esa aventura en cinco sedes de tres países, y en 319 páginas a todo color.

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¿Qué desencadenó tan frondosa faena creativa? Seguramente nació del imparable “¿por qué no?”, y fue detonada por una insaciable curiosidad. Ehrenberg abordó desenfadadamente múltiples disciplinas con una rigurosa metodología, que desarrolló en veces por necesidad económica y en otras por divina ociosidad especulativa, la madre de todos nuestros vicios inventivos. Esto nos explica el indisoluble matrimonio entre la etiqueta del neólogo, y la del descubrimiento de nuevas gramáticas y disciplinas. Al final todo territorio explorado termina siendo reclamado con una bandera, o con un vocablo que renombra lo descubierto para poder poseerlo de alguna manera. Es en esos nuevos espacios donde neologismos y multidisciplinas hacen migas y se revuelcan entre el oleaje de lo novedoso e inusual. En ese caldo de cultivo la producción se desparrama en horizontal y salpica esferas hasta el momento inconexas. La obra que desarrolla un espíritu libre de esas características es difícil de catalogar, y muy fácil de descalificar por mentes cuadradas que les gusta garantizar la repetitividad de cierto estilo en la producción artística, para mantener un lugar en el mercado del arte. “X” hace “Y” tipo de cosas, o toca “Z” tipo de temas, no más. Ahí es donde el cimarrón Ehrenberg se brincó una y otra vez varias trancas.

Imagen de Felipe Ehrenberg hechas con Inteligencia Artificial (Midjourney) por Mikel Ocejo, Guerrero, 2023.

Ese derecho creativo a hacer lo que quiero por qué puedo, y puedo porque lo hago, lo habremos de valorar más cada día en un mundo de aplicaciones hiper-especializadas que resuelven instantáneamente complejos conflictos creativos en ciertas disciplinas. Un guion, la visualización de un paisaje apocalíptico futurista, una historia, una animación o hasta una línea de programación, ya no requiere de una o varias mentes humanas, basta con tener acceso en línea a un programa que utilice algoritmos y modelos matemáticos, para procesar grandes cantidades de datos y poder tomar decisiones basadas en patrones y reglas establecidas a través del aprendizaje automático. Si, los resultados son sorprendentes, pero se enfocan hasta el momento en una sola disciplina, y nos hacen perdernos el enriquecedor camino del proceso. Personalmente creo que la inteligencia artificial nos hará cada día más valorar el error, esa herencia humana tan ligada a nuestra naturaleza. Los acabados imperfectos de una artesanía, un género musical interpretado desde otro contexto, o una producción que valora sus propias incapacidades y aprovecha sus malentendidos.

Felipe Ehrenberg entendía y valoraba esas erratas humanas, y quizá por eso amaba las artes populares, a las que por cierto inmediatamente les quitaba el apellido “popular”. Toda creación merece respeto, y encajonarla en alta o baja cultura es un modelo vertical que no todos aplicamos. Si nuestro espectro creativo va desde las artesanías hasta creaciones digitales hechas con Inteligencia Artificial, sería pertinente reflexionar con algunas preguntas: ¿De qué se trata el mundo del arte? ¿de capitalizar resultados o de formar conciencias? ¿de darnos capacidades psicomotrices o aplaudir resultados aunque sean ajenos? ¿valorar la magia indescriptible del acto creativo o valorar la magia inintelegible del acto creativo cuántico-digital? No hay una sola respuesta, es una elección de vida afrontar la hoja en blanco de una u otra manera. Mi frase favorita de Ehrenberg es: “El arte es solo una excusa”, y seguramente es una excusa tan personal, que podríamos afirmar que ahí todo cabe. Felipe fue un dibujante que pensó con sus manos, un escultor que construyó con sus pisadas, un antropólogo urbano que trabajó registrando el avance de la basura en Inglaterra, y hasta un escritor que usaba espejos rotos para retratar la realidad. Tuvo excusas muy amplias para hacer y deshacer, tan amplias que hasta la fecha las seguimos recordando, y en las escuelas y museos ya son casos de estudio.

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Dentro de los mitos que se quedaron en el tintero, y no pude ni confirmar ni desmentir, recitan que Felipe fue clavadista en la Quebrada de Acapulco, actor en la fotografía más famosa de este país que retrata a una pareja de pulqueros, y hasta extra en las películas del Santo. La verdad no importa, él al igual que Dick el Demasiado, supo que la exageración en América Latina es un buen recurso para alimentar los mitos que se crean y perpetuarlos en nuestro cociente colectivo. ¡Larga vida a la obra del neólogo de Tlacopac, santo patrono de todos los inquietos que buscan ejercer su derecho creativo sin etiquetas!

Fernando Llanos
Licenciado en Artes Plásticas por la Esmeralda (CENART) y maestrante en Historia Regional, por la Facultad de Historia de la UMSNH.

info@fllanos.com

*Estas palabras son para festejar el cumpleaños 80, que no llegó a cumplir, nuestro querido “tamachtijkej”[2] Felipe Ehrenberg, en el marco de la mesa Neologismos y multidisciplinas, presentada en el Museo Nacional del Culturas Populares, el jueves 3 de agosto del 2023.


[1] www.fllanos.com/manchuria

[2] “Maestro” en nahuatl.