Rita Gironès / Colaboradora de La Voz de Michoacán En algunas voces expertas, la historia del arte resuena tan fascinante que resultaría difícil calcular su hondura. Es un periplo a través del tiempo, una narrativa infinita de hallazgos, escuchar la voz de un pasado artístico y transformarse en el eco que resulta. Esperanza confiesa que el arte ha logrado salvarla, en pocas palabras, sacarla de la oscuridad. El relato de su oficio -sin que ella ni siquiera lo pretenda- es un relato poético y metafórico, una extraordinaria narrativa de lo que no se puede contener. Sucede que el objeto artístico encierra dentro de sí a otra cosa, y comunica lo indecible. Honrar con ello el origen de la humanidad, las cavernas, el maíz, la construcción, cada uno de sus viajes que tampoco puede medirse en kilómetros, sino aleteos. Honrar lo que ha transcurrido, lo que va dejando la humanidad en su paso por la tierra. La diferencia entre un historiador de arte y un poeta no es la prosa o el verso, sino en que el primero dirá lo que fue, mientras que el segundo, nos encamina a lo que podría ser. Y en la Dra. Esperanza Ramírez, ambas figuras co-habitan en el oficio de la belleza y su pleno desocultamiento. Próximamente, se presentará su libro “Mis Viajes” en la ciudad de Morelia en el Centro Cultural Clavijero, el 4 de mayo de este año en curso. Imperdible dádiva del universo. ¿Qué querías ser de niña? Desde pequeña me acuerdo que me gustaba la Catedral, quizás porque nací en una casa del centro histórico, casi frente a la catedral. Salía al balcón y la veía. Mi mamá decía que siempre me llamó la atención su altura y, sin duda, eso me marcó, sería con el tiempo el centro de mis movimientos. Más tarde, lo primero que veía en los edificios a lo largo de mis viajes eran precisamente las alturas. Fui viendo como desde la Edad Media y después con el Románico, se empezó a manifestar esa tendencia a la altura, primero para la defensa y posteriormente para honrar más a Dios en la época gótica, llegando al culmen de las alturas en el Renacimiento. ¿Cuándo supiste que seguirías el camino de la Historia del Arte? Fue muy definida mi vocación. La arquitectura ha sido una de las artes plásticas que me ha jalado siempre. Desde la casa donde nací y viví y allí empecé a caminar en esos corredores, he sido muy curiosa, me gustaba contemplar, investigar. Cuando había construcciones cerca, yo las veía. De niña estaban agrandando el Hotel de la Soledad y yo me subía a la azotea para observar esa obra. Todo lo relacionado con las alturas, la construcción, los edificios, la arquitectura, sin saber que ese sería casi el objetivo de mi vida. Eso lo tengo muy presente. ¿Qué quieres ser ahora? Desde luego continua esa curiosidad en mí y además la he ampliado. Y no ha sido solamente un área de las manifestaciones artísticas, sino incluye urbanismo, arquitectura, escultura, jardines, fuentes, todo eso de las ciudades me gusta y he aprendido mucho a través del estudio para llegar a la esencia de un lugar. Llegado a ese punto, o bien lo rechazas o bien lo aceptas desde el principio. En mi caso yo quiero seguir aprendiendo. ¿De qué sirve el arte en un mundo como el de hoy? El arte siempre ha ayudado al ser humano, va en paralelo. Le ayuda a descubrir que ya no es necesario vivir de la cacería, que también puede uno hacer su propio alimento. Una vez superado eso, viene el desarrollo rapidísimo y se dispara la cultura, expresando su propia imagen. Solamente se pueden entender las transformaciones artísticas cuando puedes ver el arte en vivo. Y después la necesidad de viajar está unida al arte. Como decía un maestro, con el estudio de la historia del arte se puede comprender mejor el mundo. Y el arte es sin duda un alimento también del ser humano, un alimento sin el cual no podríamos vivir. ¿Cómo definirías el arte? Cuando te quedas extasiada, y hasta las lágrimas te brotan viendo la Sagrada Familia en Barcelona… Por supuesto cada quien tiene su propia experiencia, pero el arte permite llegar a ese éxtasis en que se altera el propio cuerpo. ¿Con quién te sentarías a platicar y de qué? Con algún muralista mexicano con los que me identifiqué mucho, Siqueiros, por ejemplo. Pero fue con la famosa Lucy, de tantísimos años atrás, que platiqué. Tuve la oportunidad de visitar el Museo Nacional de Adís Abeba (Etiopía) dedicado a ella. Era muy bajita y me nació hablarle, echarme un diálogo y preguntarle: por qué estás así, qué te pasó, cuéntame, de dónde vienes, y me respondió en una plática sabrosísima. Lo maravilloso del arte es que te va cambiando, modelando. Después de este episodio con Lucy mi vida ya no fue igual. Volvería a Lucy a cada rato, mi pensamiento estaba ahí. ¿De qué te sientes orgullosa? Tengo 86 años, y he hecho lo que he querido. Primero como mujer viajando sola, vistiendo como quería, usando pantalones. Me siento orgullosa de haber decidido. ¿Te arrepientes de algo? De que no me alcanzó el tiempo de conocer todo. Cuando empecé a viajar quería hacerlo completando la evolución del mundo. Me faltaron cosas que me hubieran encantado… ¿Qué es para ti la Cultura, Esperanza? Para mí el ser humano tiene que dejar una huella y ¿cómo la dejaremos? En la cultura y en sus diferentes manifestaciones. Aquí tenemos la Cultura en México, cada una con su sello particular: Teotihuacán, por ejemplo, es totalmente diferente al Tajín y, sin embargo, es cultura maya. La Cultura es la huella que deja cada persona al pasar por este mundo. La Cultura no sólo ha sido para mí un deleite, la cultura ha sido mi camino para la salvación. Rita Gironès, escritora, docente y artista escénica. Catalana y mexicana. Lleva 20 años residiendo en Michoacán trabajando activamente por la cultura. Apasionada de las Humanidades, obtiene el Premio Nacional de Dramaturgia en México, 2022. facebook: Rita Gironès instagram: ritagirones