Víctor E. Rodríguez Méndez Su talante, de sobra conocido, es relajado, discreto, casi imperturbable, tenga o no en las manos una cámara fotográfica. Sus movimientos son pausados, y quien se ha relacionado con él desde sus tiempos de reportero gráfico sabe que —pese a su aparente calma— en su mirada mantenía fijo el objetivo de su cámara para registrar el momento decisivo del hecho noticioso a través de una imagen. Pese a que él mismo se resiste a ello, Samuel Herrera Delgado es considerado un referente como fotógrafo de prensa en Michoacán y como cronista gráfico de Morelia (sin carnet). Próximo a cumplir 88 años, Samuel Herrera lleva sus días relajadamente. Aun escribe su columna “Ayer y hoy”, que publica cada martes en la sección deportiva de La Voz de Michoacán, diario en el que trabajó incansablemente durante 39 años hasta su jubilación y en el que inició en la calle Quintana Roo como ayudante de prensista y luego en el departamento de linotipos con su maestro Enrique Ochoa. “Yo fui el linotipista que sacaba menos faltas, porque anteriormente se trabajaba en galeras y de allí me fui a redacción”, recuerda. Pasó a formar parte del equipo de redacción como reportero gráfico, publicando entonces (durante tres años) el semanario deportivo Olimpo en el que hacía “de todo”: escribía, tomaba fotografías y formaba la publicación. “Yo tenía la idea de enseñarme a formatear y hacer mi propio periódico”, dice. Esta ilusión, por cierto, la guardaba desde niño, cuando cursaba la primaria en la Escuela Independencia y al pasar por las instalaciones de El Heraldo Michoacano, en la calle Galeana, pensaba en cuánto le gustaría trabajar en un periódico. Poco después trabajó en una imprenta en la calle Rayón, donde tuvo su primer acercamiento con las artes gráficas. En la redacción de La Voz Samuel Delgado tuvo su primera experiencia a la fotografía deportiva, no muy grata, pero que hoy la considera como parte de sus vivencias más importantes. “En un evento tomé fotos, pero puse mal el rollo. Ya en el cuarto oscuro me di cuenta de que el rollo estaba intacto y no hubo ninguna foto. Eso me sirvió mucho porque de ahí en adelante, cada vez que ponía el rollo, me fijaba que la perilla estuviera dando vuelta. Por eso, después les recomendaba a los fotógrafos que cuidaran siempre que el rollo estuviera trabajando al momento de empezar a tomar las fotos durante un partido, por ejemplo, además de que tampoco perdieran de vista la bola, no fuera a pasarles lo que a mí cuando una vez me dieron un balonazo en el costado de la cabeza que hasta me tuvieron que operar. Y es que cuando un fotógrafo entra a una cancha tiene que estar atento a la pelota, ya sea de béisbol o basquetbol”. Samuel Herrera no oculta su gusto por el deporte amateur, en el que fue jugador entusiasta de beisbol; ni tampoco niega el placer de editar libros sobre su trabajo como cronista y fotógrafo. Y, más aún, resalta el orgullo de su origen; desde su lugar de nacimiento en el rancho de Viricuarán (cerca de la actual comunidad de Joyitas), pasando por la calle Lago de Chapala en el barrio de Carrillo donde creció (al que ha dedicado uno de sus libros), hasta la ciudad en la que ha radicado toda su vida y de la que ha captado miles de instantáneas fotográficas que no sólo han quedado fijas en las páginas de los diarios en las que se han publicado como parte de su trabajo reporteril, sino también como cuadros de exposición que resaltan lo que para él es la belleza arquitectónica e histórica de Morelia. Herrera Delgado explica que empezó a hacer fotografía artística porque, simplemente, se aburrió del encajonamiento que para él significaba estar diariamente buscando fotonoticias de accidentes, mítines, conflictos estudiantiles y de más. “Yo dije: tengo que ser algo diferente en fotografía y ahí fue donde salió la cuestión artística”. Es por lo que don Sam, como mucha gente lo conoce, ha dedicado mucho de su tiempo y esfuerzo a organizar y ser parte de diversas exposiciones fotográficas en Morelia y otras ciudades del estado. En el aniversario de Morelia montó exposiciones durante 25 años en la Plaza “Benito Juárez”, además de hacerlo también al menos siete años en el patio de la Casa Natal de Morelos. Durante diez años consecutivos, exhibió sus fotografías en el Museo Regional Michoacano como parte de los eventos de aniversario de La Voz de Michoacán. “Esa parte me dio mucha experiencia porque a la gente le gustaba mucho ver las fotos, y pude convivir con mucha gente” Fe y disciplina Al pedirle un recuento de sus años como fotógrafo de prensa, Samuel Herrera evade los autoelogios o las reflexiones profundas sobre el caso. Opta, mejor, por resaltar la importancia de llevar adelante las ilusiones que cada quien tenga en lo que hace. “Si uno tiene fe y lleva una disciplina en lo que le gusta siempre saldrá adelante, ésa es la mejor herramienta porque así se realizan todos los propósitos y luego vienen las satisfacciones de haber logrado lo que se había proyectado. Siento que ése es el mejor camino para toda la vida de todo ser humano”. Al día de hoy, el veterano fotógrafo ha publicado los libros Paisajes, testimonios y costumbres, Memorial gráfico de Morelia, Periodistas y personajes de Morelia, Barrio de Carrillo, Morelia, pasado y presente, Senderos michoacanos de devoción, Morelia, medio siglo. Tiendas, billares y cantinas, Personajes de la ciudad de Morelia. Entre dos siglos, Morelia a través de sus fuentes y pilas, Capillas sixtinas de Michoacán (en colaboración con el historiador José Fabián Ruiz), Contrastes de Morelia. Profesiones, oficios y personajes urbanos y, recientemente, Crónicas deportivas de Morelia. La pregunta surge, inevitable: ¿usted se considera un cronista gráfico. Samuel Herrera ataja de inmediato y niega tener ese papel o que pretenda serlo. “En realidad me da mucha satisfacción que me consideren así, pero falta mucho para hacer en fotografía y creo que nunca se va a lograr lo que uno quiere hacer”. Asegura tener un acervo “muy bonito” de fotografías, pero insiste en que nunca ha tenido la intención de convertirse en un cronista fotográfico de Morelia: “Poco a poco vamos logrando lo que se puede hacer”. —Y a Morelia, ¿cómo la ve ahora mismo? —Muy mal —dice, sin dudar—. Muy mal, principalmente por la contaminación, que es lo que nos está ahorcando y no sé qué vamos a hacer. Vino un crecimiento muy acelerado e irregular. Yo tengo fotos del cerro del Punhuato cuando se veía limpio y ahorita está lleno de casas y, además, Morelia está llena de fraccionamientos. ¿Cómo es posible que se hagan unas casas pichoneras? Y es que el Gobierno ha descuidado todo eso y ha dado permisos indebidos. Por lo que toca a la parte arquitectónica, el fotógrafo señala que la ciudad aún conserva su belleza tradicional colonial, aunque admite sentir “mucha tristeza” al ver las pintas en muros y la puerta del Palacio del Gobierno, particularmente. “¿Qué culpa tiene un edificio de los problemas de la ciudad o de los problemas del ciudadano?”. Como fotógrafo artístico, Samuel Herrera asegura haber captado con su cámara “casi todos los rincones bonitos de Morelia, principalmente la Catedral y la calzada de Nuestra Señora de Guadalupe. De los edificios históricos me faltan algunos, pero todos están muy bonitos con toda su historia y hay que conservarlos”. En este sentido, por cierto, sí cree necesario el nombramiento de una persona como cronista de la ciudad para que encabece “la defensa del patrimonio cultural y el gobierno tiene que enfocarse a eso”. Una vida en el periodismo gráfico En resumen, dice don Sam, todo ha evolucionado y hoy es más fácil tomar las fotografías que antes. “Me acuerdo cuando íbamos al acto de la Constitución de Apatzingán el 22 de octubre, era un problema mandar las fotos; tenía que habilitar el cuarto oscuro en el hotel para revelar con todo y el calorón que hace en Apatzingán. Yo siempre me llevaba dos cámaras para si me fallaba el primer revelador metía la otra, aunque nunca fallé. Y luego para mandar las fotos nos llevábamos un aparatito para que las recibieran en la redacción. Había muchos nervios por cubrir el evento entre tanto ajetreo y el calor, por no hablar de cuando la gira se prolongaba hacia Lázaro Cárdenas”. Anécdotas le sobran a Samuel Herrera para describir —con cierta cortedad— las experiencias invaluables de un fotógrafo de prensa en tiempos en los que la tecnología era aún muy limitada para esos menesteres. Sin embargo, en un breve hilo de recuerdos rescata vivamente de su memoria la ocasión en la que José Tocavén —director fundador de La Voz— le pidió estar atento para tomar una foto de Luis Echeverría durante una entrevista improvisada y apenas pudo tomar la foto al fin gracias a un elemento de guardia del expresidente. O, rememorando los hechos trágicos, aquellas fotos del cruel enfrentamiento entre militantes del PRI y el PRD en la avenida Madero, con balacera de por medio; o el avionazo de Maravatío y su impresión al ver los cadáveres tendidos en la tierra, o la explosión en la colonia Ventura Puente que destruyó casi media cuadra. —¿Qué tanto extraña esa vida de fotógrafo de prensa? —Después de que me jubilé me costó mucho trabajo aceptar mi nueva situación. Lloré mucho y me llevó como unos cinco años poderme adaptar. Una vez, estando en casa, me levanté al oír las ambulancias y me dijo mi esposa: “¿A dónde vas?”. “Pues voy tras las ambulancias”, le dije. “¡Ay, hijo, si tú ya te jubilaste!”, me dijo ella. Y es que el periódico fue parte de mi vida. Actualmente, señala, los libros que ha publicado son los que le han dado entereza, lo mismo que su columna semanal. “Eso es lo que me sigue sosteniendo, pero así es la vida”. Víctor Rodríguez, comunicólogo, diseñador gráfico y periodista cultural.