ENTREVISTA / Valeria Vega y la danza: como un pez en el agua

Su inspiración para hacer danza y seguir haciéndola, asegura Valeria, persiste porque, esencialmente, el mínimo contacto con esta disciplina artística la convierte en un pez en el agua que respira con su propio aire.

Foto: Víctor Ramírez

Víctor E. Rodríguez Méndez

Para Valeria Vega, la danza es parte de su respiración. Si en la vida ella se siente un pez en el aire, cuando entra en contacto con el escenario —incluidas la música y el teatro— es como si entrara al agua y, cada vez de nuevo, una y otra vez, retoma la vida a su propio aire. A la pregunta de ¿qué sientes al bailar?, Valeria remueve sus emociones y responde con una sonrisa que le brota por la mirada: “Yo siento una luz interna que sale de mí, siento un motor, siento oxígeno, como si viviera limitada la vida a veces y de repente pudiera respirar e inspirar profundamente. Es mucha magia lo que se siente”.

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Valeria Vega Solórzano (CDMX, 1978) es una creadora escénica que durante más de cuatro décadas ha incursionado en la danza, la docencia, el teatro infantil y de cámara, así como en la ópera, opereta y zarzuela, entre otros quehaceres artísticos. Su dilatada carrera en los escenarios no representa otra cosa que “el caminar por la vida”, como ella lo expresa. “Una empieza en un punto, sigue y no para”. En este sentido, la danza es de “lo más rudo que hay en la vida”, asevera. “Muchas veces no es valorada. Es muy chistoso cómo a veces en compañías quienes más ensayan o quienes más están en riesgo físico son los bailarines, y son los que menos ganan, los últimos en los créditos”.

Sin embargo, la danza tiene una fuerza que conecta el espíritu de una forma inexplicable, añade en entrevista la bailarina y productora. “Cuando ves danza no te explicas por qué, pero te conecta, siempre en complemento con la música, porque siempre danza y música van de la mano. Siento que la danza es un acto de amor, así literalmente, de amor y entrega”.

En su caso ha sido una cuestión de vocación, reconoce sin ambages, porque a pesar de las dificultades y los contratiempos ha seguido su camino y ha sido persistente. “Una sabe que no lo puedes dejar y vas buscando los distintos atajos para seguir haciéndolo”.

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Y es que a Valeria desde la primera vez que vio danza a los cuatro o cinco años le llegó ese momento mágico que la conectó con esta disciplina. “Fui a ver bailar a una prima a un festival de su escuela en Morelia y recuerdo tanto el impacto que dije: yo quiero hacer eso”. Ahí empezó su atracción por el ballet y así se lo dijo a su familia, aun cuando sólo aceptaban niñas a partir de los seis años. Cumplida esta edad su madre y padre la llevaron a la academia con la idea de que se le quitara “esa” tentación.

Valeria persistió desde entonces al grado de que sigue ligada a la danza y el baile cuarenta años después. “Nunca más salí. A los doce años me di cuenta de que era lo único que quería hacer y a lo que me quería dedicar; sentí esa convicción y esa fuerza, sentí la pasión de que era lo único que me importaba y, a partir de ahí, empezó la maquinaria a forzarse para lograr ser profesional e ir buscando los mejores caminos, que no fueron los más fáciles, pero fueron los que consideramos que iban a dar fruto”.

Valeria Vega Solórzano estudió la preparatoria en la Escuela Nacional de Danza Clásica y Contemporánea del Instituto Nacional de Bellas Artes, para luego hacer la licenciatura en Artes Escénicas para la Expresión Dancística por la Universidad de Guadalajara y la maestría en Teatro y Artes Escénicas en la Universidad Internacional de la Rioja.

Dueña de una férrea formación desde niña con diversos maestros y maestras, primero en Morelia y después en la capital del país (incluyendo varias estadías en Londres, Buenos Aires y Nueva York), para Valeria fue “crucial” en su carrera haber estudiado con Leticia Dávalos en el Centro Pro- Ballet de Michoacán. “Fue mi gran empujón, ella me descubrió en un curso de verano justo a los 12 años y vio todo lo que me faltaba, pero también vio las ganas y la sed de aprender más y de querer hacerlo bien. Me jaló y me dedicó muchísimas horas a mí sola; fue el paso decisivo que hizo que me diera cuenta que sí se iba a poder”.

Su inspiración para hacer danza y seguir haciéndola, asegura Valeria, persiste porque, esencialmente, el mínimo contacto con esta disciplina artística la convierte en un pez en el agua que respira con su propio aire. “Algo pasa en mí que me lleno de vida, de fe, mi alma brilla. Es como vivir dos vidas paralelas: la mortal y no sé si una inmortal, pero un poco se siente así. Literalmente es como una droga, sentir ese motor de vida y de inspiración, de esperanza y de conexión con algo más allá del plano físico. Eso es lo que me sigue inspirando una y otra vez”.

Después de desarrollar un sinfín de proyectos artísticos, Valeria ve en esta consecución de trabajos un impulso que la lleva de una cosa a la otra, casi de manera natural. “Un proyecto a veces surge de lo que veo en escena. Una vez me pasó en el calentamiento del elenco, cuando dije: ahí está la primera escena de la siguiente obra. Son muchos los detonantes; a veces puede ser una imagen, una música, algo personal que quieres decir, una liberación, una historia de ficción que en algún punto tiene que ver con una misma, incluso con un objeto”.

Este año, Valeria Vega fue beneficiaria del programa PECDA Michoacán con la obra de danza-teatro Rebozo, en la que participó en la dramaturgia, coreografía e interpretación, y que estrenó este mismo año en Morelia y Pátzcuaro.

Rebozo para Valeria es un nuevo parteaguas de los varios que ha habido en su carrera. Luego de muchos años dedicada a trabajar proyectos de tango (incluso, por azares de la vida, le tocó representar a Argentina en Beijing en un festival cultural paralelo a las olimpiadas) sintió la necesidad de expresar algo propio, ligado a su identidad cultural. Por ello realizó esa obra, según explica, a partir de una reflexión sobre la ropa de importación y el valor del textil. “Empecé a tener la inquietud de investigar a fondo lo que sucede con el rebozo: ¿cómo se hace un rebozo?, ¿cómo es la gente del rebozo? Fue una investigación de unos dos años en los que, a la par de vaciar cuestiones personales; quise hacer una metáfora de mi vida ligada al proceso de elaboración de rebozos, que tiene muchísimos pasos”.

Fue así que surgió la mezcla de los ancestros y de la importancia de la pertenencia. Al final, dice, surgió Rebozo como un espectáculo de algo que ella tenía que decir desde mucho tiempo atrás. “Soy mexicana, y al final es mi identidad y de aquí vengo y ésa es la reflexión que dio paso a la obra”.

Actualmente Valeria dirige La dama del puerto, presentada el martes pasado en el Teatro Varsovia de la Ciudad de México, una obra muy vistosa, según señala. “Tiene una producción muy bonita y conecta muy fácilmente con el público porque es una historia que se entiende; gusta, tiene mucho éxito y cumple su objetivo de comunicar”.

Por el contrario, Detrás de mí: de mujeres y tangos es una obra de danza y tango en la que se inspira en personajes de García Lorca, Pròsper Merimée y Shakespeare para hablar “del universo femenino y su complejidad y las distintas relaciones con el sexo opuesto” y que acaba de ser seleccionada para programación en el Centro Cultural Helénico para 2025. Esta obra, dice, surgió por su inquietud como actriz-bailarina de interpretar ciertos roles. “El resultado es artística y técnicamente muy desafiante. Es algo más abstracto para el espectador; hay espectadores que están para para ese tipo de obras, con las que tienen que pensar y conectar, y hay otro tipo de espectador que no conecta mucho porque es una obra más abstracta, en la que está más desdibujada la narrativa”.

Las creaciones escénicas, apunta la bailarina, “surgen según las etapas que vas viviendo como persona”, como mujer, en su caso. “No hay una etapa en la carrera en la que la maternidad ni siquiera pasa por la cabeza. Al día de hoy, con dos hijos (de 9 y 14 años) han pasado muchas cosas, entonces una se plantea hacia dónde vamos, y son distintas las cosas que una tiene que decir, una cosa personal va jalando a la otra y así vas creando para expresar lo que te pasa, lo que sientes, lo que piensas y lo que gritas… a veces”.

El tango para Valeria Vega Solórzano ha sido un camino en sí mismo. Buena parte de su obra e interpretación se ha dado en este terreno. Su afinidad con este baile surgió cuando poco antes de terminar su carrera se dio cuenta de que no se iba a dedicar al baile clásico por algún tipo de exigencia y otros obstáculos que tuvo entonces. “Viendo que el espectro de la danza abarca muchísimas disciplinas empecé mi búsqueda y encontré a los bailes de salón, primero, y luego al tango. ¿Por qué me enamoré de una manera tan apasionada del tango? Creo que tiene mucho que ver con una necesidad interior de conexión, de sentirme complementada. En el tango es cincuenta por ciento, no eres una sin el otro. Es un corazón con cuatro piernas, porque lo que hace complejo al tango no es la técnica en sí, sino lograr una unidad con otro cuerpo”.

Por lo que toca a su visión de la danza en la actualidad, Valeria asegura que es la misma de antes: “Todo en esta vida funciona con recursos y, desgraciadamente, la cultura sigue siendo uno de los sectores más rezagados, y de ella —entre todas las disciplinas— la danza sigue siendo de las más rezagadas. Por mucha iniciativa que haya siempre está muy limitado su desarrollo, aunque en México el resultado es que las bailarinas y los bailarines por amor a la danza se aferran y salen adelante, crean y producen con aire; al final es una disciplina que crece con puro corazón”.

Señala en este sentido que la gestión es un punto fundamental, aun cuando va creciendo a pasos de hormiga. “Es inminente que se tiene que hacer una mezcla entre iniciativa privada y administración pública, porque es insostenible que la cultura sólo se mantenga con las instituciones. Ha habido avances, pero todavía estamos en pañales al lado de otros países”. En suma, para Valeria se debe “ir tejiendo mucho más como sociedad” y para ella el punto clave es la gestoría cultural. “Es sumamente necesaria. Es muy difícil como artista independiente estar en la gestión, en la producción y en la creación y a veces también en la tabla”.

Influida por el Ballet Folclórico de Amalia Hernández, Pina Bauch, la compañía interdisciplinaria Teatro de Ciertos Habitantes de Claudio Valdez Kuri y el teatro musical, entre otros, con catorce puestas en escena y desde 2006 ubicada como artista independiente —es también directora general y operativa de la productora de espectáculos iO Artes Escénicas—, Valeria Vega considera estar en un momento de transición. “Después de tantos años de dedicarme mayormente al tango, quiero expresar muchas otras cosas que no tienen que ver con esa disciplina. Ha sido un poco retador porque se te estigmatiza y se te etiqueta. Quiero bailar folclor y quiero cantar o quiero hablar. Estoy en un punto en el que me estoy abriendo puertas de nuevo hacia nuevas áreas con toda la experiencia que tengo”.

Concluye: “Creo que siempre que pueda dedicarme y hacer lo que amo soy afortunada. Con más dinero o con menos dinero, con más obstáculos o menos obstáculos, es algo que siempre voy a agradecer profundamente. Yo invito a la gente a que se conecte con su lado artístico. Porque la vida siempre tiene complicaciones y lo mejor es hacer lo que te llena plenamente, lo que te da esa luz interna, lo que te da aire y agua si eres pez. Todo eso le da otro sentido a la vida y eso es lo que yo quisiera: que la gente viva la experiencia de estar cerca del arte”.

Víctor E. Rodríguez, comunicólogo, diseñador gráfico y periodista cultural.