"El consentimiento" historia de Vanessa Springora, tras ser víctima de estupro

El papel de la madre también es clave y doloroso en la historia porque vemos su propio sufrimiento durante el matrimonio y como encuentra, en una vida bohemia, el consuelo.

Autora: Vanessa Springora Editorial: Lumen Páginas: 200

Yazmin Espinoza / Colaboradora de la Voz de Michoacán
Comunicóloga enamorada del mundo del marketing y la publicidad. Apasionada de la literatura y el cine, escritora aficionada y periodista de corazón. Mamá primeriza. Lectora en búsqueda de grandes historias. Instagram: @historiasparamama

¿Puede el arte ser solo una coartada?

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Llevo muchos años dando vueltas en mi jaula, albergando sueños de asesinato y venganza. Hasta el día en que la solución se presenta ante mis ojos como una evidencia: atrapar al cazador en su propia trampa, encerrarlo en un libro

  • Vanessa Springora, El consentimiento

El consentimiento, de Vanessa Springora, llegó a mi librero a través de un préstamo que me hizo una ex maestra de la universidad. Un día hicimos intercambio de paquete de libros que nos recomendábamos, pero por alguna razón ese lo había ido dejando de lado. Luego, justo hace unos meses, una amiga muy querida de Intabook, Iris, lo reseñó en su cuenta y me di cuenta de que tenía una mega historia ahí guardada.

Corto y brutal

Con trece años, Vanessa Springora conoce a Gabriel Matzneff, un apasionado escritor treinta y seis años mayor que ella, tras cuyo prestigio y carisma se esconde un depredador. Después de un meticuloso cortejo, la adolescente se entrega a él en cuerpo y alma, cegada por el amor e ignorante de que sus relaciones con menores llevan años nutriendo su producción literaria. Más de treinta años después de los hechos, Springora narra de forma lúcida y fulgurante esta historia de amor y perversión, y la ambigüedad de su propio consentimiento. Su maravillosa novela ha hecho, según el diario Le Monde, «arder Saint-Germain-desPrés»: el caso Matzneff cuestiona a la intelectualidad francesa y a una sociedad obnubilada por el talento y la celebridad.

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“La carencia, la carencia de amor como una sed que se lo bebe todo, una sed de yonqui que no mira la calidad del producto que le suministran y se inyecta su dosis letal con la certeza de estar haciéndolo bien. Con alivio, gratitud y felicidad”.

Me dolió mucho cada página del libro de Springora, porque pude sentir su hambre de cariño, su esperanza, su desesperación, y también su desencanto y sufrimiento. Al narrar este suceso tan fuerte en su vida, se tomó el tiempo para ayudarnos a construir el contexto en el que se desarrolló. Todo aquello que, probablemente, la llevó por el camino que desembocaba en el ogro que decía amarla.

Un padre ausente que ha dejado un vacío insondable en mi vida. Una gran afición a la lectura. Cierta precocidad sexual. Y sobre todo un enorme deseo de que me miren. Ahora se cumplen todas las condiciones”.

El papel de la madre también es clave y doloroso en la historia porque vemos su propio sufrimiento durante el matrimonio y como encuentra, en una vida bohemia, el consuelo. Sin embargo, es justamente este mundo el que atrapa a Vanessa entre sus garras, sin que su madre haga nada por evitarlo.

Ahora, a los casi 50 años y con un hijo adolescente, la hoy editora parisina necesitaba encontrar las palabras que le faltaban décadas atrás, para enfrentar a Matzneff con armas iguales y en el terreno de juego de su victimario, la arena de la escritura.

G.M., ya que Springora se refiere a él y a sí misma siempre por sus iniciales no esconde sus actividades ni sus preferencias. Publicó en 1974, una década antes de conocerla Les moins de seize ans (Los menores de dieciséis años), un ensayo donde se explaya sobre su gusto y obsesión por los niños de ambos sexos. El escritor se jacta en su prolífica obra de sus trofeos sexuales, conquistas que acuesta sobre papel al documentar la cacería de niñas en París o varones de ocho años en las calles de Manila, donde practica turismo sexual.

“Si las relaciones sexuales entre un adulto y un menor de quince años son ilegales, ¿por qué esa tolerancia cuando son obra del representante de una élite, un fotógrafo, un escritor, un cineasta o un pintor? Se supone que el artista pertenece a una casta aparte, que es un ser con virtudes superiores al que concedemos la omnipotencia”, señala Springora en su poderosísimo texto.

Y es que en El consentimiento Vanessa pone la lupa no solo sobre su historia, sino la historia de millones de niños y niñas víctimas de esta “coartada del arte”.

Señala que, en 1977, se publica en Le Monde una carta abierta en favor de la despenalización de las relaciones sexuales entre menores. Entre los firmantes, aparecen intelectuales de la talla e influencia de Roland Barthes, Gilles Deleuze, Simone de Beauvoir, Jean-Paul Sartre o André Glucksmann. En 2013, Matzneff reconocería haber sido el promotor y redactor de la carta.

Así, además de liberar su historia como un proceso de sanación y visibilización de una fuerte problemática mundial, El consentimiento deja al lector preguntas como ¿debe juzgarse una obra por su mensaje moral? ¿Se puede separar el pensamiento del narrador del de su autor?

“Lo que ha cambiado hoy, y de lo que se quejan fustigando el puritanismo tipos como él y sus defensores, es que, tras la liberación de las costumbres, también está liberándose la voz de las víctimas”.