Admiro en secreto su bravura: mi madre no rodea la melancolía, se deja tragar por ella. Le pongo al menos canciones a un volumen bajito para cortar el silencio sepulcral. Para musicalizar su viaje al reverso de sí misma.Elvira Liceaga, “Las vigilantes” Yazmin Espinoza Durante la Feria Internacional del Libro de Morelia de este año Elvira Liceaga llegó a la ciudad para promocionar su primera novela, “Las vigilantes”, libro que ya tenía en la mira desde que mi librería de confianza, Traspatio, lo había mencionado en sus redes. Y es que, como ustedes saben, toda historia que hable sobre maternidad, cuidados o nos muestre relaciones de sororidad, va de inmediato a mi lista de deseos. Sin embargo, he de aceptar que, cuando decidí acudir a la presentación, aún no tenía muy claro de qué iba ésta en particular. La realidad es que estuve a punto de no asistir, la presentación en la Plaza Ocampo de Morelia fue una de las primeras ocasiones en las que salí de casa sola con mis dos hijas, una de cuatro años y otra de apenas unos meses. Con carriola en mano, pañalera gigante y snacks, emprendimos las tres el viaje hacía la feria llena de stands en los que mi primogénita se hizo de varios libros para su colección personal. Si le preguntas a ella, recuerda perfectamente la presentación de Liceaga ante el público moreliano. Atenta a lo que la autora decía, Sofía pasaba las páginas de “Las vigilantes” sin entender las letras que contenían, pero absorbiendo cada una de las palabras que su creadora compartía. En un momento, a mitad de la presentación, me preguntó que, si la muchacha que hablaba sobre el escenario se llamaba Julia, confundiendo a la protagonista de la historia con la misma Elvira, algo que me llamó especialmente la atención tras escuchar que la autora había arrancado con aquel texto en un taller de escritura autobiográfica. Tras una breve escapada al baño, algo inevitable cuando vas acompañada de infancias a un evento, regresamos apenas a tiempo para el cierre y hacer la fila para la firma del libro. Fuimos las primeras. También nos sacamos una foto. Luego de la experiencia, fue hasta hace algunas semanas que pude abrir el libro para comenzar su lectura, pero, desde las primeras páginas, pude notar que se iba a convertir en uno de mis favoritos del año. En Las Vigilantes conocemos a Julia, quien, tras pasar unos años fuera, vuelve a México. Se instala en casa de su madre, Catalina, persiguiendo las huellas de su pasado como una forma de reencuentro consigo misma. En su regreso conocerá a Silvia, una joven embarazada que vive en una casa de acogida esperando el momento de dar a luz y entregar a su hijo a otros padres. Entre las tres mujeres se establecerá un inesperado juego de espejos que nos colocará frente a algunas de las grandes cuestiones que a todos nos asaltan, como nuestra relación con ese origen que es la madre y el cuidado, a veces vigilante, del otro. “Escribiendo esta novela me convertí en madre y cuando pasa eso la relación con la madre de una cambia totalmente. Empezó siendo como una especie de reclamo a la madre y luego cuando empezó a volverse una ficción entendí que la narradora tenía unas cuantas carencias que no son las mías. Todos tenemos heridas de infancia, el amor que recibimos al principio es desplazado hacia otras personas”, compartió Liceaga en una entrevista a medios. Y es que justo esta “triada” de relaciones es lo que me hizo disfrutar tanto el libro. Fue como ver varios lados de un cubo que encierra los deseos y los miedos detrás de las maternidades. Las tres mujeres que comparten en la novela son totalmente distintas, tanto en su edad como en su contexto, por ello, también sus heridas son diferentes, las cuales están buscando sanar. “En la novela me interesaba mucho explorar el deseo de no ser madre, incluso estando embarazada y me interesaba también la madre que ya fue madre y ya no quiere serlo”, dice Liceaga. Además del tema de la maternidad, hay mucho espacio de reflexión sobre temas que la mujer debe enfrentar día a día. Y es que Liceaga nos muestra que en medio de la cotidianidad es donde más podemos llevar a cabo la acción de ver hacía adentro de nosotras mismas. “¿Cómo se cumple la promesa de la felicidad? ¿Cómo se planea una vida que valga la pena? Si es mujer, ¿cómo se enseña a decir que no, a que se defienda, que se exija?”. Luego, tenemos el duelo. Ese gran hueco que atraviesa a Julia y a su madre. La pérdida de Celeste que dejó a una madre sin hija y a una hermana mayor sin hermana menor. Me encanta cómo Liceaga brinda a su protagonista de la escritura cómo un método de sanación. Las reflexiones alrededor de los trazos que ella lleva a cabo sobre una libreta, hasta ese entonces en blanco, en conjunto con las líneas que la pluma de Silvia va aprendiendo a crear. Si amas escribir, vas a amar este libro en donde la sororidad se siente en cada página, pero no como ese apoyo ciego que la gente te quiere vender en los medios, sino como esa conexión que existe através de las heridas y anhelos. Una conexión a través de la comprensión y el amor. Sobre Yazmin Espinoza Comunicóloga enamorada del mundo del marketing y la publicidad. Apasionada de la literatura y el cine, escritora aficionada y periodista de corazón. Mamá primeriza. Lectora en búsqueda de grandes historias. Instagram: @historiasparamama Datitos del libro Autora: Elvira Liceaga Editorial: Lumen Página: 280 Año: 2022