La no rabia de Rabia: una mística femenina

Sus dichos y cantos fueron recopilados por personajes que vivieron en su época y la conocieron y por muchos otros historiadores posteriores

Witger Sepúlveda Hernández, colaboradora La Voz de Michoacán

Räbi'a al- Adawiyya (Rabia), una mujer Sufí revolucionaria para su tiempo, en pensamiento, comportamiento y espíritu, a pesar de haber vivido en la esclavitud en algún momento de su existencia, entendía y vivía el amor por el amor mismo, sin pretensiones, el amor a lo divino.

PUBLICIDAD

En el segundo siglo de la Hégira (siglo VIII de nuestra era) mientras el islam, se expandía por Medio Oriente, África y el Lejano Oriente, nació en una familia pobre de la ciudad de Basora, una niña que iba a revolucionar la religión, los cantos (poesía) y su propia existencia, cuyo legado sigue siendo una escuela de misticismo y amor a lo sagrado.

Se dice que alrededor de los tres años de edad cuestionó a su padre sobre la legitimidad de los alimentos que consumía y le preguntó: “Papá lo que me estás dando de comer ¿es licito o ilícito?”[1] Como es de esperarse el padre se sorprendió de que su hija a tan corta edad se preocupara y le formulara preguntas con un sentido profundo de las cosas.

A los doce años quedó huérfana y fue vendida como esclava. Sus captores quedaron impresionados con la joven Rabia y años después la reconocerían. Al ser vendida, se dice que un día su amo la descubrió haciendo el siguiente rezo: ¡Oh Creador! Sabes bien que mi deseo es solo rezar, hablar de ti y servirte. Si fuera libre, pasaría el día entero y la noche en oración. Pero ¿qué puedo hacer? me has hecho esclava de un ser humano.[2] Se dice que al escucharla su amo sugirió a Rabia quedarse con todas sus posesiones y convertirlo a él en su sirviente. Pero ella prefirió no atarse a esas posesiones y se fue de la ciudad en mendicidad.

PUBLICIDAD

Según coinciden la mayoría de sus biógrafos, Rabia se encaminó al desierto y pasó ahí un periodo sin fechas establecidas, hasta que regresó a Basora, su ciudad natal, lugar en el cual construyó una humilde choza donde solo tenía un cuenco y un manto para cubrirse. Rabia era una asceta pero además, tuvo el llamado místico del sufismo y éste fue el sendero espiritual por el cual anduvo y en torno al cual giran sus dichos y canciones.

Existen varias definiciones sobre el sufismo y una de ellas es la del poeta sufí Jami, la cual dice:

“Sufí es aquel que, perdido en la contemplación de la Belleza eterna y arrastrado por el amor de la substancia sin fin, está separado de los dos mundos por una barrera infranqueable; y lo mismo que ha renunciado a todo deseo en esta vida, su voluntad se ha desinteresado igualmente de la vida futura”[3]

Pasó el tiempo y, después de haber sido juzgada por la gente de su tiempo por no estar casada, por su pasado como esclava y por no tener familia, Rabia empezó a ser reconocida como una mujer única y sabia. Se dice que recibía ofertas de matrimonio y regalos, los cuales rechazó todos porque a ella solo le interesaba su relación con lo sagrado.

En ese papel que las mujeres han tenido en la historia de las religiones, Rabia es una mujer muy especial que fue capaz de decidir sobre su cuerpo, pensamiento y espiritualidad, inclusive sobre su estado civil al rechazar esas múltiples ofertas de matrimonio de diversos hombres que la admiraban por su belleza y sabiduría. También había hombres y mujeres que la visitaban tan solo para escucharla o para pedirle consejo.

Cabe resaltar que las mujeres en los primeros siglos del Islam jugaban un papel determinante en el culto, las discusiones y en general en la mística religiosa; prueba de lo anterior son las listas y biografías hechas por autores como: Muhammad ibn Sad y Abul al-Jawzi. Sin embargo, Rabia trasciende a todo ese grupo de mujeres, puesto que creemos que ella fue la primera a quien dejó de importarle la idea y la experiencia sobre lo malo, el infierno, el castigo y en cambio se enfocó en el amor y la bondad.

Según la tradición, Rabia fue la primera de los habitantes de Basora que alcanzó el estado místico, así como una de las primeras en practicar esa doctrina del amor puro al Creador, llamado sufismo. Es así que se pone de manifiesto como la sensibilidad femenina provee esa forma de contemplar el mundo y de comprender la fe.

A pesar de que de ella no nos quedan testimonios escritos, es considerada una de las grandes poetas de la cultura musulmana. Sus dichos y cantos fueron recopilados por personajes que vivieron en su época y la conocieron y por muchos otros historiadores posteriores. He aquí algunas de sus más famosas frases:

Después se abismaba en la oración hasta la aurora […] y decía:

Le preguntaron un día: —Rabia, ¿amas a Dios? —Verdaderamente le amo —respondió. —Y Satanás, ¿es para ti un enemigo? —No —contestó—. Amo tanto a mi Señor, el Compasivo, que el amor a Dios no deja espacio alguno para el odio a Satanás.[7]

He aquí a Rabia con su constante amor puro a lo divino, siempre en ánimo positivo, sin pretensiones ni instantes para las distracciones mundanas, siempre en constante iluminación, entregada al amor por el amor mismo, un amor incondicional.

Su vida, una vida de entrega, sin desvíos, enfocada en su camino con dirección fija a su compañero sagrado. Ella abismada en frecuente diálogo con su amado universal a través de sus cantos y sus rezos.

Witger Sepúlveda Hernández es originaria de Uruapan, Michoacán. Egresada de la Facultad de Letras de la UMSNH, actualmente es profesora de Literatura y Gramática en el Nivel Medio Superior. Ha publicado un poemario titulado Palabras todo, palabras nada.


[1] Hasnat Mustafa Hashmi (2018, marzo 07). “Rabiya Basri, la mujer sufí” en Espacio Ronda Barcelona. Recuperado el 03 de febrero de 2025, de https://www.youtube.com/watch?v=GmFVJSEX9QY

[2] Idem.

[3] Jami, cit. en Tabuyo, María (2006). Räbi'a al-Adawiyya, dichos y canciones de una mística sufí (siglo VIII). Barcelona, Los pequeños libros de la sabiduría, p. 15.

[4] Tabuyo, María, Op. Cit., p. 55

[5] Ibid., p. 81

[6] Idem.

[7] Ibid., p. 98