Erandi Avalos Si tuviéramos que representar la artesanía de Pátzcuaro en una imagen, sin duda sería a través del hermoso decorado de una pieza de laca perfilada en oro de 23.5 kilates. Muchas son las tradiciones que todavía guarda este pueblo-ciudad, algunas de estas ya agonizantes —igual que su lago—, y otras tristemente desaparecidas. De las tradicionales técnicas artesanales vivas, una de las más bellas y significativas es sin duda esta, que se ha mantenido en pie gracias a la transmisión generacional. Ejemplo de esta transmisión de saberes artesanales es la labor que hizo el laquero Alfonso Guido Santillán al enseñar el oficio a sus hijos Alfonso, Sergio y Jaime Guido Herrera. A su vez, Guido aprendió de una laquera de la tradicional familia Cerda y del maestro Salvador Solchaga, personaje importante en el ámbito cultural del siglo pasado en Pátzcuaro. Muy joven abrió su propio taller hasta que la museógrafa y gestora cultural Teresa Dávalos, entonces directora del Museo Regional de Artes Populares lo invitó, a principios de la década de los sesenta, a formar parte de un grupo de artesanos que trabajarían y venderían en lo que ahora es la Casa de los Once Patios. Ahí, el maestro Alfonso Guido impartió cursos a quien quisiera aprender. Posteriormente, sus hijos fueron sus pupilos naturales, quienes hasta la fecha son reconocidos laqueros. Foto: Pablo Aguinaco Asegurando la transmisión, a sus quince años, Diego Enrique Guido Piedra, nieto de Don Alfonso Guido, asiste después de la escuela al taller de su padre como aprendiz de laquero. Él considera que este conocimiento es una herencia importante incluso si llegara a tener otra profesión, ya que el oficio tiene un valor familiar y también puede representar un ingreso extra, a pesar de que las ventas en temporada baja pueden ser escasas o nulas. Así como él, otros jóvenes siguen todavía los pasos de sus familiares o maestros. La técnica es minuciosa y requiere de habilidad y paciencia, a grandes rasgos: sobre madera laqueada en color negro, azul, blanco o rojo se aplica un mordente con el dibujo del diseño y posteriormente se coloca encima con mucho cuidado la hoja de oro, que se pega sobre el mordente. Se retira el resto del oro y luego se decora finamente al óleo con motivos principalmente fitomorfos, geométricos y zoomorfos destacando las mariposas y colibríes. Foto: Pablo Aguinaco Actualmente se aplica el mismo tipo de decorado al óleo sobre otras superficies como carey y cobre, sin la hoja de oro; de esta manera se ha extendido el carácter decorativo de las bateas laqueadas a piezas utilitarias como aretes, espejos, botellas, entre otras, para asegurar ventas más fluidas ya que las piezas decorativas tienen un costo elevado por el trabajo que implican y por el alto costo del oro, que es importado de Florencia, Italia por el Instituto del Artesano Michoacano, para dar la facilidad a los artesanos de adquirirlo con un crédito. La familia Guido reconoce ese apoyo, pero también invita a los tres niveles de gobierno a apoyar de manera más eficiente al gremio que, como todos los grupos humanos, tiene fallas y fortalezas internas y requiere de mejores estrategias para posicionarse a nivel estatal, nacional e internacional. Ante las múltiples amenazas que existen en contra del patrimonio cultural en Michoacán, es importante conocer, valorar y resguardar todas las manifestaciones que tenemos. Sabemos bien que se produce laca de muy alta calidad en otros países, principalmente asiáticos, pero la laca perfilada en oro —prima hermana del maque— es una de las más finas y representativas artesanías de nuestra tierra, a la altura de cualquier otra del mundo y por suerte, tiene asegurada por lo menos una generación más de jóvenes artesanos en Pátzcuaro. Erandi Avalos, historiadora del arte y curadora independiente con un enfoque glocal e inclusivo. Es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte Sección México y curadora de la iniciativa holandesa-mexicana “La Pureza del Arte”. erandiavalos.curadora@gmail.com
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