Lucina Jiménez, salvaguardar la costa del derecho cultural

La directora del INBAL señaló que lo más difícil de su trabajo es hacer contemporáneo un organismo de más de 80 años, “hacer coincidir criterios tiene una dosis de complejidad para la que se requiere paciencia”, dijo en entrevista.

Rita Gironès

Experta en políticas culturales, educación artística y desarrollo sustentable. Directora del INBAL y antropóloga apasionada por la física. Colecciona rocas y piedras de diferentes lugares. “Las piedras son seres vivos, es un reino que nos falta comprender, un reino vivo que está muy ligado a todo el equilibrio en el planeta”, precisa. Conversar con Lucina es conjugar motivación y conocimiento.   Los agujeros negros, la teoría de la Nada, la fusión entre las artes escénicas y la antropología, las prácticas culturales que se dan en América Latina, la recepción del arte, la cultura de la paz, los procesos sociales: uno tras otro, el abordaje de las temáticas se suscita como un Todo. También sin dejar de advertir que la humanidad tiene un déficit en reconocer los derechos culturales y la cultura como un elemento central sin el cual eso que llamamos “desarrollo humano sostenible” no se sostiene. El arte es la única posibilidad que tenemos para imaginarnos el mundo de otro modo. No se trata de hacer cosas bonitas, va mucho más allá, es ponernos frente al horror que ha creado una humanidad, de pronto, confundida.

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Foto: Nahui Twomey

¿Qué querías ser de niña?

Bailarina y geóloga. Soy amante de las piedras. Desde pequeña he sentido mucha atracción por la mineralogía. Crecí con la pasión por la danza, pero el tema de las minas y la mineralogía la seguí hasta la preparatoria. Y al momento de decidir mi área del bachillerato en la UNAM me dijeron que las mujeres ¡no podíamos estudiar geología y mineralogía! Hay un mito que lo explica, si una mujer entra a una mina que está activa, la Tierra se revela. Por fortuna ahora ya han cambiado las cosas, pero en ese entonces, por allá de los años 70, no era una opción.

¿Por qué te encaminaste a la Antropología?

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Inicié estudiando Biblioteconomía, soy una persona amante de los libros y la lectura. Cuando no pude estudiar mineralogía y geología, me fui a la Facultad de Filosofía y Letras para estudiar Bibliotecología. Pero cuando llegué a esa carrera me aburrí, tenía años trabajando en bibliotecas y en la Universidad se veían cosas muy básicas. Preferí entrar en un grupo de Teatro Universitario y a través del teatro penitenciario fue que pude dialogar con las personas internas y descubrí que la Antropología era lo más cercano a ese interés mío sobre el sentido social de lo humano. Por un lado, el estudio del espectáculo, del drama, del teatro y lo social y sus públicos; y por otro, la antropología. Hay un entrecruzamiento muy fuerte en esas experiencias de vida.

¿Cuál es la parte más placentera de tu trabajo?

Lo mejor es ver los procesos en marcha. No sólo aquellos que se materializan en un espectáculo, sino aquellos procesos de reflexión y de cambio que se genera en muchas instancias actualmente en Bellas Artes: la ingeniería, el funcionamiento institucional, la física, los sistemas emergentes, etc. Y por otro lado constatar que el arte es el espacio máximo de libertad y me conmueve muchísimo haberlo materializado en muchos ámbitos.

¿Cuál es la parte más difícil de tu trabajo?

Hacer contemporáneo un organismo de más de 80 años. Te toca convivir con muchas formas de gestionar que corresponden a muchos tiempos diversos. Hacer coincidir criterios tiene una dosis de complejidad para la que se requiere mucha paciencia y, a la vez, mucho respeto para las distintas maneras de pensar. El cambio, por ejemplo, en los enfoques de género cuesta mucho trabajo. Se tiende a creer que es una cuestión de mujeres contra hombres y no es así, es un tema más profundo y casi de carácter civilizatorio.

¿Qué se entiende por derecho cultural?

El cambio más importante de los últimos tiempos. Hace 25 años que surgió la Declaración de Friburgo donde se hace un planteamiento muy claro. Los derechos culturales son el eje de cualquier política pública y no estamos hablando sólo de facilitar el acceso de unos, sino el derecho que tienes como persona, como individuo, como comunidad, a decidir qué quieres ser y cómo quieres ser, con qué te quieres relacionar y cómo quieres vivir en este mundo. Los derechos culturales tienen que estar presentes no sólo en las políticas culturales de carácter público y privado, sino tienen que atravesar también las políticas de economía, de salud, de seguridad, de desarrollo urbano, porque ¡no hay ciudad sin alma! No hay ciudad que no tenga que responder a las memorias colectivas de la ciudadanía. El enfoque de los derechos culturales en este momento es el eje de esa transformación que poco a poco está avanzando en el mundo. Hay un esfuerzo mundial por entender el sentido de cultura como un bien de carácter global y eso hay que entenderlo desde los derechos culturales para que no se convierta en algo etéreo.

¿De qué sirven las artes y la literatura en un mundo como el de hoy?

Sin arte y sin literatura ni siquiera podríamos entender este mundo.

¿Arte del pasado, del presente o del futuro?

¡Yo creo que hay arte que corresponde a todos los tiempos!

¿Con qué personaje histórico te sentarías a platicar y de qué?

Me habría encantado dialogar con Doris Lessing, porque es una mujer que cruzó mundos muy diversos. Nació en Irán, creció en Zimbabwe y vivió en Londres. Escribió obras de suma complejidad y abordó con una profundidad tremenda la naturaleza de lo humano, y que va más allá de esos estereotipos entre mujeres y hombres. Le habría preguntado por qué en su momento no había la necesidad de definirse desde el feminismo...

¿Qué cualidades valoras más de los artistas?

Depende. Hay creadores que en su capacidad de ensimismarse pueden revelar mundos sorprendentes, y hay otros que, por el contrario, desde su histrionismo tienen la capacidad de darle tres reveses al mundo. Lo más importante en un artista que se define por su obra es la disciplina, la pasión, la capacidad de investigar y de desafiar, desafiarse a sí mismo y a lo establecido.

¿Juega el arte un papel más poético o más político?

Yo creo que todo arte es político aun siendo apolítico. Sin embargo, la fuerza más contundente está en la construcción de su propia poética, muchas veces construida desde la llaga, desde la fractura y la herida abierta, jugando desde la exploración del lenguaje, proponiendo una revolución no desde lo político sino desde lo artístico. El arte no debe tener necesariamente una funcionalidad, porque lo estaríamos condenando a un capitalismo y el arte es libre.

¿De quién te sientes orgullosa?

De mi madre. Era un crisol de culturas, el personaje más híbrido que conozco. Estudió filosofía, una mujer disciplinada, rigurosa y muy exigente en hacer las cosas bien. Y de mi padre, un músico trovador que valoraba enormemente el arte de la música. Él me enseñó a escuchar las polonesas, a amar la ópera. Y de él aprendí la honradez como un principio ético de la vida. Y me siento orgullosa de mi hija, ella me ha enseñado a leer aprendiendo otras maneras de mirar, ahora estas generaciones estamos obligados a escuchar con mayor atención.

¿Tienes alguna asignatura pendiente?

Sí, ¡tengo varias! ¡Una lista larguísima! (Risas) Tengo pendiente sobretodo nuevas escrituras…

¿Qué es para ti la Cultura?

Es el tejido en el cual vamos haciendo la vida.


Rita Gironès, escritora, docente y artista escénica. Catalana y mexicana. Lleva 20 años residiendo en Michoacán trabajando activamente por la cultura. Apasionada de las Humanidades, obtiene el Premio Nacional de Dramaturgia en México, 2022.

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