Larissa Torres Millarez colaboradora de La Voz de Michoacán Una MUJER camina por una plaza, observa los cafés y elige el que da más sombrita. MESERO: Mesa para… MUJER: Para cinco, por favor. MESERO: (Mirada incisiva) Puede ser adentro. MUJER: No, afuera. Ahí. MESERO: ¿Se van a tardar en llegar? MUJER: Ya estamos aquí. La misma mirada del mesero hacia la mujer es la mirada que se tiene hacia la dramaturgia; ese género que no pertenece, un género liminal, género discriminado tanto por la Literatura como por el Teatro. La dramaturgia carece de esa autonomía poética con la que cuenta cualquier otro género que llega a las manos de quien lo lee como un texto completo. Pero tampoco el texto dramatúrgico es considerado Teatro como tal, ya que solo es una parte del hecho escénico-teatral. Entonces, ¿qué es la dramaturgia? Es la posibilidad de ser y estar, es un origen de la creación, es impulso de vida. No sorprende que precisamente la dramaturgia sea un espacio que haya recibido a grandes escritoras relegadas por el canon literario, tal es el caso de Elena Garro (1916-1998). Su vida estuvo llena de controversias y chismes políticos. Incluso tuvo que exiliarse por 20 años. Si bien escribió diversos géneros, el Teatro siempre ha sido su lugar seguro, su lugar de respeto y de creación. Se tiene el registro de 18 obras de teatro, las cuales siguen montándose constantemente, sus mundos son tan vigentes, atractivos, críticos y con esa potencia de una vida distinta que pide a gritos ser construida. Este impulso también se puede encontrar en las obras de Sor Juana Inés de la Cruz (1648/51-1695), otra mujer que tuvo que construir su propio mundo para poder ser; enclaustrada encontró la libertad en las palabras y, compartió la posibilidad de creación en sus 31 obras de teatro. La característica de la dramaturgia que requiere la intermediación de la puesta en escena no es una debilidad, sino una fortaleza, es una obra por sí misma completa, pero está abierta para los otros, siempre con el impulso de vida que invita a la comunidad a construir realidades. La tercera invitada al café es Luisa Josefina Hernández (1928-2023), maestra indispensable del teatro mexicano, quien, con su cátedra en la FFyL de la UNAM y con sus más de 60 obras dramáticas, formó y sigue formando a la comunidad teatral. Y, con ello, a la sociedad, a través de mundos posibles, llenos de personajes complejos pero cercanos, que van resolviendo sus conflictos al grado que la propia realidad se los permita, sin utopías y con toda consciencia. La última invitada al café eres tú, persona que lee y juega con su imaginación dramática a completar este hecho. La comunicación teatral tiene la noción de la “denegación”, es decir, se sabe que lo que ahí pasa es no-real, no-verdadero; sin embargo, requiere de la realidad más sólida y concreta para ser: espacio, tiempo, actores-actrices, espectadores. Sin las personas, el mundo planteado desde la dramaturgia no llega a completarse, y aún así cuando sucede, se trata de un mundo negado. Este signo de menos nos da la posibilidad de libertad, de crear sin las restricciones que marcan los cánones a seguir. La dramaturgia es un espacio en donde grandes mujeres han llegado a ser las escritoras-creadoras de otras realidades, y con ellas nos permiten vivir la posibilidad del cambio, de la lucha en acción por un mundo en donde ellas, nosotras y todos podamos convivir desde la libertad. La MUJER hace un gesto con la mano al MESERO, quien entiende y va por la cuenta. MUJER: Yo invito. A la próxima les toca a ustedes. FIN Larissa Torres Millarez. Dramaturga, dramaturgista y docente universitaria. Sus obras han sido presentadas en países como México, Argentina, Ecuador, Chile, EEUU y Grecia. Nació en Uruapan un 17 de mayo, justo como el Dr. le había pronosticado a su mamá