Zuhey Medina / La Voz de Michoacán Para Momo, que en una de sus siete vidas salvó a un par de humanas. Otaku es un término de origen japonés que en occidente se usa para nombrar a una persona fanática de la cultura japonesa, sobre todo del manga, ánime, videojuegos y cosplays. Hace un par de décadas en México, quienes manifestaban ser parte de esta subcultura, eran hostigados en las escuelas. Los otakus se hicieron adultos y esta subcultura tomó un segundo aire: ahora es una nueva moda entre la población centenial. Los ánimes y mangas de antaño, como Dragon Ball o Pokémon que veían sus papás o hermanos mayores, se han vuelto tan canon como los Beatles que escuchaban nuestros abuelos. Ya no da pena presumir que una está atrapada con Shingeki no Kyojin (Ataque de los titanes, 2013). Eso es cultura general para aquellos que disfrutan de las historias épicas o de una buena serie. La comunidad otaku salió hace años del closet y los foros de chat. Por eso, aunque Poemas para otakus (2024) de Paola Llamas Dinero enuncia un lector ideal, cualquiera podría leerlo y comprender las emociones universales que en sus hojas se expresan. Confieso que en estos últimos meses, Paola Llamas me ha acompañado en mis momentos de tristeza y nostalgia. Compartimos soledad e, igual que millones de personas, nos ocultamos detrás de una pantalla, usamos filtros que hacen más tolerable nuestra apariencia, nos enamoramos de la ficción: “Despiertas un día y estás enamorada de alguien que no existe.” “No importa cuando leas esto.” Leer Poemas para otakus es un viaje al pasado, a las peleas de secundaria, a pasar horas frente al televisor esperando que salga Trunks[1], a las rodillas raspadas; es también recorrer el presente, con la aversión a responder llamadas al celular y el miedo a salir de casa por la ansiedad social, el amor por los stickers, los emojis, y las almohadas con la cara de tu personaje de ánime favorito. Es el duelo y el salvarse a una misma. “Qué naturaleza más ingrata no abrazar mi corazón y dedicarle todos los poemas de amor del universo” La poesía de Llamas Dinero es, pese a las tristezas que puede contar, divertida. Juega con los títulos de sus poemas como otro recurso narrativo. El índice no solo es una guía para encontrar los textos, sino que en sí mismo es otra obra. Los poemas están bajo títulos como “AYUDA: coloqué mi estabilidad emocional en un personaje 2D”, “El futuro está en los comentarios”, “A veces me siento tan inútil como un link impreso”, por mencionar algunos. Ese tono ligero, esa burla a una misma, se convierte en el mayor atractivo del estilo de la autora. En “Físicamente estoy aquí, pero mentalmente en las calles de Akihabara”, dice que quisiera abrazar “con todas sus fuerzas” a un Picachu de su tamaño y gastar dinero en un centro comercial en Japón para sacar de las máquinas muchos peluches que abarquen el vacío de su corazón. Nos describe cómo sería su viaje ideal en esas calles de Tokio y finaliza de vuelta a la realidad en su casa, con las piernas entumidas, jalando la cadena del inodoro. En ese mismo espíritu, abraza el duelo al reflexionar, en otro poema, sobre la muerte de un ser querido cuando su perfil en redes sociales aún sigue activo: “De las dos muertes/tú solo llevas una”. Porque para Paola Llamas lo que existe en el ciberespacio es tan real como lo tangible en esto que llamamos realidad. Después de todo, es aquello que una ama lo que nos permite disfrutar, acompañar y muchas veces seguir con vida, aun cuando se trate de un personaje: “Me dijiste/ pelea”. ¡Tatakae! ¡Tatakae![2] [1] Personaje de Dragon Ball, híbrido de humano y salvano. [2] ¡Pelea! ¡Pelea!