Rescatan mural de 90 años realizado por Guston y Kadish en el Museo Regional del Estado

Es reabierto en el Museo Regional Michoacano la obra realizada por Philip Guston, Reuben Kadish y Jules Langsner sobre la injusticia humana

Foto: Especial, Víctor Ramírez

Víctor E. Rodríguez Méndez

Morelia, Michoacán.- A bordo de un Ford Coupé —comprado por 23 dólares—, en 1934 el pintor canadiense Philip Goldstein (que más tarde cambió su apellido por Guston) y su amigo estadounidense Reuben Kadish, a sus 21 años viajaron a México, con hambre de aventura y cargados de una preclara conciencia política de izquierda, aunada a su convicción artística, en busca de un espacio en el que pudieran consolidar sus inquietudes estéticas, relacionadas entonces con el mundo convulso que se vivía en la época. Exponentes del expresionismo abstracto y seguidores de las vanguardias europeas del momento, ambos pintores se habían interesado por el muralismo mexicano, sobre todo por la obra de David Alfaro Siqueiros, de quien Kadish fue asistente y a quien ambos artistas norteamericanos admiraban, además de Diego Rivera y José Clemente Orozco. México, por tanto, era una tierra dorada para crear su manifiesto estético-marxista.

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La oportunidad les llegó por recomendación de Siqueiros y gracias al mecenazgo del rector de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH), Gustavo Corona, quien les ofreció un espacio en el Museo Michoacano, donde se ubicaba la propia rectoría nicolaita, en la calle Allende del Centro Histórico de Morelia, mismo lugar en el ahora ha sido restaurado y reabierto al público después de noventa años.

Junto con Guston y Kadish (descendientes de familias judíos inmigrantes procedentes de Europa Oriental), también llegaron Ryah Ludins y las hermanas Marion y Grace Greenwood, artistas estadunidenses que plasmaron sus obras respectivas en los recintos universitarios del Colegio de San Nicolás.

El Museo Michoacano había sido fundado por Nicolás León en 1886 en el Colegio de San Nicolás (de ahí su origen universitario) y desde 1915 se ubica en el actual edificio. Cambió su nombre oficial a Museo Regional Michoacano “Dr. Nicolás León” desde 1939, cuando a instancias de su entonces director Antonio Arriaga Ochoa se promovió que el museo fuera parte del naciente Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).

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El mural fue pintado en una superficie de 108.05 metros cuadrados en el segundo patrio del elegante palacio barroco del siglo XVIII. En sólo seis meses, entre agosto de 1934 y enero de 1935, los artistas norteamericanos crearon una obra que aborda sustancialmente la injusticia humana y no deja de ser una poderosa crítica a la extrema derecha y a los conflictos bélicos que agitaron Europa en la época de su creación.

Titulado “La lucha contra el terrorismo”, el fresco resalta por su potencia estética y porque contiene una fuerte crítica a la intolerancia, los horrores del fascismo y el racismo, de visión futurista y cargada de un potente dramatismo plástico. Llama la atención que el mural plantea diversas visiones, según se lo vea desde el nivel de piso del patio o des­de el corredor del segundo nivel. “No existe uno, sino varios puntos de vista que desembocan en una composición de perspectivas diversas y complejas”, señala Eugenio Mercado López, en uno de sus diversos ensayos sobre el mural y los autores. De esta manera, agrega el arquitecto e investigador, las formas pictóricas no sufren alteración alguna según el punto de vista de la persona espectadora.

En el fresco aparecen verdugos vestidos de blanco y encapuchados, a la usanza del Ku Klux Klan, así como cuerpos desnudos en escorzo con las manos atadas a la espalda, castigados y vejados por el peso de la superstición y la represión, que en conjunto implica una protesta y crítica social, lo cual provocó que la pieza fuera cubierta por más de tres décadas por presiones, al parecer, de los sectores más conservadores de Morelia, dado su tema controversial en contraposición con la realidad y tradición local.

Desde 1940 el mural estuvo cubierto en algún momento por una manta montada en un bastidor y después con una capa de cal. Fue redescubierto en 1975, aunque ya presentaba daños considerables. Noventa años después de su creación, el mural ha sido objeto de una labor formal de rescate, restauración y conservación gracias a diversas instituciones, un trabajo detallado que implicó desde la intervención de la obra civil hasta los aplanados que permitieron recuperar su estabilidad física y cromática.

Es así que después de todo ese periplo de vicisitudes, y una vez culminada su recuperación, el mural (también conocido como “La lucha en contra de la guerra y el fascismo” o “La Inquisición”), realizado por Philip Guston (1913-1980) y Reuben Kadish (1913-1992), con el apoyo del escritor y crítico de arte Jules Langsner (1911-1967), fue reabierto al público el pasado 31 de enero, en el marco del 90 aniversario de su realización y de los 139 años del Museo Regional Michoacano. Ahí mismo se puede apreciar una exposición fotográfica que muestra una mirada histórica a su creación y a los trabajos recientes, así como libros y documentos que dan cuenta de los personajes y circunstancias que rodearon su realización.

“Es una obra de arte increíble y había que hacer algo por conservarla, es algo que el mundo necesita conocer”, dice Sally Radic, directora ejecutiva de The Guston Foundation, la principal promotora del rescate del mural. La Fundación fue creada en 2013 con el objetivo de promover el conocimiento crítico del pintor, a través de la información educativa y la experiencia directa de su arte. En el acto oficial de reapertura, reconoció el apoyo de Alejandro Ramírez Magaña, director general de Cinépolis, quien estableció el primer contacto con ella desde 2016 para plantear el rescate de la obra. “Le agradezco el tiempo que dedicó para que esto haya funcionado”, dijo Radic.

Alejandro Ramírez en su turno dijo que su interés por la recuperación de la obra nació “por ser un moreliano que ama su ciudad” y por su amor al arte y la preservación del patrimonio cultural de Morelia. El empresario resaltó la visión de los artistas “de inspiración y estímulo para renovar nuestro espíritu crítico y promover la tolerancia, el entendimiento y el diálogo, y el ponernos siempre del lado de la paz y la verdad”.

Presente en Morelia para la reapertura del mural, Musa Mayer, hija de Philip Guston y presidenta de la fundación, celebró que esta obra vuelva “a su antigua y extraordinaria forma”, e hizo notar que es una “declaración poderosa contra el terror y la injusticia, la cual es tan relevante el día de hoy como en 1935”.

No todo está concluido

El proceso de restauración estuvo a cargo de la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, a través del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura (INBAL), con el Centro Nacional de Conservación y Registro del Patrimonio Artístico Mueble (CENCROPAM), y el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), en colaboración con el Gobierno de Michoacán y las fundaciones Guston y Cinépolis, sin cuya gestión no se hubieran obtenido los fondos necesarios para tal empresa.

La obra civil se desarrolló de julio a septiembre de 2024 y la restauración de septiembre a noviembre. Básicamente, el trabajo consistió en la consolidación del muro y la reintegración cromática por medio de las técnicas de acuarela y rigatino, esto último a cargo del restaurador del Taller de Pintura Mural del CENCROPAM, David Oviedo Jiménez, con el apoyo técnico de José Antonio Guardado Huerta, Victoria Romero Orozco y Carla Viridiana García Pérez. La reconstrucción, según David Oviedo, fue posible a la documentación gráfica de la época. “Aunque es en blanco y negro, los vestigios de color no permitieron aproximarnos a los tonos originales”. Además, dice, se trabajó con base en “tiempos políticos”, lo que supuso hacerlo en un periodo forzado de tres meses.

            Carla Viridiana resalta el arduo trabajo que les correspondió desde la limpieza general de sales, el tratamiento de la humedad y el resane, antes que la reintegración cromática. “Fueron muchas las complicaciones. Nos dieron sólo tres meses, lo que fue un récord e implicó un gran esfuerzo para concluirlo a tiempo y con la calidad adecuada”.

José Antonio Guardado señala que el equipo intervino los faltantes respetando la obra original, porque de lo que se trata, dice, es “de revivir” los murales que son historia. “Nos metemos en el pensamiento del autor y hacemos lo que se llama un diálogo con la obra para tratar de que quede como a él le hubiera gustado”.

Victoria Romero asegura que el reto mayor para llevar a cabo esta restauración fue la humedad que existe en los muros morelianos en el centro de Morelia, ya que “son muros vivos porque hechos de cal y canto”. Las canteras, explica, hacen un efecto de hidroscopia en el que absorbe el agua y va minando la piedra con minerales. Con todo y ello, se confiesa “muy emocionada e impresionada por el trabajo realizado, y muy feliz de haber participado”.

Sally Radic no oculta su satisfacción y emoción por el logro de la restauración. “Me parece un milagro que se pudo hacer tan rápido y tan bien, porque todo mundo ha colaborado y al final se ha cumplido”. Sin embargo, señala que aún queda por esperar la intensidad de la humedad y darle el mantenimiento adecuado cada determinado tiempo.

“De momento se ha hecho lo necesario y aún quedan por hacer más estudios”, agrega. La inversión total, señala, fue de al menos 150,000 dólares que la Fundación a su cargo gestionó durante el tiempo que se llevó a cabo la restauración.

Jaime Reyes Monroy, director del Museo Regional Michoacano desde hace ocho años, reconoce que ésta no ha sido la primera intención de rescatar este patrimonio artístico (en 2012 hubo una oportunidad). En ese tiempo no se dieron las condiciones —ni administrativas ni políticas— para hacerlo, por lo que “es una gran satisfacción que ahora se hayan dado las condiciones”.

Apunta el historiador: “Fue un proyecto difícil porque teníamos un corto tiempo para hacerlo, y en muchas ocasiones esos tiempos políticos no coinciden con lo que técnicamente se encuentra uno”. Está convencido de que la restauración actual es sólo una base. Se requiere un plan de difusión “para poner de realce esta obra y que se conozca no solo aquí, sino a nivel nacional e internacional”. Más aún, para él es importante generar un programa de conservación no sólo para este mural, sino para todas las obras con las que se cuenta. De otra manera, añade, “lo que se ha invertido en tiempo y en conocimiento se puede perder en poco tiempo”.

Para Eugenio Mercado López, ex director del Museo Regional Michoacano, en la localidad aún no se valora la dimensión de esta obra. “No percibimos que tenemos una joya del arte universal, de un autor que en los últimos años se ha revalorado como uno de los grandes maestros del expresionismo abstracto en el siglo 20 en los Estados Unidos”. Lo relevante de esta restauración, concluye Eugenio, es que “es una obra colectiva en la han participado muchas personas, lo que permite advertir que el mural fácilmente puede incorporarse como un gran atractivo de la ciudad”.