Nacho Tena Cuando me propusieron entrevistar a Saúl Juárez, de inmediato me remitió a una conversación de gestión y promoción cultural desde una óptica crítica y anecdótica, ya que su experiencia lo amerita. Al contactarlo y proponérselo, él, amable y directo, me pidió enfocarnos más en su trabajo literario; sin embargo, acordamos abordar también aspectos de su formación, pasión y profesión, englobando su percepción relacionada a la función pública. Con esta entrevista, aunque breve, me ha permitido conocer de una manera más integral su persona y al personaje sensible, creativo y culto, orgullosamente moreliano. Algunas referencias previas Saúl Juárez Vega nace en Morelia, el 27 de febrero de 1957. Es escritor y promotor cultural. Desde 1975, sus aportaciones destacan en el diseño de políticas públicas en materia de cultura, la creación de organismos de carácter cultural y la conducción y organización de las labores de diversas instituciones culturales, tanto a nivel estatal como federal. Ha sido director del Instituto Michoacano de Cultura; Coordinador Nacional de la Red Nacional de Casas de Cultura y Talleres Literarios de México; Director de Servicios Culturales del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA); Director de la Revista “Tierra Adentro”; Coordinador Nacional del Programa de Descentralización de la Cultura, Director General del Centro Nacional de las Artes (CNA); Director General del Instituto Nacional de Bellas Artes (2001-2006); Secretario Técnico del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes de Puebla; Secretario Cultural y Artístico del CONACULTA y Subsecretario de Desarrollo Cultural de la Secretaria de Cultura Federal. Su obra, como escritor de relatos, cuentos y poesía, se encuentra presente en diversas antologías del país y el extranjero, en más de 15 títulos referenciados en SIC (Sistema de Información Cultural). Ha colaborado en los diarios y revistas Casa del Tiempo, El Gallo Ilustrado, El Puente, La Jornada Semanal, Punto de Partida, Revista de Bellas Artes, Revista Universidad de México. Entre las distinciones que ha recibido, destaca la Medalla de la Orden de Isabel la Católica. Actualmente escribe semanalmente su columna “Mirador”, en La Voz de Michoacán. Háblanos de tus primeros años Yo digo eufemísticamente que nací en tres lugares: Morelia, Yuriria y la Ciudad de México. Desde mi nacimiento, y durante toda la infancia, viví en esos tres sitios de forma alternativa. Mis abuelos vivían en la Calzada Madero y nosotros teníamos una pequeña casa junto a la de ellos. También digo que a Morelia debo el amor, el asombro y las campanas, a Yuriria la pasión por los relatos, a Santa María la Ribera los libros, la curiosidad y la aventura. A las tres les debo una educación sentimental que tiene su escenario principal en La Madero, todavía la recorro como si, al final, mi banca en Villalongín fuera la recompensa. ¿Cuál es tu vínculo actual con Morelia? De niño nunca pensé en Morelia como una ciudad especialmente bella. Vivía su majestuosidad como algo normal. Fueron los años y los pasos incansables los que me la fueron descubriendo en toda su dimensión. Morelia posee una carga de historia y de belleza arquitectónica y urbana que me sigue cautivando. Nunca me he alejado del todo, a pesar de haber vivido en ciudades distantes. Aquí tengo amigos y familiares entrañables. Hoy disfruto esta ciudad más que nunca, se diría que la leo con especial deleite. Escribo semanalmente para La Voz, he donado mi biblioteca al Centro Cultural de la UNAM en el acueducto, lugar que abrirá muy pronto sus puertas a los lectores. Mantengo la casa de mis padres y vengo cuantas veces me es posible. Permanezco lejos de la política, pero me informo cuanto puedo. Morelia es una ciudad dinámica, cambia día a día, la pueblan los jóvenes. Me gustaría que cada día creciera más su actividad musical. Estudiaste Derecho, pero te desempeñaste como promotor cultural Es verdad, cursé la carrera de derecho, me recibí en la UNAM. Me gustaba mucho la teoría del estado y el derecho constitucional, pero siempre me interesaron más las novelas que las leyes. El mundo de la imaginación era más sugerente que la realidad de los códigos. El litigio y los tribunales no eran precisamente estimulantes para quien leía poesía con fruición cotidiana. Me concentré en mis actividades como organizador de eventos culturales. Entré a trabajar al INBA y ahí corroboré que pocas cosas me satisfacen más que organizar un concierto, un encuentro de poetas, una exposición, una puesta en escena. ¿En qué momento aparece la literatura en tu vida? La literatura me atrapa con los cuentos que narraban mis dos abuelas. A una le gustaba relatar experiencias de miedo y terror, la otra glosaba los mejores romances trágicos de la historia de Yuriria. La narrativa oral es fundacional. Mis primeras lecturas no escolares fueron los cuentos clásicos rusos. Los leí en una colección de tres libros que me familiarizaron con las estepas más remotas, con la nieve y los trineos, con el té y el samovar, con las isbas giratorias y los ríos congelados de los peores inviernos. Era yo un niño viajando por la Rusia infinita. Desde entonces he vivido cerca de la literatura rusa. Vuelvo con frecuencia a Chéjov, santo patrono de los cuentistas. Después vinieron los demás escritores, Verne es especial, con él viajé al fondo de la tierra y al fondo del mar. Desde entonces, considero que la literatura es un viaje, lo mismo el que hace Juan Preciado en busca de su padre, Pedro Páramo, que el que realiza Proust en una travesía interior y cotidiana que parece no tener fin. Y, desde luego, el más grande de todos los viajes, el del regreso que emprende Odiseo para volver a Ítaca. ¿Quiénes son tus referentes en tu trabajo literario? Es difícil señalar los nombres específicos de los escritores que me han marcado, son muchos y diferentes en cada época. Pero puede referirme un regreso que he hecho durante los últimos meses. Volví a los caminos que se recorren en el Cantar del Mío Cid, un poema que hoy, tantos años después, ha vuelto a maravillarme. El Campeador es un personaje dual, transita del bien al mal sin que esa circunstancia pareciera demeritarlo. Es un guerrero con alma de justiciero, un cristiano un tanto musulmán, un conquistador y un mercenario. Fiel al soberano de Castilla, porta una barba de ogro atada con un cordel. Es todo un viaje avanzar por esos versos de métrica dinámica, hemistiquios de un cantar de gesta que glosa las dichas y miserias del piadoso campeador que lo mismo avanza frente a sus huestes que vive como un señor feudal emparentado con reyes y príncipes. El Cid es un héroe de carne y hueso. ¿De quiénes hablas en los textos que publicas semanalmente en La Voz? No suelo ser un escritor autobiográfico. No cuento anécdotas que a mí me hayan ocurrido, ni siquiera a personas cercanas a mí. Los textos son producto de la invención y alternan el cuento breve, la estampa, la reflexión, los pequeños homenajes y la nota periodística ficticia. Te has desempeñado como promotor cultural, tu trayectoria ha sido largo en este terreno y has ocupado puestos relevantes ¿Cuál es la relevancia que tiene la promoción de la cultura hoy en día? El derecho a la cultura es hoy uno de los derechos humanos. La lucha para lograrlo en México ha sido ardua, pero desde hace algunos años afortunadamente ese derecho ya está determinado en los ordenamientos jurídicos internacionales y nacionales que nos rigen. El reto ahora es que ese derecho sea ejercido por el mayor número de personas a lo largo y ancho del país, entre más individuos tengan acceso a los bienes y servicios culturales, más humanas, más informadas y más críticas serán las comunidades, tanto urbanas como rurales. ¿Han permeado los derechos culturales en la población? ¿La gente los conoce, sabe que puede ejercerlos? La respuesta es que todavía no los conoce suficientemente, falta mucho por hacer en ese terreno. Especialmente si entendemos que los derechos culturales se relacionan intrínsecamente con otros derechos como el derecho a la paz, al desarrollo, a un ambiente sano y equilibrado, a la información digital. La cultura, además, es un factor determinante en los temas de género, de igualdad, de pluralidad y de inclusión, de respeto a la diversidad. La trama de los derechos culturales es amplia y en esa vastedad puede encontrar su mayor fuerza. La UNESCO reconoce como derechos culturales los que garantizan la participación en la vida cultural, los que tutelan la libertad para ejercer la ciencia y las prácticas creativas, los que obligan a respetar los derechos de propiedad intelectual, entre otros. Hoy en día las políticas públicas deben ordenar sus objetivos de manera tal que, en efecto, se garantice el ejercicio de esos derechos. Y yo pienso que ello puede hacerse de forma práctica, difundiendo y protegiendo la riqueza patrimonial y natural, ofreciendo espacios para la educación artística, promoviendo las culturas populares y comunitarias, incentivando la interculturalidad, estimulando la práctica y disfrute de las disciplinas artísticas como espacios de conocimiento, comunicación y diálogo. Y comento algo más, en ese fino entramado de la cultura es necesario aceptar y reconocer el valor de las industrias creativas y sus aportes a la economía. La cultura posee una definitiva carga espiritual, pero también un componente económico que no se debe soslayar. ¿Algo más que desees agregar? Simplemente decir que el estímulo a la lectura, a las prácticas lectoras en las diferentes edades, debe ser hoy la columna vertebral de las políticas públicas culturales y educativas. Leer por placer, leer en el marco del proceso de enseñanza-aprendizaje, leer en el formato y soporte que esté más a la mano, es una de las tareas de mayor relevancia para las instituciones. La lectura es un bien material e inmaterial que se agota si no se ejerce. Muchas gracias, Saúl Nacho Tena es promotor, productor de eventos y publirelacionista en las áreas de las artes y la cultura. Contacto: hectorignaciotena@gmail.com FB Nacho Tena / IG #Nashector72 / Tw @Nashector FB PROMORBE Arte & Cultura / ORBE Cartelera Cultural IG #promorbe FB Poéticas Incluyentes / IG #poeticasincluyentes