Semana santa, el mártir y la superestrella
En Estados Unidos, se estrenó una polémica versión de la pasión de Cristo: Jesucristo superestrella.


Jaime Vázquez, colaborador La Voz de Michoacán
Sentados frente al televisor, en el silencio respetuoso que exigían los adultos, con la presencia dominante pero afectuosa de los abuelos, los niños en los años sesenta veían en estricta ceremonia familiar, en las fechas mayores de la Semana Santa, la infaltable transmisión de la película El mártir del Calvario (Miguel Morayta, 1952).
Enrique Rambal, el actor que interpretaba a Jesús iniciando cada uno de sus parlamentos con acento madrileño y con la frase “en verdad os digo…”, era el infalible rostro de un distinguido miembro más de la familia, la imagen del religioso recuadro en la pared al que se le encendían veladoras, emblema de la pasión de Cristo, referente de esos días del año en los que se visitaban las siete casas, del domingo en el que se bendecían las palmas en la iglesia del barrio, del ayuno estricto, de la vigilia y, a veces en recompensa, de la visita con amigos a algún balneario cercano.
El mártir del Calvario representaba en esos días calurosos de los sesenta una aportación cinematográfica y televisiva a la conmemoración solemne de la Semana Santa, cita infaltable con la historia que debíamos aprender atentos y bondadosos, como las lecciones religiosas en la doctrina.
Manolo Fábregas era Judas, la michoacana Consuelo Frank como María y José Baviera que se vestía de Poncio Pilatos, actuaban dentro de los escenarios de cartón piedra en el horizonte de la cinta en blanco y negro.
Pero el tiempo es una caja de sorpresas, un autor que nos asombra. Veinte años después de El mártir del Calvario, en Estados Unidos, se estrenó una polémica versión de la pasión de Cristo, un musical que contaba la historia desde otra perspectiva con los recursos de la mirada joven y a través de una “ópera rock”: Jesucristo superestrella.


Andrew Lloyd Weber compuso la música y Tim Rice escribió la letra para lo que inicialmente su publicó como un disco conceptual que salió a la venta en 1970.
La voz de Jesús en el disco fue Ian Gillan, cantante del grupo rockero Deep Purple.
El éxito del disco en los Estados Unidos hizo posible que la versión como obra musical viera su estreno en el Mark Hellinger Theatre de Broadway, el 12 de octubre de 1971. Jeff Fenholt sustituyó a Gillan en el protagónico y la pieza teatral fue todo un acontecimiento, no exenta de polémicas.
En Londres se estrenó en el Palace Theatre del West End en agosto de 1972.
A México llegó en 1975, bajo la producción de Julissa, al Teatro Ferrocarrilero, con Enrique del Olmo como Jesús y Jorge Abraham como Judas.
Pero fue en 1973 que Norman Jewison, basado en la obra teatral, llevó al cine Jesucristo Superestrella. A nuestro país llegó al año siguiente, envuelta en polémicas, adorada y rechazada. Los jóvenes de entonces, aquellos niños de los sesenta, vieron azorados a un Jesús (Ted Neeley) con apariencia hippie, a un Judas negro (Carl Anderson), a una María Magdalena nacida en Hawai (Yvonne Elliman), que llenaban a todo color la pantalla y cantaban a todo ritmo una historia de la pasión de Cristo con matices políticos, de inclusión racial, que dibujaba una relación más estrecha entre Jesús y María Magdalena (la canción más famosa la canta María Magdalena a Jesús: No sé cómo amarlo), con elementos del rock, del soul y referencias sobre la paz, la guerra, el amor, la armonía y la lealtad, la compasión y el pragmatismo en lo político que cruzaban por senderos distintos a la ortodoxia.
Jesús ya no decía “en verdad os digo…” y el acento madrileño se había transformado en canto desgarrado o rítmico por el rock, las guitarras eléctricas y las coreografías.


Filmada en locaciones en Israel, Jesucristo superestrella se convirtió entonces en centro de ataque de mentes conservadoras, fuente de lluvia fresca para miradas progresistas, oportunidad para algunas comunidades religiosas para difundir el mensaje de la fe a públicos jóvenes.
Producto de la época de la sicodelia, la película es heredera del movimiento juvenil y musical de los sesenta, de la visión ligeramente iconoclasta de sus autores, que años después entregaron otras obras, como Evita o El fantasma de la Ópera.
Finalmente, Tim Rice y Andrew Lloyd Weber, en mancuerna o por separado, acumularon una fortuna por la venta de discos y derechos de autor en todo el mundo. Un mundo que cada Semana Santa visita a Jesucristo superestrella.
Jaime Vázquez, promotor cultural por más de 40 años. Estudió Filosofía en la UNAM. Fue docente en el Centro de Capacitación Cinematográfica. Ha publicado cuento, crónica, reportaje, entrevista y crítica. Colaborador del sitio digital zonaoctaviopaz.
@vazquezgjaime