Sororidad: palabra viva
La etimología de sororidad viene del latín soror que significa «hermana».


Erandi Avalos
La energía femenina es poderosa individualmente, sin duda. Pero cuando este poder se concatena entre dos o más mujeres, se genera una red tan potente como las mujeres involucradas decidan. Lejos de idealizar esta acción, es necesario reflexionarla transversalmente para comprender la complejidad que implica en lo personal y lo colectivo y sobre todo, el impacto que la unión solidaria entre mujeres puede tener en la humanidad.
En 1920, el escritor y filósofo español de la generación del 98 Miguel de Unamuno, escribió el prólogo de su novela La tía Tula, publicada en 1921. Este prólogo pasó a la historia por ser el nido del nacimiento de uno de los neologismos más importantes de la actualidad. El lenguaje tiene una relación directa en la percepción e interpretación de la realidad y una nueva palabra da luz a aquello que nombra. Escribe Unamuno: «La observación es que así como tenemos la palabra paternal y paternidad, que derivan de pater, padre, y maternal y maternidad, de mater, madre, y no es lo mismo, ni mucho menos, lo paternal y lo maternal, ni la paternidad y la maternidad, es extraño que junto a fraternal y fraternidad, de frater, hermano, no tengamos sororal y sororidad, de soror, hermana. En latín hay sororius, a, um, lo de la hermana, y el verbo sororiare, crecer por igual y juntamente». Crecer por igual y juntamente entre mujeres: esto implica no únicamente erradicar la misoginia y cualquier forma de opresión de los hombres hacia las mujeres, sino también —muy importante— de las mujeres hacia las mujeres. Con lucidez, continúa el escritor: «Se nos dirá que la sororidad equivaldría a la fraternidad, mas no lo creemos así. Como si en latín tuviese la hija un apelativo de raíz distinta que el de hijo, valdría la pena de distinguir entre las dos filialidades». Cierto: las diferencias entre la fraternidad y la sororidad son muchas por cuestiones tanto biológicas como culturales.


Poco antes de la publicación de La tía Tula, publicó Unamuno el magnífico artículo «Sororidad. Ángeles y abejas» en la revista argentina Caras y caretas. En este artículo, retoma su idea y escribe: «¿Fraternal? No: habría que inventar otra palabra que no hay en castellano. Fraternal y fraternidad vienen de frater, hermano, y Antígona era soror, hermana. Y convendría acaso hablar de sororidad y de sororal, de hermandad femenina». Aquí también pone sobre la mesa un asunto mayor: «La barbarie de las guerras se debe a que nuestra civilización es predominantemente de tipo masculino. La virilidad ha ahogado a la humanidad».
En la misma línea que su artículo, escribe en su prólogo: «Hablamos de patrias y sobre ellas de fraternidad universal, pero no es una sutileza lingüística el sostener que no pueden prosperar sino sobre matrias y sororidad. Y habrá barbarie de guerras devastadoras, y otros estragos, mientras sean los zánganos, que revolotean en torno de la reina para fecundarla y devorar la miel que no hicieron, los que rijan las colmenas». Evidentemente no se intenta una visión maniquea en la que se iguala al hombre con lo malo y a la mujer con lo bueno. Pero sí intenta equilibrar un desajuste de géneros que ha llevado al caos al mundo.
En la década de los setenta, mujeres del grupo New York Radical Women (Mujeres Radicales de Nueva York) comienzan a usar la palabra sisterhood (sororidad) en sus textos. Kate Millet, autora de Política Sexual (1969) y Robin Morgan, editora de Sisterhood Is Powerful: An Anthology of Writings from the Women's Liberation Movement (La sororidad es poderosa: antología de textos del Movimiento de Liberación de la Mujer), publicado en 1970. A partir de entonces, el término comienza a adquirir vida propia y a llenar un vacío lingüístico que paso a paso se ha posicionado a nivel internacional. En el violento México de los noventa, Marcela Lagarde es una de las principales divulgadoras de los beneficios de la sororidad, amén de haber introducido el concepto de feminicidio al ámbito jurídico de nuestro país.
Lo que tiene nombre, cobra fuerza. En el 2016 el grupo de mujeres Sororidad —parte de la iniciativa política Podemos Elx. La fuerza de la gente, en Elx, provincia de Alicante, España—, durante un taller descubrieron que esta palabra no figuraba en el Diccionario de la Lengua Española, por lo que lanzaron una petición en change.org y enviaron una petición para que la Real Academia Española la integrara. Fue así que en el año 2018 (casi cien años después de que Unamuno la utilizara por vez primera). Quedó entonces registrada con las siguientes definiciones:
Sororidad:
1. f. Amistad o afecto entre mujeres.
2. f. Relación de solidaridad entre las mujeres, especialmente en la lucha por su empoderamiento.
Agrupación que se forma por la amistad y reciprocidad entre mujeres que comparten el mismo ideal y trabajan por alcanzar un mismo objetivo.
La etimología de sororidad viene del latín soror que significa «hermana». La unión, complicidad, apoyo, acompañamiento, ayuda, empoderamiento, amistad, afecto, admiración y todas las formas de relación constructiva entre mujeres, existen desde el inicio de la humanidad y el uso de su nombre sin duda ha sido clave para divulgar su importancia. Seguramente en otras lenguas de ahora y de antes, existen palabras para nombrar este acto sin el cuál la supervivencia humana sería imposible. Sin embargo, la sororidad implica un trabajo personal muy profundo y en ocasiones difícil: para poder admirar y respetar a otra mujer, es necesario que una misma se admire y se respete, en otras palabras, que se ame a ella misma. Y eso no es fácil en un entorno violento y agresivo fomentado por el sistema capitalista. Pero se puede y se está logrando. Paso a paso se va notando que las mujeres estamos ya tomando el lugar de poder que nos corresponde y eso, de la mano con masculinidades sanas, transformará el mundo humano en un mejor lugar para todos.