Irene Delgado Recuerdo que cuando tenía siete años vi por primera vez una crema contra las arrugas en un catálogo de Avon. La curiosidad, rebasada por el miedo de ver mi piel con esa textura, me hizo pedirle mi madre una de esas cremas, a lo que ella respondió “tú no eres vieja aún, todavía no la puedes usar porque estás chiquita. Quizá cuando tengas treinta o treinta y cinco años”. Hoy ya soy esa mujer ¿vieja? de la que hablaba mi mamá. Se supone que a esta edad una debe comenzar a negociar con la vida, porque la criatura en la que podemos convertirnos, si dejamos que el tiempo pase sobre nosotras, podría llevarnos a esa parte oscura de la que ya no se puede salir jamás: la vejez. Y es que estamos en una realidad en la que las mujeres que envejecen se ven en la necesidad de refugiarse en las sombras. Paulette Jonguitud Acosta (Ciudad de México, 1978) aborda esto en su primera novela Moho (2010), donde cuenta la historia de Constanza, una mujer a la que su esposo le fue infiel con su propia sobrina, que lleva el mismo nombre. La protagonista de la novela está afrontando el duelo de romper con su pareja, el peso que supone la edad en ese momento de su vida y adicional a esto, se percata de que en su ingle comienza a crecer una mancha de moho… todo el mismo día en que su hija contraerá matrimonio. Desde el principio comprendes que la mancha de moho sólo es el inicio de un puente que atravesaremos de la mano con la protagonista para llegar al inevitable momento en el que el monstruo de la soledad y la conciencia de la edad toman su cuerpo y lo habitan en cada rincón. Moho contiene una narrativa directa e intensa, bastante parecida a la fuerza con la que nos impactan autoras como Inés Arredondo o Daniela Tarazona. La autora utiliza palabras y frases inusuales que nos resuenan en la memoria de lo que se hace consiente al mirar nuestro lado más monstruoso. Paulette es una escritora que no espera, suelta imágenes grotescas, intrigantes y hasta poéticas desde las primeras cinco páginas. Resulta increíble que esta, su primera novela, la haya escrito a los treinta años, pues parecieran un par de manos mucho mayores las que nos hablan. Hay cierta certeza que sólo viene cuando una tiene varios años más encima, se sabe que el tiempo apremia. He leído esta novela de Paulette en dos ocasiones, a los diecisiete y ahora en mis treinta. En ambos momentos me he impregnado yo misma de algunas preguntas, rastro de ese moho: ¿la incomodidad del cuerpo viene al lado de ser mujer?, ¿seguiré siendo yo cuando pasen los años o una nueva persona habitará este organismo?, ¿por qué mi cuerpo debe parecer intacto aún con el paso de los años? Siendo honesta, muchas veces me he encontrado a mí misma desnuda frente al espejo, como otra Constanza, tratando de encontrar entre las marcas y los pliegues de mi piel a esa adolescente que fui hace años y siempre me encuentro con una yo en metamorfosis. En ese momento soy consciente de que son mis cualidades de mujer que envejece las que me convierten en un ser maravilloso que incomoda con su naturalidad. ¿Estoy hablando de Paulette, de Constanza o de mí misma en este texto? Hablo de las tres y de muchas al mismo tiempo. Somos todas esa mujer a la que el discurso de la juventud eterna le afecta el cuerpo, somos todas esa Constanza que está enojada y no encaja con lo que se espera de nosotras. Así como lo menciona la autora: “Era ya medio monstruo, media mujer, un demonio o un dios, quizá una criatura fantástica. Y me gustaba.” Irene Delgado (Michoacán 1993). Poeta egresada de la Facultad de Letras de la UMSNH. Ganadora del premio de poesía Concha Urquiza (2017). Textos suyos han sido publicados en Cambio de Michoacán, Poetómanos, la antología del IV Encuentro de Poetas Jóvenes de Michoacán, en la plaquette Entalpía, entre otros.