Dante Martínez / La Voz de Michoacán Morelia, Michoacán. Cuando se habla de grandes descubrimientos arqueológicos en México, por lo regular se tiende a mencionar los hallazgos más importantes acontecidos en las zonas arqueológicas más famosas del país, como Teotihuacán, Palenque o Monte Albán; sin embargo, Michoacán también ha sido epicentro de grandes descubrimientos que han maravillado a la comunidad académica dedicada a investigar el pasado del país, y aquí te contamos de tres grandes recintos funerarios que puedes visitar dentro del estado. Las Tumbas I y II de la zona arqueológica de Tingambato Tingambato es un sitio arqueológico que se encuentra tan solo a una media hora de distancia de la ciudad de Uruapan y a una hora con cuarenta minutos de la ciudad de Morelia. Fue una ciudad que floreció en el período clásico (100 d.C.- 650 d.C.) y que tuvo un especial auge en el período conocido como Epiclásico (650 d.C.- 900 d.C.) temporalidad en la cual se levantaron imponentes palacios, cuyos rasgos arquitectónicos son similares a los de la gran urbe que fue Teotihuacán. Es así que, durante las investigaciones del sitio arqueológico llevadas a cabo por el célebre arqueólogo Román Piña Chan y el arqueólogo japonés Kuniaki Ohi, en la década de los setentas, realizaron el hallazgo de una cámara funeraria o bóveda hecha con piedra laja que se encontró al interior del complejo habitacional principal aledaño al basamento piramidal de la plaza este. En el interior de la tumba, se encontraron los restos óseos de entre 50 y 124 personas que fueron acompañados de ricas ofrendas, como collares de turquesa y amazonita, collares y sartales de concha, así como esculturas de cerámica y varios recipientes de cerámica que seguramente contenían alimentos y líquidos. En recientes tiempos, en el año 2011, durante los trabajos arqueológicos del proyecto especial Michoacán, se localizó la tumba II en una pequeña plaza al sur del complejo ceremonial. En esta gran bóveda también hecha a partir de grandes lozas de piedra laja, se encontró el cuerpo de un solo individuo. Se trataba del cuerpo de una adolescente, ataviado con sartales de concha y jade, así como decenas de collares que cubrían su pecho, conformados por 20 mil cuentas de concha, turquesa y amazonita. El cuerpo también estuvo acompañado aparentemente de varias armas conocidas como “atlatl” entre los nahuas o “tsipajki” entre los Purépechas, que eran propulsores para arrojar dardos o lanzas, por lo que se ha vinculado a este importante personaje con prácticas guerreras. Las Tumbas de caja de Tres Cerritos (Cuitzeo) Tan solo a 40 minutos de la capital michoacana, se encuentra el sitio arqueológico de Tres Cerritos en el municipio de Cuitzeo. Un sitio poco conocido, pero cuya importancia pareció ser bastante durante la época prehispánica. El sitio pareció florecer también durante el período clásico, pero su ocupación se extendió hasta la etapa tarasca (1400-1522 d.C.). Durante las investigaciones de la arqueóloga Angelina Macías Goyta, se localizaron 12 tumbas que son básicamente pequeñas cámaras construidas con cantera y que tenían sus propias puertas de acceso. En ellas se encontraron los restos óseos de varios individuos que fueron acompañados de sartales elaborados con cuentas de jade y turquesa, brazaletes y collares de concha, cuchillos ceremoniales y hasta un mascarón de alabastro. Aunque estas tumbas parecen corresponder al período epiclásico, durante la ocupación tarasca se abrieron para depositar nuevos individuos a los que se les acompañó de ofrendas como pipas de cerámica y ornamentos de cobre. El Patio de las Tumbas en la zona arqueológica La Nopalera (Huandacareo) Cercano al sitio de Tres Cerritos, se encuentra la zona arqueológica de La Nopalera en el municipio de Huandacareo, donde también la arqueóloga Angelina Macías, en la década de los noventa identificó un patio hundido que contenía seis tumbas que, eran cajas rectangulares elaboradas con sillares de roca volcánica y que fueron tapadas con grandes losas de piedra laja. Al igual que en Tres Cerritos, los individuos depositados fueron acompañados de ricas ofrendas de collares de concha, turquesa y amazonita, así como trompetas de caracol y figurillas de cerámica. En los alrededores de las tumbas, también se encontraron otros individuos que fueron depositados “in situ” que están vinculados a la cultura tarasca, pues estos fueron acompañados por objetos característicos de esa cultura, como vasijas con asa y vertedera, pipas y objetos de cobre.