Erandi Avalos El arte popular está estrechamente vinculado al entorno inmediato y contiene saberes ancestrales que durante generaciones se han refinado y adaptado a los cambios que el paso del tiempo conlleva. Contiene un valor estético, generalmente utilitario, pero no de forma aislada, su creación y uso están vinculados al entramado sociocultural de un pueblo, a lo cotidiano, lo doméstico, pero también a la cosmovisión e historia. Son objetos portadores de identidad y sabiduría. A pesar del valor de su actividad y de su aporte cultural, ser artesano en México implica aceptar retos sociales complejos y grandes austeridades. El gremio artesanal mexicano por lo general sufre de falta de estímulos que le permitan una vida digna, al grado de que en ocasiones se prefiere claudicar y abandonar esa actividad para buscar otra que remunere mejor económicamente, y en muchas ocasiones, emigrar. Cuando esto ocurre y la transmisión del conocimiento –o, mejor dicho, los conocimientos que se requieren para la creación de tal o cual pieza artesanal o de arte popular– se frenan, la pérdida es mayúscula. Un caso que alivia el dolor de la pérdida de transmisión artesanal es la historia del maestro Mario Agustín Gaspar y su familia. Originario de Pátzcuaro, Michoacán, con raíces p´urépecha y otomí, comenzó como aprendiz y ayudante del maestro de laca prehispánica Francisco Reyes, y posteriormente con los maestros Pedro Fabián y Salvador Solchaga, quienes trabajaban las finas técnicas para el incrustado de oro en piezas barnizadas. Renunció a la seguridad que podría haberle dado el continuar con la profesión familiar de maestro, para dedicarse a su vocación artesanal; misma que comparte con su esposa Beatriz Ortega, quien también es una destacada artesana. CORTESÍA DE PABLO AGUINACO D.R CORTESÍA DE PABLO AGUINACO D.R CORTESÍA DE PABLO AGUINACO D.R Ambos son reconocidos, además de sus excelentes trabajos en el maque y la laca perfilada en oro; por su trabajo de recuperación de una técnica prehispánica que estuvo a punto de desaparecer: la pasta de caña. Esta técnica desarrollada por los p´urépecha prehispánicos, permitía la creación de esculturas religiosas ligeras y resistentes, y utiliza como materia prima la pasta del corazón de la caña del maíz nativo, molido con tatzingueni, un engrudo que se extrae de un tipo especial de orquídea, baba de nopal, plantas venenosas que actuarán como insecticida natural. La pieza se talla con navaja, se lija y se detalla cuidadosamente, una vez tallada, se cubre con mineral blanco y cola de conejo y finalmente se pinta. Debido a las diversas técnicas que la familia Gaspar Ortega domina, pueden policromar con pigmentos naturales, óleo o maque tradicional. Para este rescate contaron con el apoyo de diversas personas e instituciones, que reconocieron a tiempo la importancia de su preservación. Interesante hay que mencionar que, aprovechando la destreza de los artífices locales, esta técnica continuó utilizándose durante La Colonia, ya con los nuevos ídolos impuestos en un primer momento y asumidos como propios posteriormente. Así, figuras en gran formato, principalmente de cristos y vírgenes, podrían ser transportadas con facilidad, permitiendo largas procesiones que fortalecieron la evangelización. Durante la Guerra Cristera, de 1926 a 1929, la mayoría de estas imágenes se perdieron y con ello, casi también la forma de hacerlas. Mario Agustín Gaspar y su familia han conservado y difundido estas tres técnicas, llevando a un nivel internacional su coleccionismo y preservación, lo cual es digno de reconocimientos, que han llegado en forma de premios, distinciones y adquisiciones, entre las que destacan el Premio Nacional de Artes y Literatura 2020 y el Premio Estatal de las Artes Eréndira 2015. Es, además fundador de la Caminata del Fuego, que celebra el inicio del Nuevo P´urhépecha, y se realiza cada 1 de febrero. Actualmente es miembro de la Asociación Civil Por Pátzcuaro, misma que contribuye a la conservación y mejoramiento del Centro Histórico de esa ciudad. El día de hoy, cosecha el fruto de su tesón y amor por la artesanía michoacana. Es reconocido mundialmente y puede ver en vida cómo ha valido la pena el esfuerzo por mantener y valorar estas creaciones llenas de conocimiento y tradición. Erandi Avalos, historiadora del arte y curadora independiente con un enfoque glocal e inclusivo. Es miembro de la Asociación Internacional de Críticos de Arte Sección México y curadora de la iniciativa holandesa-mexicana “La Pureza del Arte”. erandiavalos.curadora@gmail.com