Perteneciente a la estirpe de Rosario Castellanos, Elena Garro, Inés Arredondo, Amparo Dávila y Luisa Josefina Hernández, la escritora mexicana Beatriz Espejo (1939) aseguró hoy aquí que las buenas novelas históricas no deben falsear la realidad. Entrevistada a propósito de su más reciente novela, titulada “¿Dónde estás, corazón?”, explicó que hay escritores que venden mucho pero inventan historias horribles, con personajes iguales, con tal de tener lectores, aunque “ni si quiera coincidieron en el tiempo”. Escritora culta y cuentista por naturaleza, dijo que este libro es “mi mejor novela”, producto de tres años de investigación, que se desarrolla en un convento; en él relata la forma como vivían en su interior, sus espacios y se mezclan historias de amor. “La novela suena a canción antigua, pero la verdad esta publicación vino a raíz de una historia de don Artemio del Valle Arizpe, que decía que un virrey enamorado de una monja, cuando regreso a España, tras concluir su periodo de gobierno, mando su corazón en una caja de plata para ser enterrado en el convento de monjas capuchina que él había fundado". “Se trata del convento de Corpus Christi, situado frente al Hemiciclo a Juárez, y se pensó que era una historia más, pero en realidad cuando se restaura ese convento, el cual quedó dañado tras el sismo de 1985, se encontró el corazón y la caja de plata y de ahí me vino la novela”, explicó. Publicado por Alfaguara, la novela ocurre en la primera mitad del siglo XVIII, cuando el virrey de la Nueva España, don Baltasar de Zúñiga y Guzmán, quiere dejar su impronta en la renovación de las instituciones, por lo que decide formar el primer convento con acceso a mujeres indígenas. Por supuesto no las indias comunes, acotó la escritora, sino las hijas de los caciques, ya educadas en el castellano, en habilidades como coser, tocar algún instrumento, cantar, y que además poseen dote; sus familias elevarían su categoría social, puesto que “tener una religiosa en la familia viste mucho” en esa época, recordó. Para dirigir el nuevo convento, don Baltasar elige a sor Petra de San Francisco, a quien llegan solicitudes de todas partes, que ella evalúa en función del prestigio que puedan aportar las candidatas. Entonces, el recinto se empieza a llenar de huérfanas, aristócratas sin fortuna que consiguen la dote a partes entre toda la familia, solteronas, mujeres repudiadas o hijas de caciques aún prósperos, continuó. Con este mosaico de personajes, Beatriz Espejo muestra los detalles más íntimos de cómo se forjó la Nueva España. Como si de la visita a un museo se tratara, el lector asiste a la exposición de retratos de personajes caprichosos, engañosos, recargados, como el estilo barroco, que van mostrando sus debilidades, su doble moral, su adoración pagana con ídolos escondidos en sus celdas. Además, continuó, Espejo, “en alguna investigación que hice encontré la figura de un personaje llamado ´Fernando de Santacruz Espejo´, y me llamó la atención en especial que se apellidaba como yo; era un hombre gastador y limosnero en el sentido de que él daba dinero”. Él regaló su casa y en el momento en que la vaciaba para entregarla llegó una carta en la que le informaban que había recibido una herencia mayor de la que había entregado, hecho que es verídico y se encuentra en los anales de la historia. Beatriz Espejo (1939) comentó que este dato lo guardó por mucho tiempo y “después lo utilice y es uno de los personajes del libro, y es una parte bonita del personaje; además quise retratar la vida civil y religiosa en la Ciudad de México en el siglo XVIII, y esto me llevo tres años de investigación”. En su consideración, el siglo XVIII está poco estudiado no obstante su importancia, porque en él ya se comenzaba a gestar México, con su nacionalidad y costumbres. “Con esta novela busco contar bellas historias, un mundo, busco hacer personajes que no son en blanco y negro, sino matizados, y busco un idioma sumamente cuidado que nadie me lo puede escupir, creo que es mi mejor libro. “Es una novela también muy feminista, porque se revela cómo la mujer había sido acusada por la iglesia de tantas cosas, de ser la causa del pecado”, concluyó